"Es una sensación nueva, algo que en más de veinticinco años de
escribir artículos en Barcelona, no había sentido nunca.
La sensación de
sentirse controlado, como si los depositarios del control político
estuvieran esperándote para hacerte pagar con palos verbales -de momento
sólo verbales- las licencias a que te obliga vivir en una sociedad cada
vez más alucinante.
Ortega y Gasset solía referirse en la intimidad de sus últimos años a “la erosión de lo cotidiano“.
Exactamente eso empieza a ser un lugar común para buena parte de la
ciudadanía que no se disfraza de banderas al viento y siente aversión a
los himnos patrióticos.
La erosión de lo cotidiano está minando
este país, y es obvio que me estoy refiriendo a Catalunya. Porque la
obligación ética, que apenas si tiene que ver con la moralidad o el
compromiso ciudadano, tan citados hace décadas, ahora se limita a lo
esencial, y lo esencial es la pregunta más estúpida que en apenas dos
años hizo suya la casta para perpetuarse: ¿es usted independentista?
Para los que vivimos el Euskadi de la década de los ochenta, las
conversaciones empezaban, y en ocasiones terminaban, de manera similar: “¿Tú eres abertzale o españolista?“. (...)
Por tanto, no nos queda más remedio que volver a nuestras ruedas de
molino y soportar la mirada oblicua de los controladores. Contra el
enemigo vale todo, pero ¡ojito con ofender a los nuestros! (...)" (Sobre la disolucción de la izquierda (1), de Gregorio Morán en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 25/10/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario