"(...) Durante estos últimos años –más bien cinco que diez– la reducción
secesionista del soberanismo ha procedido a un relato épico de sus
propias decisiones y proclamas, tratando siempre de inducir el máximo
dramatismo a cada circunstancia.
Una mezcla de numantinismo sobrevenido y
de resuelta vindicación de valores considerados propios ha llenado
calles, plazas, horas y encuentros de algo desconocido en la Catalunya
pragmática y átona de las últimas décadas. Emociones que no tenían
precedentes, con miles y miles de catalanes afirmando que eran
independentistas desde la cuna.
La promesa de una “tierra sin mal” ha
calado en el ánimo de mucha gente, que así se deshacía de las
revelaciones de un pasado reciente no precisamente glorioso por Pujol y
los muchos suyos. Es inevitable suponer que el procés representa una
purga –un purgatorio– para los pecados cometidos por el catalanismo
gobernante antes de que se hiciera independentista.
La radicalidad de la
propuesta de una república independiente confiere autenticidad a los
restos del pujolismo y a quienes se han ido confabulando con ellos para
dar el salto al “referéndum vinculante”. (...)
Ahora que el Govern de la Generalitat se debate entre cómo mantener la
llama independentista y cómo preservar su poder autonómico, ha llegado
el momento de dirigir una severa mirada hacia el círculo que han acabado
conformando Puigdemont y los muchos suyos cuando se han percatado de
que no están ya en condiciones de alimentar una espiral de agravios y
victimismo. (...)
Catalunya se enfrenta a los catalanes; a su propia pluralidad. Se
enfrenta a la sublimación de un poder –el de la Generalitat– cuando no
se sabe quién o quiénes toman las decisiones en cada momento, ni cuál es
la enjundia de sus gobernantes al tener que afrontar horas tan
decisivas. (...)
Ya no importan ni la meta ni el camino que seguir en pos de una
república propia, mucho menos su viabilidad. Lo que importa es mantener
una apariencia de comunión independentista. Un círculo que el
vicepresidente Junqueras describió perfectamente al recabar unidad y
firmeza al mismo tiempo, cuando resulta evidente que es precisamente ese
binomio el que flaquea, porque la firmeza –se entiende que la defensa
de una vía unilateral– plantea serias dudas en un sector significativo
de la comunión independentista, mientras que la unidad a la baja suscita
recelos en el sector opuesto.
La prueba más palpable de que la
Generalitat ha caído en su propio enredo es que no puede ir más allá de
la carta que ayer remitió Puigdemont a Rajoy. Porque su interlocución
acaba cuestionada tanto si no se decide a prevenir el ultimátum del
jueves como si se dispone a evitar la aplicación del 155." (Kepa Aulestia, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 17/10/17)
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