"El acuerdo entre Junts pel Si (JxSí) y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), que ha permitido la investidura in extremis del convergente Carles Puigdemont, resulta una lección de manual de las contradicciones del nacionalismo de izquierdas.
La CUP, formada mayoritariamente por jóvenes de las clases medias
catalanohablantes, obtuvo el pasado 27S un magnífico resultado electoral
con 330 mil votos y 10 diputados que les otorgó la llave de la
gobernabilidad de Catalunya, pues JxSí –coalición compuesta por CDC, ERC
e independientes– sólo podía contar con su apoyo para formar gobierno. (...)
En
la campaña electoral de las “plebiscitarias” del 27S los medios de
comunicación afines a JxSí cortejaron a la CUP como una opción para
barrar el paso a la coalición izquierdista Catalunya Sí Que Es Pot,
integrada por ICV-EUiA y Podemos.
Esta actitud benevolente se transformó
de modo radical cuando la CUP se empeñó en cumplir su promesa electoral
de no investir a Artur Mas. Entonces estos mismos medios desencadenaron
una brutal campaña, denominada pressing CUP, donde esta formación fue
tachada de cómplice del españolismo y de traición a la causa nacional. (...)
La
presión precipitó la división entre la dos almas de la CUP, la
anticapitalista representada por Endavant y la nacionalista liderada per
Poble Lliure, como se puso de manifiesto en la surrealista asamblea de
Sabadell, donde se produjo un sospechoso empate a 1.515 votos a favor y
en contra de la investidura de Mas. El empate se resolvió en el Consell
Polític de la formación donde el sector Endavant se impuso por 36 a 30
votos y una abstención contra la investidura de Mas.
El resultado de las generales del 20D dispararon todas las alarmas en
el bloque soberanista. En efecto, no sólo la coalición En Comú Podem se
impuso como primera fuerza política sino que las formaciones
soberanistas ERC y CDC perdieron medio de millón de votos respecto a JxS
(800.000 si sumamos los apoyos a la CUP), sino que Convergència con la
marca Democràcia i Llibertat quedó relegada a la cuarta posición.
Además
se consumaba el sorpasso de ERC como partido hegemónico del
bloque independentista. Con estos números existía la elevada
probabilidad que, en unas elecciones repetidas el 6 de marzo, las
fuerzas soberanistas perdiesen la actual mayoría parlamentaria y el procés soberanista quedase seriamente comprometido.
Finalmente, a cambio de la retirada de Mas, la CUP acepta unas
condiciones humillantes que pueden ser evaluadas como una rendición
incondicional frente a JxSí, pues suponen la pérdida de su autonomía
política y su subordinación a la estrategia del nacionalismo burgués y
pequeñoburgués representando por CDC y ERC respectivamente.
Este
desenlace nos permite extraer una serie de lecciones tanto de ámbito
general sobre las contradicciones del nacionalismo de izquierdas como de
carácter particular respecto a la CUP.
En primer lugar, vuelve a demostrarse que, cuando en las formaciones
del nacionalismo de izquierda se plantea la disyuntiva entre el eje
social y el nacional, siempre se impone el segundo, como ocurrió con la
izquierda abertzale en la época del Plan Ibarretxe y como ha sucedido
ahora con la CUP. De este modo, siempre el Frente Nacional vence a la
Unidad Popular. De hecho, la izquierda abertzale aconsejó a la CUP que
apoyase la investidura de Mas.
En segundo lugar, la CUP se ha mostrado como la extrema izquierda del
nacionalismo catalán y donde el vector anticapitalista aparece como un
acompañamiento retórico al verdadero eje de su estrategia política. La
decisión de apostar por el Frente Nacional puede comportar que los
sectores que creyeron en el anticapitalismo de la CUP abandonen la
formación y busquen otros referentes políticos.
Esto permitirá una
clarificación en el complejo espectro de la izquierda catalana que
podría beneficiar a la marca catalana de Podemos; siempre que no vuelvan
a caer en los errores del nacionalismo de izquierdas.
En definitiva, la decisión de la CUP, como antes la determinación de
ERC de integrarse en JxSí, demuestra que el nacionalismo pequeñoburgués
siempre se subordina al nacionalismo burgués cuando dirige los procesos
de separación del Estado de referencia." (El Viejo Topo, 12 enero, 2016 , Antonio Santamaría)
No hay comentarios:
Publicar un comentario