"(...) si las fronteras son arbitrarias, no es posible justificarlas ni
defender legítimamente un cambio. Ni siquiera sirve la regla de la
mayoría, por dos razones.
Porque las mayorías varían en función de la
circunscripción: como en el cuento de nunca acabar, en una Cataluña
independiente, Barcelona podría autoerigirse, circularmente (porque así
lo sientan ellos, y granjeándose de antemano la posibilidad de ser
mayoría), en circunscripción soberana y decidir entonces que no pagarán
impuestos para Tarragona.
Y porque quien en un colectivo mancomunado
puede abandonar el barco a su antojo, dispone siempre de una capacidad
de chantaje que pervierte la deliberación por el interés general y
elimina de raíz la propia esencia de la comunidad política: la
solidaridad o, lo que es lo mismo, la reciprocidad de derechos y
obligaciones.
De la circularidad que radica en la pregunta acerca del origen del
demos sólo se sale haciéndonos cargo de la arbitrariedad pero nunca
tratando de justificar su cierre apelando a la lengua, a la historia, a
la etnia o al sentimiento.
Por suerte el derecho internacional sólo
permite alegar invasión, expolio u opresión: tres circunstancias que,
asociadas con Cataluña, han hecho reír a una comunidad internacional que
les ha cerrado la puerta.
Los Procustos, que nunca entienden que el todo es más complejo que
las partes, harían bien en entrar en la modernidad, con tres siglos de
retraso, y aceptar que no hay lecturas justificables al margen de las
unidades morales: las personas. España, como Estado social y democrático
de Derecho, es pluralista y talla los derechos individualmente. Sólo
así se hace justicia con quienes arbitrariamente nacen dentro de sus
fronteras.(...)" (
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