"Parece mentira pero el proceso ha conseguido algo que no consiguió ni Franco: la muerte del catalanismo. De hecho no sé si ha sido un suicidio o un homicidio.
En efecto, el viaje a Ítaca se ha cargado las instituciones catalanas, TV3, los Mossos y por último la inmersión.
El balance es desolador.
Pero también el catalanismo como ideología política.
Ahora los restos de la antigua Convergencia intentan resucitar un muerto.
En El País daban por hecho el pasado lunes el acuerdo entre el PDECAT, Lliga Democràtica, Lliures “e independientes”. En La Vanguardia, dos días después, aseguraban que las citadas fuerzas políticas -ninguna con representación parlamentaria- habían alcanzado un “acuerdo de mínimos” del que se descolgaba el PNC de Marta Pascal. Y este sábado El Periódico hablaba de un nuevo partido (¿otro?) que se nutriría de “militantes” de todos ellos incluido el PNC. La líder sería Àngels Chacón.
Ni lo sé ni me importa. Es como intentar resucitar un muerto.
Antes que nada deberían hacer tabla rasa, autocrítica y propósito de enmienda. Como los indepes.
Porque, para dedicarse a la política son necesarias dos cosas: autoridad moral y liderazgo. No demostraron ni una ni la otra.
¿Dónde estaban Àngels Chacón en los momentos álgidos del proceso? Pues muy sencillo: era consejera de Empresa.
Tuvo la suerte que Torra la echó en aquella remodelación de gobierno que hizo en septiembre del 2020 tres semanas antes que lo inhabilitaran.
Lástima que no la hubiera echado antes.
Si lo hubiera hecho quizá habría salido de diputada. Se quedó en el 2,72% de los votos. A apenas 0,28% del escaño.
Pero recuerdo de su gestión dos momentos memorables.
La primera cuando no se quedó a una cena en Fomento del Trabajo en diciembre del 2018 -a la que también asistía Pedor Sánchez y varios ministros- por solidaridad con los presos del proceso, que estaban en aquella huelga de hambre de mentirijillas. Así te lo han pagado, Àngels.
La segunda, un perfil que le publicaron en La Vanguardia unos días antes -el día 9 del mismo mes- en el que le preguntaron sobre la marcha entonces de 3.700 empresas, según datos oficiales.
Y ella respondía: “Tenemos mucho trabajo. No subestimo la marcha de las empresas, pero no puedo quedarme encallada en eso”.
No hay más palabras, señoría.
¿Y Santi Vila, la esperanza blanca, dónde estaba?
Pues lo mismo.
Pero si iba hasta a las manifestaciones con la camiseta a favor de la independencia. Como en la Diada de Salt del 2016.
Me ahorro otros episodios como cuando daba lecciones de dignidad antes del referèndum del 1-O. "Si tenemos que acabar en la cárcel, acabaremos", proclamaba entonces con rotunidad.
¿Saben por qué Santi Vila no dimitió antes? Porque no era diputado.
¡Cinco años en el Govern (Cultura, Política Territorial y Empresa) a 115.000 euros por año y temía quedarse sin trabajo! Aunque, en honor a la verdad, es el que más ha dado el callo. Ha tenido que pagar de su bolsillo los 216.000 euros de fianza por lo de Sijena. El Govern -y los de la caja de resistencia- lo han dejado tirado. Pese a que esto también le pasa por hacerse el valiente
¿Y el presidente del PDECAT, David Bonvehí?
Haciéndose fotos con Arnaldo Otegi nada menos. Como en la Declaración de la Llotja.
Luego Torra los invitó a Palau y salieron todos muy sonrientes paseando por el Pati dels Tarongers.
¿Y Marta Pascal?
Ídem.
Pero si era la niña de sus ojos de Artur Mas, que la prefirió a ella antes que a Mercè Conesa, mucho más tibia. Hasta se fueron a rendir pleitesía a Puigdemont.
Hace un año todavía la entrevistaban en Catalunya Ràdio.
Y Enric Juliana le echó un cable.
Ahora, políticamente, no es nadie.
Todo esto demuestra que es más fácil hacer política con el viento a favor que en contra. Y que para hacer política hay que picar mucha piedra. A veces en balde. No están acostumbrados.
Incluso se ha cambiado el look -como Anna Gabriel- y anda haciendo de comentarista deportiva.
Marta Pascal ha demostado que no tiene ni siquiera el sentido del tempo, tan importante en política.
Porque se le ocurrió fundar el Partit Nacionalista Català. Una vieja aspiración de algunos convergentes de a principios de los ochenta a semejanza del PNV. Va con 40 años de retraso.
¿Además todos éstos que son? Ni carne ni pescado.
Porque, en compaña, todavía recuerdo Àngels Chacón diciendo que era indepe. Pues si son indepes para eso ya está Junts. Además de ERC y la CUP. No hay mercado para tanta sigla.
El partido que gobernó Catalunya durante 23 años -con mano de hierro en algunos casos dadas las tres mayorías absolutas sucesivas de Pujol- corre ahora el riesgo de la irrelevancia, incluso de la desaparición.
El mapa político que ellos también ayudaron a hacer saltar en pedazos -¿se acuerdan cómo echaron a Unió a cajas destempladas’- amenaza de engullirlos ahora como un agujero negro.
Es verdad que conservan unas 200 alcaldías. Algunas tan significativas como Igualada (Marc Castells), Martorell (Xavier Fonollosa) o Mollerussa (Marc Solsona).
Es un fenómeno curisoso: tienen la alcaldía pero no tienen partido. Se lo juegan todo en las próximas elecciones municipales.
Y está por ver si concurren con las del partido o unas propias.. Sin olvidar que los de Junts ni olvidan ni perdonan.
Al fin y al cabo Laura Borràs no llegó a presidenta por los 77.000 votos que sacó la propia Àngels Chacón en las últimas elecciones al Parlament.
ERC obtuvo 605.000 votos. Junts, 570.000 Con los del PDECAT hubieran conseguido 647.000: 42.000 más que Esquerra. No entraron pero impidieron a Borràs hacerse con la presidencia de la Generalitat.
Y no es lo mismo hacer frente a un juicio penal siendo presidenta de la Generalitat que del Parlament.
Aunque sean delitos comunes -de presunta corrupción: prevaricación, fraude en la administración, malversación y falsedad- en vez de vinculados con el proceso.
Ésa es la clave de todo." (Xavier Rius, director de e-notícies, 19/12/21)
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