"Cuando en 1963 el responsable de la célula del PSUC (Partit Socialista
Unificat de Catalunya) en que yo militaba nos ordenó manifestarnos en la
Plaza de Catalunya de Barcelona el 11 de septiembre, en homenaje al
Conseller Casanovas, a pesar de mi corta edad supe que aquella era una
estrategia equivocada.
¿Por qué teníamos los comunistas que arriesgarnos
a la detención, la tortura y la prisión –como nos sucedió a tantos– por
homenajear a un representante de la más rancia aristocracia que
únicamente pretendía mantener su viejo poder en el nuevo Estado moderno
que se advenía?
¿Qué significado tenía defender los privilegios y los
bienes de un boyardo como el Casanovas, que ni siquiera había muerto en
la supuesta heroica defensa de la ciudad? ¿Qué interés tenía para los
ideales de socialismo e igualdad de los trabajadores los planes
económicos y sociales de la aristocracia catalana de 1714 que se aliaba
con el más reaccionario de los pretendientes de la corona española? (...)
Cuando los siglos pasen y los historiadores investiguen y recopilen
los desdichados acontecimientos de más de medio siglo de historia
española se asombrarán de cómo la izquierda se ha suicidado en España y
especialmente en Catalunya.
Aquel PSUC que recogió, él solo, 500.000
votos en 1977, hoy no existe y en su lugar veo cómo balbucea
patéticamente en televisión un representante de Iniciativa per Catalunya
–no puede haber nombre más ambiguo– pidiendo el derecho a decidir.
¿A decidir quién? ¿La burguesía catalana que desde 1939 –cuando
acudió precipitadamente a Burgos para obtener alguna de las ventajas
económicas que se estaban llevando los latifundistas andaluces y los
industriales vascos que habían llegado primero– ha sido una aliada del
capital español y europeo?
¿Los arribistas de toda laya que en
contubernio con las antiguas familias de la oligarquía española y con el
apoyo de los jerarcas franquistas se hicieron con los principales
negocios del textil, de la construcción, de la pequeña metalurgia, de la
química, de la farmacéutica, al terminar la Guerra Civil?
Ya sabemos
que Cambó, cuando después de su aparente firmeza defendiendo la
independencia de Catalunya comenzó a echar cuentas de la pérdida de
exportaciones al resto de España –cuestión esta que también debería
explicarse– publicó un cobarde panfleto titulado Per la Concordia, y así enseguida que ganó la guerra Franco, la burguesía catalana se echó en sus brazos.
El engaño con que Artur Mas y compañía, los Pujol, los Millet, los
Montull, los Maragall, los Serra, los Roca, –aquí también tenemos
apellidos ligados al PSC– están arrastrando a los trabajadores en
Catalunya a manifestarse en reclamación de una independencia que
únicamente a ellos puede reportarles beneficios –y eso está todavía por
ver– es tan patético que, en mi desánimo rayano en la desesperación, me
pregunto:
¿Dónde está la izquierda en Catalunya? Sigue, cincuenta años
más tarde, manifestándose el 11 de septiembre ante la estatua del
boyardo Casanovas, héroe de la patria, y marcando el paso que le ordena
la burguesía catalana. (...)
Resulta lamentable que la izquierda catalana –si es que existe– ignore
estos datos, y aún más triste es comprobar los argumentos mezquinos con
que los representantes de quienes se llamaron comunistas alientan en los
trabajadores catalanes, cada día más pobres –tres millones y medio de
ellos no han nacido ni ellos ni sus padres en Catalunya y no tienen el
catalán como lengua materna, y para más de medio millón ni siquiera lo
es el castellano– la insolidaridad y la tacañería con los trabajadores
de los demás países de España, cada día más miserables.
“Todo para
nosotros”, gritan, “si no pagamos las cuotas que nos exige el Estado
español tendremos más para quedarnos en casa nostra”. Y con qué
habilidad han hecho desaparecer de la información los escandalosos
beneficios y sueldos y bonos y jubilaciones de los directivos de Caixa
Catalunya –dirigida muchos años por los Narcís Serra de rancia estirpe–
de los de la Caixa, del Banco de Sabadell, de Autopistas, y el robo
descarado del Palau de la Música, cuyo principal responsable, Lluís
Millet sigue paseándose por Barcelona en compañía de Montull y de sus
cómplices, que obtuvo la impunidad pagando las cuotas previstas a CiU,
partido que le amparaba. (...)
Ya no se trata de luchar contra la explotación de clase, de razas y
de sexo, por parte de las clases poseedoras. Obreros, emigrantes,
mujeres maltratadas, madres sin pensión alimenticia, trabajadoras
subempleadas, estudiantes, funcionarios sin trabajo, sin vivienda, sin
opciones de futuro, mientras las cincuenta familias burguesas siguen
embolsándose los beneficios de la explotación de su pueblo, están
llamados a manifestar ardientemente su patriotismo, que como decía
sabiamente Samuel Johnson, es el último refugio de los canallas.
En 1994 publiqué Trabajadores del mundo, ¡rendíos! (Ed.
Akal, Madrid) donde premonitoriamente exponía la estrategia del capital
para desunir y derrotar a la clase obrera que amenazaba su poderío. Pues
bien, ya lo ha conseguido. En vez de la Federación de Trabajadores, en
vez de la Unión del Movimiento Feminista, en toda la Península Ibérica,
contra el capital, vamos a apoyar a los Mas y Pujol y Maragall,
enarbolando la estelada.
Como hicieron en 1914 los trabajadores
franceses y alemanes acudiendo como zombis al llamamiento de las
burguesías europeas para que se mataran entre ellos en beneficio de
aquellas. Hoy no se armarán las metralletas, pero sí se están enconando
los odios y las iras, las miserias y las ignorancias de los ciudadanos
catalanes y del resto de España para ocultar la depredación cada vez
mayor a que las oligarquías del país nos están sometiendo.
Y esta
repetición, siglo tras siglo, de las mismas estrategias para engañar,
dominar y esclavizar a los trabajadores, es muy triste. (...)
Y ni siquiera le han explicado a los millones de trabajadores que
quieren engañar que si Catalunya se declara independiente por su cuenta
no entraría en la Unión Europea y, en consecuencia, no solamente no
obtendría beneficio alguno de la separación sino que se encontraría en
más precaria situación que la actual." (Lidia Falcón, Público, 10/11/2012)
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