"Salvador Sostres, periodista y empresario, en un artículo publicado este lunes en El Mundo:
"[...] El descrédito en el que España y
sus instituciones han caído, la crisis económica y política, y la
dinosáurica estructura del Estado han hecho que calara en el mundo
independentista la idea de una España desdentada, sin capacidad de
reacción, y a la que vencerla va a ser muy fácil.
Puede que España no
acuda al choque de trenes con un AVE y que la locomotora esté vieja y el
maquinista cansado, pero Cataluña acude con un carro tirado por un
burro y en cualquier caso va a ser arrollada. La pasión independentista
es tal que cualquier observación de la realidad les parece
quintacolumnismo y cualquier advertencia del peligro una traición
intolerable. (...)
Si cien mil catalanes tomaran la calle y
prometieran no volver a sus casas ni abrir sus negocios hasta que la
consulta fuera autorizada, si como en Tahrir o en Kiev la resistencia
fuera física y la capacidad de sacrificio de un pueblo quedara plasmada
más allá de la euforia reivindicativa de un día al año, probablemente
España tendría un problema y resolverlo no sería fácil.
Pero no me parece que el grado de
desesperación del pueblo catalán sea tan alto y, por muy
independentistas que se consideren, todos entienden que tienen mucho que
perder en una confrontación brutal con el Estado. No sé si en una de
las ciudades en que mejor se vive del mundo, como sin duda es Barcelona,
habrá cien o doscientas mil personas dispuestas al martirologio por una
consulta sobre la independencia.
Porque, a pesar de la comedia que Mas hace
con la 'radicalidad democrática' de su proceso, todo el mundo sabe que
lo que pretende es dar un golpe de Estado y cambiar el marco legal
vigente por otro.
Así se ganan las independencias cuando no son
acordadas, y el cuento de princesas que cada día el presidente de la
Generalidad les cuenta a los catalanes es otra de las farsas de la
irrealidad catalana.
[...] La irrealidad catalana tendrá tarde o
temprano que aterrizar y va a ser un aterrizaje brusco y severo.
Finalmente, la independencia dejará de ser una trama peliculera y cada
cual tendrá que decidir qué precio está dispuesto a pagar. Con euros y
con sacrificio personal, sin que más ambigüedades sean toleradas". (Crónica Global, 31/12/2013)
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