23/9/12

Conseguir la independencia, conseguir un Estado propio, no debería ser la finalidad de un movimiento de izquierdas que no haya perdido el norte, la brújula, sus señas de identidad y el internacionalismo

"Añado finalmente que los combates nacionales y nacionalistas que estamos viviendo en la tierra de Salvat-Papasseit, Salvador Espriu, Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey, sin negar otros nudos que acaso no destaqué, están fuertemente cruzadas por perspectivas clasistas, por cosmovisiones que esconden o muestran a las claras intereses asociados al poder, a la ubicación social privilegiada y, desde luego, al color de un dinero que no huele pero que se ansía acumular. (...)

Cuando en Catalunya apenas nadie hablaba del derecho de autodeterminación (nadie es aquí “apenas nadie”), el PSUC y otras fuerzas de izquierda comunista (yo militaba en el Movimiento Comunista de Catalunya) lo hacían con consistencia y peligros indudables. A riesgo de gastar sus nombres, recordaré que Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey (al igual que RZ) defendieron ese derecho (a veces, en fuerte minoría y con no menos incomprensión) hasta el final de sus días. 

 Mientras ellos lo hacían, otros se dedicaban al estudio, a los negocios o a preparar oposiciones para situarse. Creo, por ello, que RZ es algo injusto o inexacto cuando afirma “que el derecho de autodeterminación […] nunca debió entenderse como una concesión utilitarista sino como una convicción que también tocaba a las clases trabajadoras”. 

Tocaba y toca, unido, eso sí, a otros principios, a otros valores y a una cosmovisión que sigue teniendo en el internacionalismo un vértice esencial, uno de los mejores valores de la tradición, como –siento repetirme de nuevo- también nos enseñaron Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey (y muchos otros desde luego) (...)

No acabo de ver que nadie niegue la filiación de clase de Bildu o de sectores del BNG, pero no estoy totalmente seguro de que el surgimiento de esas izquierdas nacionalistas responda siempre a aquello que señala RZ. LKI o EMK, por ejemplo, nacieron de la evolución primordialmente nacionalista de ETA. 

Y no veo del todo claro que esas fuerzas sean siempre más consecuentes que las “izquierdas unívocas al uso”. La experiencia de gobierno del BNG nos puede enseñar a todos. No hablo de la ERC actual porque la supeditación política a CiU es de manual gastado (En la fase anterior de la organización, los valores de izquierda tampoco eran plato fuerte de la casa.

Por ejemplo, en las concentraciones anuales ante el monumento a los inmolados por Catalunya, mi abuelo materno cenetista es uno de ellos, sólo se ha cantado Els Segadors. Ni la internacional, ni el himno de Riego ni las barricadas pertenecían a la cosmovisión sonora de aquellos encuentros a pesar de las peticiones de algunos asistentes). (...)

De todos modos, recuerda RZ, no hay que olvidar que “además de partidos nacionalistas y soberanistas de izquierda, hay en el interior de los partidos clásicos con referencia en España, alas catalanistas y vasquistas. El tripartito catalán anterior no se entendería sin ello”. Si RZ se está refiriendo al PSC y a su llamado sector “catalanista”, debería también recordar que el sector más ultraliberal de la organización los tiene a ellos como líderes.

 El que incomprensiblemente sigue siendo el diputado Ernest Maragall, el que fuera conseller en el último gobierno tripartito, ha sido el peor y más privatizador conseller de Educación en los treinta últimos años. Nada que ver con la izquierda. Nada. La actual consellera Rigau, a pesar de lo mucho que ya ha hecho, no ha logrado superarlo hasta el momento.

Para RZ es obvio que “hay una Europa de los capitales y de los Estados y otra de las clases populares y de los pueblos”. Parece razonable, prosigue, “que se quiera estar como país… en Europa sin intermediarios capadores (el Estado se autoatribuye las relaciones internacionales) y mejor si, además, se forja una alianza en Europa con izquierdas, verdes y pueblos para una Europa distinta”. 

Que RZ distinga entre izquierdas y verdes está muy bien visto porque los verdes (cuanto menos los alemanes) empiezan a tener muy poco que ver con la izquierda, pero más allá de eso nada de esa alianza que señala está en el imaginario y en la práctica política del movimiento independentista catalán cuanto menos en los sectores que hoy lo hegemonizan.

 Nada de nada. Su mundo político es otro muy distinto. Cuando Xavier Rubert de Ventós, por poner un ejemplo significativo, vitorea entusiasmado a Artur Mas el soberbio no está pensando en aliarse con la Syriza. De eso nada.

La pregunta, en sentido contrario, señala RZ, “sería si seguir en España significa avanzar un ápice frente el neoliberalismo”. La respuesta: si se tejen alianzas consistentes, sólidas, entre las clases trabajadoras y populares de Sefarad, es obvio que sí. La división nunca ha sido un arma de los desfavorecidos (y a veces condenados) de la Tierra. ¿Qué se gana con la separación? (...)

Muy pocos símbolos de la manifestación del 11 de septiembre, en el grueso de la manifestación, tuvieron que ver con el ideario de la izquierda por temperado y prudente que este sea. El seny convergent, cuyas figuras encabezan la marcha, estuvo muy pero que muy presente en la manifestación (...)

La cuestión es qué camino se recorre, con quienes y hacia donde. La izquierda, en mi opinión, obrará mal, muy mal, si recorre ese camino con fuerzas como CiU o incluso, si se me permite, con el PNV. Para hablar con más claridad y refiriéndome a Sefarad: conseguir la independencia, conseguir un Estado propio, no debería ser la finalidad de un movimiento de izquierdas que no haya perdido el norte, la brújula, sus señas de identidad y el internacionalismo.

 La izquierda está y debe estar para otras cosas sin que eso signifique no decir ni hacer ni pío en el tema discutido. Se proponen otras cosas y se quieren recorrer otros caminos. Es muy posible que Lluís Companys, el president mártir, nos apoyara en ello."           (Salvador López Arnal, 'Respuesta a Ramón Zallo', Rebelión, 23/09/2012)

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