"Los nacionalismos parten del Estado como fin en sí mismo: el Estado
nación que consuma la identidad colectiva y conforma una unidad
cultural, tradicional, histórica y frecuentemente lingüística.
La
cuestión radica en si éstos son motivos legítimos y suficientes para
construir nuevas estructuras de poder político o, dicho de otro modo,
para limitar la libertad civil de las personas. (...)
El problema de los nacionalismos es que son esencialmente
irracionales y por tanto indiscutibles, en el sentido de no susceptibles
de afrontar argumentarios racionales que los cuestionen, son ideologías
basadas en el identitarismo colectivo, la exclusión del diferente, el
amor a una tela pintada, un himno, una tierra y la ilusión de un futuro
mejor.
En todo este proceso de misticismo colectivo que reside en todo
nacionalismo, las personas y las razones pasan forzosamente a un segundo
plano, por lo que, no hace falta decirlo, el nacionalismo es y ha sido
históricamente un fantástico instrumento de manipulación de masas. Para
ilustrar esta afirmación baste recordar el lema nacionalista por
antonomasia: “Todo por la patria”.
La cimentación del Estado en la razón, el humanismo y el pacto
social, así como la protección de los derechos fundamentales de los
ciudadanos son conquistas irrenunciables de la historia europea de los
últimos tres siglos, y volver a justificar la limitación de la libertad
de las personas que todo Estado comporta en identitarismos nacionales es
un retroceso histórico que el pensamiento de izquierda no debería
consentir.
Precisamente el Historicismo y el Nacionalismo surgen en la
Europa del siglo XIX como reacción a los movimientos populares que
luchaban por condiciones de vida mejor , blandiendo el romanticismo
patriótico frente a la dialéctica de clases como espacios argumentativos
incompatibles (progreso y justicia social vs tradición y nación) .
Este paso atrás es el que están andando la izquierda catalana y
española en este momento, dejando que la pasión, las fobias , la ilusión
y el arrebato se impongan sobre los que deberían ser sus valores
vertebrales: la razón, el humanismo, la igualdad y la fraternidad. (...)" (Carlos Hugo Preciado Domènech, Público, 10/01/2014)
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