"Si hoy en Cataluña no se es independentista, ni por sentimiento ni por
razón ni por convicción, se es automáticamente aguafiestas antipático y
descreído ante un sueño colectivo que expresa como nada la mirada
sostenida de Mas en su antológico cartel publicitario.
Los nombres de
esos articulistas felizmente aprensivos son de honda y potente
relevancia, aunque parezcan ausentes o inoperantes en el escenario
público o aunque parezca que no forman parte del discurso crítico y
analítico sobre el presente. Estoy hablando de columnas y artículos que
aparecen en periódicos como La Vanguardia y EL PAÍS, también en El Periódico, incluso en Ara o El Punt-Avui.
Es una percepción intimidatoria y es quizá el resultado más inmediato
del fin de la ambigüedad, como la ha llamado Jordi Amat en La
Vanguardia. El fin de la ambigüedad está deteriorando día a día los
tejidos invisibles de concordia y complicidad que hicieron de la
sociedad catalana un espacio de estratos, ángulos, niveles y expresiones
complejas, cruzadas, mestizas y oscilantes, donde nada tenía por qué
estar tajantemente claro porque el espacio de definición política era
más vasto y flexible, más civilizadamente dúctil y negociable.
Hoy se ha polarizado acelerada y artificiosamente y está exigiendo de
la gente que se ponga en una u otra trinchera, en uno u otro bando,
como si de veras la realidad social de este país pudiese dirimirse en
relación con ese eje a toda velocidad.
O como si hubiese saltado por fin
el tapón que permite la expresión en libertad de un deseo político. El
efecto de estilo y actitud que esta percepción ha tenido en el
articulismo o en las tertulias pasa por acentuar la irritación, perdonar
el desplante, condenar sin remilgos la postura contraria.
Más de una y
de dos respuestas desde Cataluña al manifiesto que EL PAÍS publicó en
defensa de la continuidad de Cataluña en España han sido indefendibles y
hasta con brotes de resentimiento.
Alguno, como el profesor Joan Ramon
Resina, no es capaz de encontrar entre los trescientos a nadie “que un
catalán pueda sinceramente llamar amigo”. Sin embargo, no resulta fácil
ocultar que cada cual tuvo el derecho a decidir durante más de 30 años
la opción más o menos independentista o más o menos catalanista o más o
menos dura o blanda, porque estaban todas en el mercado electoral. (...)
Una fuente cierta para verificar este cambio de tono, este nuevo mal
tono, este encastillamiento en un lado frente a quienes están en otro
lado, es un sector creciente del columnismo de prensa y la crónica
periodística que ha ido adquiriendo una pátina de desprecio y
manipulación de las posiciones no soberanistas de la que no había
costumbre.
Es el nuevo tono que no se arredra ante la pura incorrección
civil o la descalificación impune. Mientras leo o escucho algunas de
esas tribunas resucita el disgusto y el asombro que la corte mediática
más derechizada y monolítica nos despertaba (a todos) escuchando la
Cope, leyendo algunas columnas de El Mundo o el Abc, o espantándonos ante las pantallas tóxicas de Intereconomía.
Hoy el mercado simbólico se ha reducido a una sola, como si las
respuestas múltiples no fuesen lo que una sociedad saludable demanda a
su vida política." (
Jordi Gracia , El País, 16 NOV 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario