28/10/14

Es una sensación nueva que, después de veinticinco años en Barcelona, no había sentido nunca. La sensación de sentirse controlado...

"Es una sensación nueva, algo que en más de veinticinco años de escribir artículos en Barcelona, no había sentido nunca. 

La sensación de sentirse controlado, como si los depositarios del control político estuvieran esperándote para hacerte pagar con palos verbales -de momento sólo verbales- las licencias a que te obliga vivir en una sociedad cada vez más alucinante.

 Ortega y Gasset solía referirse en la intimidad de sus últimos años a “la erosión de lo cotidiano“. Exactamente eso empieza a ser un lugar común para buena parte de la ciudadanía que no se disfraza de banderas al viento y siente aversión a los himnos patrióticos.

La erosión de lo cotidiano está minando este país, y es obvio que me estoy refiriendo a Catalunya. Porque la obligación ética, que apenas si tiene que ver con la moralidad o el compromiso ciudadano, tan citados hace décadas, ahora se limita a lo esencial, y lo esencial es la pregunta más estúpida que en apenas dos años hizo suya la casta para perpetuarse: ¿es usted independentista? 

 Para los que vivimos el Euskadi de la década de los ochenta, las conversaciones empezaban, y en ocasiones terminaban, de manera similar: “¿Tú eres abertzale o españolista?“.  (...)

 Por tanto, no nos queda más remedio que volver a nuestras ruedas de molino y soportar la mirada oblicua de los controladores. Contra el enemigo vale todo, pero ¡ojito con ofender a los nuestros! (...)"            (Sobre la disolucción de la izquierda (1), de Gregorio Morán en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 25/10/2014)

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