"(...) En los últimos días, una leyenda ha aparecido en Catalunya
respecto al corralito. Dice que sólo puede darse en un país pobre, pero
jamás en uno con un alto nivel de vida. Por tanto, dado que los
catalanes tenemos un PIB per cápita superior a la media de la Unión
Europea, si Catalunya fuera independiente sería imposible que aquél
tuviera lugar.
No es verdad este razonamiento, como lo demuestra el caso de Islandia. En 2007, un año antes del establecimiento de un corralito, dicho país tenía un 45,09% más de PIB per cápita que Catalunya. (...)
En una futura Cataluña, donde la independencia no se ha
conseguido a través de un acuerdo amistoso con España, no quedaría ni un
solo banco cuyo domicilio social estuviera radicada en ella.
El motivo es que cualquier posible ventaja no compensaría el perjuicio
que supondría renunciar a la liquidez que les presta en la actualidad el
BCE.
Así, una cosa es tener el euro como moneda nacional y otra ser un
país que forma parte de la Unión Monetaria Europea. Un aspecto imposible
de conseguir si no formas parte de la Unión Europea, una pertenencia
que en la actualidad Catalunya no tiene por sí misma, sino como parte de
España.
Por tanto, los bancos que actuarían en el nuevo país no responderían a los intereses del mismo (por ejemplo, no tendrían ningún incentivo para comprar deuda pública de Cataluña), sino a los de sus directivos y a las autoridades de la nación donde tienen su domicilio social.
En esta coyuntura, el previsible elevado déficit público
generado por el gobierno del nuevo país, principalmente derivado de la
necesidad de demostrar a la población que las promesas realizadas
durante los últimos años se convierten en realidades, sería muy difícil
que fuera financiado por inversores internacionales.
Una
muestra de ello es la elevada prima de riesgo con que cotizan en la
actualidad los títulos de deuda catalana, la segunda mayor de la Unión
Europea después de Grecia, a pesar de contar en la actualidad con el
respaldo financiero del Tesoro español (ya tiene casi el 50% de su
importe total).
Esta elevada dificultad, en un marco donde las exportaciones a España
se han reducido notablemente por el previsible boicot comercial de sus
ciudadanos, probablemente conllevaría la expectativa de que
Cataluña más pronto o tarde abandonaría el euro, crearía su propia
divisa y un banco central que mediante la emisión de moneda pudiera
financiar total o parcialmente el déficit público incurrido.
Una divisa cuyo valor, de forma inmediata o a lo largo de un escaso
período de tiempo, sería significativamente inferior al euro. Así, no
sería extraño que el valor de mercado de la nueva moneda fuera entre un 20% y un 30% inferior al euro.
Dicha expectativa podría llevar a numerosos ahorradores, con la
finalidad de que el dinero depositado en las entidades financieras no
perdiera una sustancial parte de su poder adquisitivo, a retirar de
forma masiva los fondos que tienen en ellas. Los bancos, aunque su
matriz tenga su sede en la zona euro, no podrían recurrir al BCE para
reponer el dinero sacado por los ahorradores catalanes, al no pertenecer
Cataluña a la zona euro.
Además, tampoco aquellas que tuvieran un gran exceso de liquidez estarían dispuestas a reponer el capital extraído, si esto supone dar a sus clientes un 20% o 30% más de lo que probablemente les devolverían mañana, una vez puesta en circulación la nueva moneda nacional.
Además, tampoco aquellas que tuvieran un gran exceso de liquidez estarían dispuestas a reponer el capital extraído, si esto supone dar a sus clientes un 20% o 30% más de lo que probablemente les devolverían mañana, una vez puesta en circulación la nueva moneda nacional.
Por tanto, la decisión adoptada por la
banca consistiría en el establecimiento de un corralito, cuya duración
podría ser de días, a la espera de que el país cambiara de moneda y
adoptara el nuevo tipo de cambio.
En esta coyuntura, el corralito sería un mal menor. El problema
principal vendría dado por lo que los argentinos bautizaron con el
nombre de corralón. En concreto, por la
pérdida de poder adquisitivo que supuso para el dinero depositado en
los bancos el paso en 3 meses del tipo de cambio 1 dólar = 1 peso a 1
dólar = 4 pesos. Es decir, una pérdida del 75%.
Años después,
una significativa parte de la pérdida padecida fue compensada por el
gobierno, después de una sentencia de la Corte Suprema de Justicia.
En definitiva, el verdadero peligro no es el corralito sino el corralón.
En una Cataluña independiente, cuyo gobierno fuera competente, la
aparición de cualquiera de los dos me parece imposible. Sin embargo, si
el país vuelve a ser gobernado por Artur Mas, quién
durante sus cinco años como presidente de la Generalitat ha más que
duplicado la deuda pública del país después de efectuar recortes
salvajes, no lo descarto. Yo no pondría ni una uña en el fuego. " (Gonzalo Bernardos, Economía Digital, 25/09/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario