"A la compleja situación económica y política de España se le ha unido
la cuestión de la intención del gobierno autónomo catalán de avanzar
hacia la independencia de Cataluña. El tiempo de las ambigüedades ya
pasó. La fruta está madura y el esfuerzo apenas soterrado y constante de
los nacionalistas, durante 30 años de autonomía, de preparación de la
opinión pública de Cataluña, ha dado sus frutos.
La crisis del euro
actúa como un factor de aceleración de un movimiento según el cual las
regiones “ricas” no quieren pagar más a las regiones “pobres” (H.
Vauplane, L’índependance de la Catalogne et l’euro”, Alternatives
Economiques, 14.10.2012). (...)
En cuanto a nivel de desarrollo, medido
por el valor del PIB por habitante, Cataluña ocupó en 2011 la cuarta
posición de España (detrás de Madrid, Navarra y País Vasco), con un
nivel de dicha magnitud equivalente al 117,9 por cien de la media de
España.
Cataluña tenía en 2009 el mismo puesto en el “ranking”
correspondiente a la renta bruta disponible de los hogares por
habitante, el 114,0 por cien, tras las autonomías antes citadas,
siempre según la Contabilidad Regional del INE. El impacto
redistributivo estatal, vía fiscalidad directa y prestaciones sociales,
ejerce una detracción relativa mayor en los casos de Madrid y
Baleares que en Cataluña.
Esta última mantuvo bastante tiempo un
fuerte superávit comercial con el resto de España. La industria catalana
dispuso de unos mercados cautivos a través del arancel. La fuerte
protección aduanera transfería el pequeño ahorro del resto de España a
Cataluña, que así pudo alcanzar el 18% del PIB de España (A. Calleja,
Cinco Días, 19.10.12).
No es cierto que los catalanes paguen
más impuestos que el resto de España. Tampoco es verdad que la fuerte
reducción de las prestaciones sociales, que ha impuesto el gobierno de
CiU en Cataluña, sea consecuencia de cualquier tipo de discriminación o
de desventaja que el estado autonómico español actual haya generado en
torno a dicha autonomía.
El saldo de las balanzas fiscales mide
las relaciones fiscales netas existentes entre la administración
regional y el nivel superior de gobierno en un periodo de tiempo. Es
sintomático el que Cataluña tenga déficit fiscal según un criterio (el
de los organismos y entidades próximos a la Generalitat), mientras que
en algunas estimaciones Cataluña aparece como no deficitaria frente al
Estado (Dolores Dizy, Revista de Libros, 2005).
Sorprende que tanto
economista catalán acepte unos resultados emanados del poder político
catalán sin rechistar, como si se tratase de unas magnitudes emanadas de
un sistema contable normalizado, caso de la balanza de pagos o de las
cuentas nacionales.
El supuesto amplio déficit de la
balanza fiscal de Cataluña es el argumento económico empleado con
mayor intensidad en la justificación de la independencia catalana. “Pero
esa no es la cuestión. Lo que justifica la política del actual
gobierno de Cataluña es la creencia de que la mayoría de la población de
Cataluña no quiere, por varias razones, seguir el mismo camino que el
resto de España.
El asunto fiscal es un pretexto que por sí solo no
parece justificar el anhelo de un estado propio” (Alfredo Pastor, ¿Qué
nos ha pasado?, La Vanguardia, 19.10.2012).
La independencia aparece en el discurso
oficialista como una vía de salida a la difícil situación económica,
como si Cataluña sufriese más la crisis por permanecer integrada en
España. No basta que, como dijo Pascual Maragall, tras la última reforma
estatutaria, “la presencia del estado en Cataluña resulta ya residual”.
Se trata ahora de romper del todo los vínculos con el resto de España.
La secesión de Cataluña respecto de
España es algo que puede afectar negativamente a numerosas personas y
hogares y que perturbará la cohesión social. Desde Cataluña se subraya
la existencia de los estados europeos de reducida dimensión que se han
creado en los últimos años (las republicas antes integradas en
Yugoslavia, Eslovaquia respecto de Chequia, Kosovo respecto de Serbia).
De lo que no se habla allí es de los sufrimientos y las rupturas de todo
tipo que la creación de tales republicas ha ocasionado con frecuencia.
“Entiéndase bien: uno puede irse a vivir donde le plazca: lo que no
puede es decidir que el vecino se vaya o poner un muro para ignorarle”.
Reyes Mate, “La cuestión catalana en tiempos posnacionales”, El País,
26.10.2012)" (Economistas frente a la crisis, 29/10/2012)
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