18/10/12

Un país de aldeanos es aquel más pendiente de pegarse con los mástiles de las banderas, todos ellos mitos cuyo único cometido es agredir a los trabajadores

"Seríamos un país de aldeanos si nos mantuviéramos impertérritos ante el injusto peso de las reformas recayendo sobre los hombros de la clase trabajadora. Contemplando desde la timidez los abusos de los recortes sin el desparpajo propio del ciudadano con personalidad.

Un país de aldeanos es aquel que pone por delante el territorio –pueblo o región-, ente abstracto, órgano administrativo desde el que reivindicar en el mejor de los casos todos los complejos, o tapar las vergüenzas de una burguesía, como parte de la catalana, incapaz también de gobernarse a sí misma sin excentricidades.

País de aldeanos es aquel en el que sus habitantes no desean participar en la vida pública a la espera de la llegada del señorito, del capataz o del propietario. Dispuestos a darlo todo en un estado de desesperación que coloca en último lugar la democracia.

Un país de aldeanos es aquel más pendiente de pegarse con los mástiles de las banderas, todos ellos mitos cuyo único cometido es agredir a los trabajadores. Un país de ilustrados incapaces de salir de nuestras fronteras, más allá de nuestras narices, tanto importando ciencia como exportando nuestros bienes y servicios. (...)

También es país de aldeanos aquel que no posee una izquierda que se rebele contra el nacionalismo, el separatista y el separador, contra el conservadurismo, en suma, contra el aldeanismo que llena de moho las páginas de la historia de España.

Un país de aldeanos sin un ala de progreso en las universidades y las academias, donde los estudiantes son mochilas muertas, los jubilados plantas y los trabajadores parados."            (El Plural, 15/10/2012; Antonio Miguel Carmona)

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