"(...) Ahora tengo una responsabilidad política
que no tenía entonces, pero en el plano personal hay un punto en el que
yo creo que le he dedicado más tiempo del que merecía a una estupidez
conceptual como es el nacionalismo catalán.
No se puede mantener un
debate ideológico sobre una doctrina putrefacta, que la historia ya ha
demostrado qué es lo que consigue si triunfa. Hay un día en el que
piensas: ‘Yo no puedo insistir en una obviedad tanto tiempo, porque
estoy malogrando mi propia vida’.
Es entonces cuando tomo la decisión
personal de desconectar de eso y pasar a preocuparme de otras cosas, que
naturalmente ya me preocupaban, pero me ocupaba todo el tiempo el
debate propio del entorno en el que vivía, y eso era una anomalía. En
Toledo soy feliz, estoy rodeado de un entorno amable, tengo una cantidad
de tiempo que no tenía en Barcelona, dedico más tiempo a la lectura y
no me tengo que coordinar con policías para salir a la calle.
Odio en la atmósfera catalana y el papel de los empresarios
El conflicto no es con España, es entre catalanes. En Cataluña hay
odio en la atmósfera. Ese clima lo ha generado el nacionalismo
gobernante durante décadas. Ellos han roto la sociedad catalana. Por eso
es muy importante que el Gobierno se tome en serio lo que está pasando
allí, y que envíe más efectivos si hace falta, además de destituir a
Torra y tomar el control de los Mossos d’Esquadra.
Hemos visto a mossos
admirables, pero son los de Barcelona, no los de los pueblos de Gerona,
que también van armados. Hay que tener mucho cuidado cuando el odio está
en el aire como un gas inflamable, no se puede jugar con eso. El
destrozo que puede hacer el nacionalismo en una sociedad se ve en que
las cosas que nunca haría gente que tiene mucho que perder, gente con
grandes empresas o negocios, por ejemplo, nunca haría según qué cosas,
si hablamos en términos de actores racionales, pero cuando tú empiezas a
introducir el virus nacionalista y nadie te detiene, llega un día en
que esa gente que tiene, como digo, tanto que perder, se comportan como
revolucionarios anarquistas de principios del siglo XX.
Los mismos que
ahora lloran, empresarios y patronales que dicen: ‘Por favor, majestad,
esto no puede ser’ ¡Hay que ser caradura! Cuando estos empresarios
decían que no se podía ignorar, en referencia a los separatistas, lo que
quieren dos millones de personas, parece en cambio que sí se podía
ignorar lo que dicen todos los demás. Querían privilegios, de todo tipo.
Porque ellos también se han beneficiado de una Justicia española que
estaba anestesiada en Cataluña. (...)" (Enttevista a Juan Carlos Girauta, mariano Alonso, Libertad Digital, 02/11/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario