19/6/15

Por qué la izquierda no debe apoyar el independentismo

"(...) ¿Por qué niego yo que la izquierda deba apoyar o simpatizar con el independentismo? Por dos razones fundamentales.

La primera es que todas estas cosas “nacionales” no son más que rémoras que dividen y que desvían la atención de los principios claros que debería tener la acción de la izquierda. Una delimitación geográfica y política, una nación, es una conceptualización que intrínsecamente no es ni de derechas ni de izquierdas, y por lo tanto es algo ajeno al debate político de valores.

Estar luchando por la construcción de una nueva nación sólo es razonable si esta construcción tiene efectos que estén acordes con nuestros valores y principios políticos, como por ejemplo si se tratase de oponerse a un estado dictatorial o tiránico, o si esta construcción fuese el camino para mejorar la vida de amplios sectores sociales aplastados por una realidad nacional determinada.

En el resto de los casos (como son los casos que nos encontramos en Europa) estar luchando por una construcción nacional no es más que sentimentalismo, que puede ser respetable pero que en cualquier caso es una pérdida de tiempo que nos desvía de lo principal.

Además, cuando se lucha tanto por una construcción nacional como por unas ideas políticas, estos dos ejes llevan continuamente a conflictos que van a exigir situarse entre la defensa de los planteamientos político-sociales y la defensa de los planteamientos nacionales, en muchas ocasiones contradictorios.

¿Apoyo a otros independentistas que son de derechas? ¿O apoyo a unionistas de izquierdas? Y lo siento para quien no quiera escuchar esto pero la gran mayoría de las veces los nacionalistas-independentistas de izquierdas prefieren apoyar el independentismo de derechas que a otros partidos de izquierdas. Y así, las ideas de cambio social quedan relegadas indefinidamente y nunca se llevan a cabo. (...)

Pero hay una segunda razón que todavía es mucho más poderosa, si cabe, que la primera.

Creo que todo el mundo ya debería ser consciente en qué momento histórico vivimos, pero lo voy a recordar porque parece que no acaba de estar muy claro.

Hoy en día vivimos en una creciente dictadura financiera patrocinada y dirigida por los mercados internacionales, extendida por todos los países que tienen gobiernos conservadores o ex socialdemócratas (que son todos los de occidente y casi todos los del resto del mundo).

Esta dictadura no se está implantando sola, se está implantando porque los políticos que gobiernan los países de la tierra han realizado políticas en los últimos 20 o 30 años que han ido otorgando más poder a los mercados y grandes multinacionales en detrimento de los estados.

En Europa y desde que la crisis comenzó (y quizá antes) hay un país que representa el brazo político de los intereses financieros internaciones, y este país es Alemania con el gobierno de la señora Merkel al frente. Alemania, con sus políticas de control de la inflación por encima de todo, de “independencia” del banco central, de rechazo a la financiarización de la deuda, de austeridad y reducción del estado del bienestar, de reducción de los costes laborales, etc.

Está beneficiando los intereses de estos mercados financieros, que son los dueños de los países gracias a que son indispensables para la financiación de la deuda pública, y de los grandes grupos económicos, que han conseguido a su disposición países con mano de obra barata y con empresas y servicios públicos a punto de privatizar.

Esta política, que acabará extendiéndose por toda Europa, hoy está siendo claramente aplicada en el sur de Europa en países como Grecia, Portugal, España, Irlanda, Italia y Chipre, y en breve comenzará (si no ha comenzado ya) a extenderse por los países del centro como Francia, Bélgica, etc. Para finalmente llegar a Alemania y a los países satélites (Austria, Holanda). Lamentablemente la mayoría de nuestros vecinos del norte no se dan cuenta de esto.

Bien, esta es la situación, y ahora en base a esto vamos a analizar las cosas. Imaginemos que una región de un país de Europa se independiza, vamos a poner como ejemplo la región de Padania en Italia (uso ésta para no usar Cataluña o el País Vasco), región que ocupa la zona norte de Italia.

Bien, ¿qué creéis que pasaría si Padania se independizase y crease un nuevo estado? Imaginemos un proceso ejemplar, con una magnífica voluntad de todas las partes que realizasen este complicadísimo ejercicio, imaginemos que se hace sin perjudicar a nadie, imaginemos que todos los países de la UE aceptan esto, imaginemos que se reconoce internacionalmente, etc. Todo esto no sería así pero imaginemos una situación edulcorada como esta.

Pues lo primero que haría la Padania independiente sería intentar patéticamente ganarse las simpatías de las naciones poderosas y presentarse ante la comunidad internacional como un país “serio”. Por su situación de país europeo lo primero que buscaría sería el favor y el reconocimiento de Alemania, pues entendería que es el mejor aliado para garantizar su viabilidad y reconocimiento.

La nueva república sería la primera de la fila para realizar todas y cada una de las políticas consideradas adecuadas por Alemania, sería el alumno aventajado de la señora Merkel y el ministro Schäuble.

Un estado pequeño y débil (débil porque es nuevo, y esto siempre hace débil a nivel internacional) sería incapaz de resistirse a las indicaciones de los grandes países. En política económica sería un esclavo de Alemania, en política internacional un seguidor fiel de EE.UU. y entusiasta miembro de la OTAN. Esta es la puñetera realidad por mucho que algunos hagan cábalas absurdas sobre independizar nuevos estados “socialistas”.

Hay que recordar también que cualquiera de las naciones nuevas nacería con una deuda pública altísima, pues la deuda del país originario sería convenientemente dividida. Hay quien compara la posible creación de nuevos estados en Europa con los nuevos estados que nacieron tras la caída del muro de Berlín pero esto es una barbaridad. Los países comunistas no tenían casi deuda pública y los nuevos estados nacieron sin ella.

Hoy día los nuevos estados nacerían con mucha deuda pública y por lo tanto serían prisioneros de los mercados internacionales, lo que ahondaría en su debilidad y en su sometimiento al austericidio germánico. Si se quiere reconocimiento internacional se deberá tragar con todo, porque si alguien pensase en no pagar o no reconocer la deuda sería automáticamente no reconocido por las grandes potencias y marginado de la escena internacional.

Que nadie se equivoque. Hoy los estados-nación están enormemente debilitados, la soberanía nacional como concepto está en proceso de extinción, pero si hoy hay algo que se opone a la dictadura del mercado eso es precisamente los estados-nación. Son las tradiciones sociales y el orgullo de naciones antiguas que siempre han sido independientes las únicas que pueden plantar cara parcialmente a los poderes financieros del mundo y a las exigencias alemanas.

Es gracias a estados como Francia, Italia o España y a sus resistencias a aceptar la destrucción de su soberanía por lo que no estamos ya como la Latinoamérica de los 90, con toda su estructura social destruida y con países totalmente dualizados entre pocos ricos y muchos pobres.

Con una España dividida en 4 ó 5 estados, con una Francia parcelada en distintas repúblicas, con una Italia partida entre norte, centro y sur; tendríamos una Europa dominada por una gran Alemania llena de satélites y de republiquitas pelotas deseosas de estar al lado del imperio.

Sería algo parecido a lo que deseaban los nacionalistas alemanes de principios del siglo XX, una gran Alemania rodeada de estados débiles y colaboracionistas, que se haría realidad de una manera distinta y basada en un imperialismo económico pero que al final degeneraría en relaciones de dependencia diplomática y política.

Seamos claros, esto es una cuestión de soberanía popular. Somos ciudadanos y queremos decidir, no que decidan por nosotros. Nuestro problema hoy es, precisamente, que nuestra soberanía está siendo anulada por la dictadura de los mercados. Nuestro voto no vale para nada porque los partidos que llegan a gobernar son tributarios de los poderes financieros, y la evidencia de eso es que los programas que votamos luego no se cumplen o directamente se violan sin la menor vergüenza.

Hay quienes desde comunidades españolas dicen “es que España no nos deja decidir”. De verdad, hay que ser necio ¿cómo que decidir? Para su información, señor, usted no decide nada, y la cuestión aquí es que cuando su comunidad o país se independice decidirá todavía menos.

Decidirá el hedge fund de turno, la señora Merkel y su ministro de finanzas, y los cuatro grandes empresarios que queden en el nuevo país convertidos en mesías por su patriotismo. Pero el ciudadano no decidirá un carajo, todavía menos que ahora porque sólo decidirá para elegir a un gobierno irrelevante de un país irrelevante y débil.

En este contexto un estado pequeño es todavía mucha peor opción que uno grande, pues en este mundo la soberanía desaparece por centrifugación. Si bien a la hora de construir construcciones políticas mayores debemos ser absolutamente cuidadosos de la naturaleza de esta construcción y asegurarnos que no perdemos soberanía por hacerlo, cuando se habla de crear nuevos estados la situación es absolutamente clara. Construir un estado más pequeño en el mundo de la globalización es un error mayúsculo si lo que se quiere es una política social o un estado igualitario. Esto no es el siglo XIX.

Cuidado, esto no es una oda al estado-nación. El estado-nación es una construcción que se está quedando obsoleta. Debemos buscar mecanismos alternativos al mismo para poder garantizar la redistribución y la cohesión social y buscar las estructuras adecuadas para que las políticas monetarias y económicas tengan funcionalidad y puedan ser aplicadas con independencia.

Pero destruir hoy en día un estado-nación democrático para construir otro más pequeño, débil e irrespetado es una locura absoluta que sólo puede beneficiar a las élites políticas y económicas. Que la izquierda política apoye eso es un disparate que va contra los principios que se dicen defender. Quien lo haga, o es un aprendiz de brujo que no sabe lo que hace, o bien es el caballo de Troya infiltrado en la izquierda para no dejarla actuar." (La república heterodoxa, 19/12/2012)

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