"(...) Decir que cumplir la palabra y hacer elecciones es un problema pero
que no cumplirla y agotar la legislatura sería otro mayor no es otra
cosa que una confesión de impotencia, pero tiene su razón. A estas
alturas de la película, la no convocatoria implicaría quedarse sin el apoyo parlamentario de ERC
y totalmente a la intemperie, porque ningún otro grupo político se
prestaría a ayudarle.
Además, su imagen ante los ‘creyentes’, a los que
se les ha predicado la fe en las elecciones plebiscitarias del 27-F,
sería la de un renegado. Y al ciudadano normal tampoco le gusta que se juegue con las fechas electorales en función de los intereses cambiantes de los políticos.
Pero –al contrario de lo que cree (o dice) el president– convocarlas puede ser todavía peor. Para CiU, para CDC e incluso para el independentismo. (...)
Un proceso tan extraordinario y poco habitual como
romper un Estado de la UE en pleno siglo XXI parece todavía más difícil
sin un partido dominante (como el SNP escocés, que no lo ha logrado) y
sin un liderazgo indiscutible. Y Artur Mas no lo ha conseguido al no
poder imponer –tras su momento de gloria del 9-N– la lista única con la
ERC de Junqueras, que planteó casi como un decreto de unificación en una
conferencia pública.
Liderar la independencia con sólo algo más
de la mitad de los votos independentistas, con unas relaciones
personales muy deterioradas con el líder de ERC (el segundo partido) y
con unas posiciones políticas radicalmente enfrentadas al tercero (la
CUP) es quizás una tarea más propia de héroes de la Grecia clásica que de políticos mediterráneos actuales.
(...) sus resultados en el territorio no son buenos. Girona aparte, las ciudades más importantes en las que ha ganado son Reus y Sant Cugat del Vallés, mientras que en las otras dos capitales el PSC –pese a que baja– conserva la primera posición. Y en Tarragona Ciudadanos le arrebata el estatus de segunda fuerza.
Pero
donde se produce algo parecido a una hecatombe es en el área
metropolitana de Barcelona. Ahí CiU ha quedado completamente
marginalizada. (...)
Con un partido que tras la confesión de Jordi Pujol no vive su mejor momento, que acaba de perder 100.000 votos
y la ciudad de Barcelona, que ha quedado marginalizado en el área
metropolitana y que se enfrenta al mismo tiempo a un ascenso fuerte y
repentino de Ciutadans, embarcarse en unas elecciones plebiscitarias
para la independencia el próximo setiembre… no es exactamente lo que
haría un político normal.
Un conocido empresario vasco me dice que Artur Mas sufre el síndrome Ibarretxe,
que se empeñó en alterar unilateralmente –sin negociarlo en Madrid– un
paso largo de Euskadi hacia la independencia. Recuerda que Ibarretxe
había resistido bien el ataque de Mayor Oreja con Aznar (y
Nicolás Redondo Terreros apoyando detrás desde el PSE) pero que luego
–cuando se le subió el éxito a la cabeza– acabó perdiendo la lendakaritza ante Patxi López. (...)" (Joan Tapia, El Confidencial, 27.05.2015)
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