12/1/22

El Consejo de la República de Puigdemont, como su nombre indica, se creó para aconsejarle la compra en las empresas de los amiguitos lacistas... Los consejos del Consejo han comenzado humildemente, como quien no quiere la cosa: vaya usted a comprar las lechugas a Valvi, que es de fiar, ponga diez euros de gasolina en las empresas de Canadell, que el pobre bien debe comer, y etcétera... Echo de menos consejos sobre los bares que frecuentar, seguro que aparecería el Cuéllar. Antes que tarde, el Vivales aconsejará sobre otros temas de la vida cotidiana, ya que con buen criterio el Consejo huye de aconsejar sobre ámbitos más complejos, que se le escapan... en un futuro no muy lejano, el Consell añadirá a su lista de consejos unas cuantas páginas dedicadas a los asuntos del corazón, corazón catalán, por supuesto: los enredos de Mainat y señora, la Borràs y su segura imputación, quién sabe si por amor, y reportajes a todo color sobre «Cómo afecta el exilio a la vida en pareja» o «Cuixart nos presenta al hijo concebido en prisión»

 "El objetivo del Consell por la Republiqueta, que hasta hace escasos minutos se desconocía, ha quedado al descubierto. Yo era de los que sostenían que era una inutilidad más, y ahora he de tragarme las palabras, que fueron fruto sin duda de la envidia. 

En un prospecto que por sí solo justifica todo el Proceso, el Consejo aconseja en qué bancos depositar los ahorros que tenga, en qué supermercados abastecerse o en qué gasolinera llenar el depósito. El árbol nos impedía ver el bosque, y mira que la cosa era sencilla: el Consejo, como su nombre indica, se creó para aconsejarle.

 El buen sentido del Vivales, ya que otra cosa no puede hacer, ni sabe, se dedica a promocionar las empresas de amiguitos lacistas, aconsejando a los fieles dónde gastar el dinero. Si no hubiéramos estado tan obsesionados con las inquietudes políticas que creíamos que tenía el marqués de Waterloo, habríamos entendido que no quiere engañar a nadie, que él pretende sólo aconsejar. Para ello ideó el Consejo por la Republiqueta.

 En realidad se trata de Consejos por la Republiqueta, en plural, consejos que ayudan a mejorar nuestra vida. Y mira que ya Ockham advertía que la explicación más sencilla suele ser la correcta. Los consejos del Consejo han comenzado humildemente, como quien no quiere la cosa: vaya usted a comprar las lechugas a Valvi, que es de fiar, ponga diez euros de gasolina en las empresas de Canadell, que el pobre bien debe comer, y etcétera. 

Echo de menos consejos sobre los bares que frecuentar, seguro que aparecería el Cuéllar. Antes que tarde, el Vivales aconsejará sobre otros temas de la vida cotidiana, ya que con buen criterio el Consejo huye de aconsejar sobre ámbitos más complejos, que se le escapan. Cómo hacer que las petunias luzcan más hermosas que las de la vecina, remedios naturales para el estreñimiento, o cuántas horas debemos permitir a los niños conectarse a Internet. 

Si Vivales hubiera explicado desde el principio que estos eran sus objetivos, ni los jueces ni la policía habrían sido tan estrictos con un pobre chaval que no quiere hacer otra cosa que dar consejos gratuitos. Aunque quizá la culpa sea nuestra, que no entendimos que el Consejo para la Republiqueta no era sino lo que su nombre indica, pequeños consejos para el buen gobierno de nuestro hogar. 

 Para este viaje no hacían falta tantas alforjas, con las que el Vivales hubiera aprovechado su presidencia para aconsejar a todos los catalanes cómo conseguir que la tortilla de patatas salga más esponjosa, ya habría conseguido mucho más de lo que logró. Al menos sería recordado. Si no en todos los hogares, sí en los de quienes, como yo, no tienen ni idea de cocina. El Consell per la Republiqueta es por tanto un trasunto a la catalana de la revista Pronto, que lleva años dando consejos caseros.

 Al igual que la revista en la que se ha inspirado, en un futuro no muy lejano, el Consell añadirá a su lista de consejos unas cuantas páginas dedicadas a los asuntos del corazón, corazón catalán, por supuesto: los enredos de Mainat y señora, la Borràs y su segura imputación, quién sabe si por amor, y reportajes a todo color sobre «Cómo afecta el exilio a la vida en pareja» o «Cuixart nos presenta al hijo concebido en prisión». Dar consejos, quiero decir consejos, está muy bien, pero también tenemos derecho a nuestra propia prensa rosa, editada desde Waterloo."                  (Albert Soler, Diari de Girona, 03/12/21)

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