"Escribo a primera hora de la tarde cuando aún hay pocos detalles de la maravillosa noticia, esta huida del Puigdemont
a Bruselas, acompañado por algunos secuaces del fracaso. Qué
incorregible tormento el de la realidad, capaz de ridiculizar las
ensoñaciones más arrogantes.
Solo espero que los belgas cumplan y que le
den asilo: en el país hay una gran tradición antisiquiátrica de manicomios abiertos.
Sin embargo, y al margen del juicio moral y político que pueda
establecerse, la huida es la impresionante metáfora de una
interpretación muy fina y ajustada de la realidad.
En el terreno
metafísico porque cumple la condición perenne de la fantasía
nacionalista, que no es otra que la Exil-litat de Catalunya. Y en el más pragmático, porque entiende que el 155 no se acaba nunca.
Es evidente que en la pura apariencia de las cosas el
marco de acción del 155 durará hasta principios del año próximo. Será
el gobierno del Estado el que dé trámite y cuenta del resultado
electoral y el que con la mayor naturalidad democrática gestione el
traspaso de poderes.
El objetivo del 155
es la recuperación de la legalidad estatutaria y ese instante se
materializará con la constitución del nuevo parlamento. Entra dentro de
lo probable, aunque ya veremos, que ese parlamento dé una nueva mayoría a
los partidos independentistas.
Pero esos partidos ya no podrán fijar su
estrategia en el acoso revolucionario al Estado democrático, porque
como lo demuestra la imposición del 155 y la propia huida a Bruselas de buena parte del gobierno tarado,
la vía insurreccional a la independencia ha fracasado. El separatismo
podrá seguir luchando por el arraigo de sus despreciables ideas, pero
deberá introducir sensibles cambios en su hoja de ruta.
Deberá, por
ejemplo, fiar sus objetivos políticos a la consecución en España de una
mayoría de gobierno que facilite la convocatoria de un referéndum de autodeterminación.
Pero no parece posible que se empeñe en una nueva maniobra ilegal que
llevara de nuevo a reactivar el 155: durante mucho tiempo ese artículo
será el subtexto inesquivable de cualquier usurpación separatista.
Es
probable que Cataluña esté dividida en dos mitades. Pero hay una que,
además de las ideas nobles, tiene de su lado la ley.
La vigencia naturalísima del 155 explica la coherente conducta del Puigdemont. Hoy, como desde el comienzo, un simple fuera de la ley." (Arcadi Espada, El Mundo, 31/10/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario