7/6/21

«Ayuso ha sabido usar herramientas que el ‘procesismo’ ha utilizado en Catalunya»... Los lemas de España nos roba y el expolio fiscal que dieron un empujón al proceso, visto ahora desde el otro lado: «el gobierno central nos robaría con la armonización fiscal y haremos lo que queramos con nuestros impuestos en Madrid».

 "(...) El proceso independentista catalán ¿tiene que ver con la victoria de Ayuso?

Hay una correlación directa con el ingreso a escena y el éxito electoral de Vox en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 y en las elecciones de 2019. Que Vox no explotase en 2014 o en 2015 y que lo haga después de octubre de 2017 no es casualidad. La influencia del separatismo catalán en el éxito de Ayuso creo que es más reducido. 

Sino habría tenido un éxito notable en las elecciones anteriores, en la primavera de 2019. Sí que vemos una correlación entre ambos fenómenos en que Ayuso ha sabido usar algunas herramientas que el procesismo había utilizado en los años anteriores en Catalunya. Dos sobre todo. La primera, que, además, en Madrid resulta bastante extraño o singular, que es un cierto identitarismo. Como si Madrid tuviese unas peculiaridades que, según Ayuso, sea ir de cañas, algo que nos gusta a mucha más gente, no sólo a los votantes madrileños de ellos. 

Explota un identitarismo en contraposición al gobierno central, en cuestiones como la actuación ante la pandemia, las restricciones… El segundo elemento es la cuestión fiscal. Una de las banderas que le ha permitido forjar esta coalición social y conseguir casi el 45% de los votos es el tema fiscal. «Aquí hacemos lo que nos da la gana con nuestro dinero y que el gobierno central se olvide de imponer la armonización fiscal».

Y lo conecta con la libertad. Los lemas de España nos roba y el expolio fiscal que dieron un empujón al proceso en los primeros años, visto ahora desde el otro lado: «el gobierno central nos robaría con la armonización fiscal y haremos lo que queramos con nuestros impuestos y como los gestionamos en Madrid».

 ¿Se puede crear un sentimiento patriótico, nacionalista, de repente? ¿Existía un poso para el «madrileñismo» que ha explotado Díaz Ayuso? Del catalanismo hace cientos de años que se habla

El madrileñismo nunca ha existido. Por un lado, no creo que el madrileñismo haya sido el elemento clave que explique la victoria de Ayuso. Los elementos principales han sido la política fiscal, la oposición al gobierno central en un año tan duro como el último y defender la apertura de bares y actividades comerciales.

 La política se hace hoy con frames, marcos, como decía Lakoff. Tú puedes crear marcos y si cuela, cuela. La extrema derecha lo hace constantemente y muchas veces la jugada le ha salido redonda. Si te sale mal, lo dejas estar y las cosas van tan rápido que la gente se olvida en muy pocos días. Ayuso ha creado un marco y no creo que vaya a más.

 Le ha servido y le ha ido bien pero el tema de fondo es la cuestión territorial en España, la posible reforma del Estado de las autonomías y la financiación autonómica y la cuestión central que ha explotado y donde ha construido la idea de el identitarismo madrileño es la idea de Madrid como aspiradora de una parte importante de España, lo que sería la España vaciada. Ayuso y el PP han jugado con ello, siendo Madrid su gran bastión actualmente. Y, eso, atención, tendrá consecuencias.

La izquierda ¿puede apelar a este sentimiento o es patrimonio de la derecha? En Cataluña hay una cierta izquierda que lo hace

También depende de qué entendemos por izquierda. Evidentemente, Esquerra o la CUP han jugado y siguen jugando con esto, facilitando siempre, al final, gobiernos liderados por la derecha o, como ahora, donde hay elementos que podemos encasillar a la derecha o, incluso, de extrema derecha, como ocurre en Junts per Catalunya. 

Son cuestiones muy resbaladizas, muy delicadas, que dependen también mucho de cada contexto, histórico y político y de la cultura política de un territorio o de un país. En la historia la relación entre clase y nación ha sido siempre muy compleja para parte de los partidos socialistas y comunistas. Hemos tenido declinaciones muy diferentes en Europa y, evidentemente, en otros continentes, si pensamos en movimientos de liberación nacional en los años de la descolonización. 

Hay dos cuestiones de fondo. ¿A la izquierda le conviene utilizar estos marcos? ¿Le sirve de algo a medio y largo plazo? Muchas veces, la política, y cada vez más en la actualidad, funciona con una lógica muy a corto plazo. Hubo el debate en Podemos, en los primeros tiempos con Errejón y el significante vacío de ‘patria’ o el de la ‘plurinacionalidad’. 

Tenemos el libro y el discurso de Ana Iris Simón ante Pedro Sánchez hace unos días o el artículo de Antonio Maestre hablando de la izquierda lepenista, que intenta comprar el discurso nacionalista, no se sabe si con buena fe o por tacticismo. No se puede negar la existencia de identidades nacionales ni subvalorarlas o desprestigiarlas. Son sentimientos que se crean.

 Dicho esto, si la izquierda le compra el marco a la ultraderecha siempre acaba perdiendo. Ha pasado con el tema de los migrantes. Hemos tenido hace unos años y aún colea el hecho de que sectores de la izquierda en Alemania, con la escisión de Aufstehen (Ponerse de pie), de Die Linke, que cuando Merkel abrió las fronteras a los refugiados de Siria, en el verano de 2015, adoptó una posición muy crítica, diciendo que ‘Acogida para todos, no’. 

Su discurso de fondo era que los migrantes acabarían quitando el trabajo a la clase obrera alemana, que acabaría comprando el discurso de la extrema-derecha que les decía que había que cerrar las fronteras para defender su trabajo. La izquierda que ha adoptado este discurso, aunque sea con muchos matices, esencialmente está asfaltando una autopista a la extrema derecha. Si estás inoculando este discurso, concediendo que la migración y los migrantes son un problema para las condiciones de vida de la clase trabajadora y media, mucha gente preferirá el original a la copia y comprará el discurso de los que quieren cerrar fronteras.

 El tema de la nación, de la identidad, no es exactamente lo mismo pero hay algunos paralelismos. ¿De qué le sirve a la izquierda comprar estos discursos? En Catalunya lo hemos visto de forma muy evidente, con sectores que se definen anticapitalistas que facilitan gobiernos de la derecha neoliberal de toda la vida que, además, cada vez más tiene ribetes identitarios. Ellos se siguen considerando de izquierdas pero, al final, ¿quién tiene la hegemonía cultural aquí?

A la larga, ¿la izquierda lo acaba pagando?

Yo creo que sí. También es cierto que las cosas cambian muy rápido. Hay una volatilidad enorme, no sólo electoral. Los acontecimientos van muy rápidos, nos olvidamos pronto de las cosas. La agenda política está marcada por factores diferentes pero creo que a largo plazo la izquierda pagaría este tipo de cuestiones. 

Hay que tener en cuenta que las cosas no son blancas o negras y hay muchas gamas de grises pero hay unas líneas rojas que la izquierda no debería superar y debería saber jugar con mucha más inteligencia y con miradas a largo plazo.

Hay quien establece diferencias entre patriotismo y nacionalismo. Pablo Iglesias, por ejemplo, decía que era patriota pero no nacionalista. ¿Lo entiende? ¿Lo comparte?

Siempre me han chirriado las referencias a la nación y la patria. Hay mucha dificultad para entender qué diferencia la patria de la nación. Hay muchos estudios tanto en el campo de la politología como en el de la historia sobre el nacionalismo y hay más de una interpretación pero muchas veces los términos nación y patria acaban siendo sinónimos. 

Yo no me siento patriota de ningún país. ¿Qué entendemos por patria? Sinceramente, no me queda claro. Podemos hizo una operación inteligente intentando captar un votante que veía los símbolos de la izquierda como algo lejano. No ser ‘antipatria’ podía ayudar a captar votantes en un momento de descomposición del sistema político.

 Iglesias, entre otros, ha intentado declinar el término de patria no como una cuestión de banderas sino de sanidad, educación pública de calidad… Patria era un significante vacío tal como lo utilizaban. Además, se enmarcó en el proceso catalán con el choque de autobuses -más que de trenes- entre Rajoy y Mas y el tema estaba tan presente que había que tomar una postura al respecto. Ha sido más una apuesta estratégica, táctica de lenguaje, intentando llenar un significante vacío como la patria de otros contenidos, sanidad, estado del bienestar… (...)"                           (Entrevista a Stefen Forti, Siscu Baiges, CatalunyaPlural, 04/06/21)

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