20/11/12

Si hoy en Cataluña no se es independentista, se es automáticamente aguafiestas, antipático y descreído ante un sueño colectivo

"Si hoy en Cataluña no se es independentista, ni por sentimiento ni por razón ni por convicción, se es automáticamente aguafiestas antipático y descreído ante un sueño colectivo que expresa como nada la mirada sostenida de Mas en su antológico cartel publicitario.

 Los nombres de esos articulistas felizmente aprensivos son de honda y potente relevancia, aunque parezcan ausentes o inoperantes en el escenario público o aunque parezca que no forman parte del discurso crítico y analítico sobre el presente. Estoy hablando de columnas y artículos que aparecen en periódicos como La Vanguardia y EL PAÍS, también en El Periódico, incluso en Ara o El Punt-Avui.

 Es una percepción intimidatoria y es quizá el resultado más inmediato del fin de la ambigüedad, como la ha llamado Jordi Amat en La Vanguardia. El fin de la ambigüedad está deteriorando día a día los tejidos invisibles de concordia y complicidad que hicieron de la sociedad catalana un espacio de estratos, ángulos, niveles y expresiones complejas, cruzadas, mestizas y oscilantes, donde nada tenía por qué estar tajantemente claro porque el espacio de definición política era más vasto y flexible, más civilizadamente dúctil y negociable.

Hoy se ha polarizado acelerada y artificiosamente y está exigiendo de la gente que se ponga en una u otra trinchera, en uno u otro bando, como si de veras la realidad social de este país pudiese dirimirse en relación con ese eje a toda velocidad. 

O como si hubiese saltado por fin el tapón que permite la expresión en libertad de un deseo político. El efecto de estilo y actitud que esta percepción ha tenido en el articulismo o en las tertulias pasa por acentuar la irritación, perdonar el desplante, condenar sin remilgos la postura contraria.

 Más de una y de dos respuestas desde Cataluña al manifiesto que EL PAÍS publicó en defensa de la continuidad de Cataluña en España han sido indefendibles y hasta con brotes de resentimiento.

 Alguno, como el profesor Joan Ramon Resina, no es capaz de encontrar entre los trescientos a nadie “que un catalán pueda sinceramente llamar amigo”. Sin embargo, no resulta fácil ocultar que cada cual tuvo el derecho a decidir durante más de 30 años la opción más o menos independentista o más o menos catalanista o más o menos dura o blanda, porque estaban todas en el mercado electoral. (...)

Una fuente cierta para verificar este cambio de tono, este nuevo mal tono, este encastillamiento en un lado frente a quienes están en otro lado, es un sector creciente del columnismo de prensa y la crónica periodística que ha ido adquiriendo una pátina de desprecio y manipulación de las posiciones no soberanistas de la que no había costumbre. 

Es el nuevo tono que no se arredra ante la pura incorrección civil o la descalificación impune. Mientras leo o escucho algunas de esas tribunas resucita el disgusto y el asombro que la corte mediática más derechizada y monolítica nos despertaba (a todos) escuchando la Cope, leyendo algunas columnas de El Mundo o el Abc, o espantándonos ante las pantallas tóxicas de Intereconomía.

Hoy el mercado simbólico se ha reducido a una sola, como si las respuestas múltiples no fuesen lo que una sociedad saludable demanda a su vida política."       ( , El País, 16 NOV 2012)

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