"(...) Como si solo un trastorno epidémico de la personalidad pudiera
explicar que los intelectuales de izquierdas no den mayores muestras de
simpatía por el catalanismo en general y por Mas, en particular.
A mi ver, este fenómeno resulta más esperado y lógico si se pone en
perspectiva y se proyecta sobre la historia del pensamiento social,
entendiéndolo como una tradición de origen jacobino que reivindica
servicios públicos gratuitos, representación democrática y una
armonización de libertades y derechos. (...)
Numerosos pensadores socialistas y comunistas denunciaron el
nacionalismo como ideología burguesa; de acuerdo con el pensamiento
comunista clásico, la clase trabajadora solo se liberaría de la
extorsión a que la sometía el capital si unía sus fuerzas a escala
internacional y evitaba que los puestos de trabajo se deslocalizasen y
se adjudicasen al país mejor postor.
La conciencia de la globalización
del mercado, la voluntad de garantizar los derechos del hombre y la
esperanza de alcanzar la fraternidad universal están detrás de
iniciativas como la Asociación Internacional de Trabajadores, la
promoción de lenguas universales por parte del movimiento obrero o, más
recientemente, la reivindicación de una fiscalización mundial para las
transacciones especulativas y los esfuerzos por hacer que se respete el
artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que
reclama la libre circulación de personas a través de las fronteras.
Son,
por sus motivaciones, empresas netamente izquierdistas, y todas ellas
trascienden o cuestionan el modelo nacional.
No cabe duda de que los nacionalismos pueden ser también vectores de
lazos de solidaridad, fuerzas capaces de unir a los ciudadanos en una
empresa común, relatos que den sentido a sacrificios individuales o
colectivos. A lo largo de la historia ha habido, en efecto, varios
movimientos de constitución o de reivindicación nacional que se dieron
por horizonte un progreso en el marco jurídico y social de un grupo
humano.
Pero la relación entre ideario progresista y nacionalismo no es
necesaria ni mecánica. Benedict Anderson ofrece numerosos ejemplos de
uno y otro signo en su ya clásica monografía Imagined Communities.
El hecho de que el franquismo reprimiese o desvirtuase las culturas
regionales españolas explica en buena parte que a día de hoy los
nacionalismos periféricos sean percibidos en España como movimientos de
izquierdas. (...)
Sin embargo, el modelo federal que propugnaban los republicanos de 1873
tenía por objetivo repensar la relación de los ciudadanos con el poder,
acercar las instancias de decisión a los electores y agilizar los
trámites administrativos que ralentizaban la industria.
Por ello, se
articulaba en los municipios y en las provincias, no en los extensos
territorios de los antiguos reinos peninsulares. Así lo han recordado
numerosos e importantes historiadores como Ramiro Reig, Ángel Duarte o
Juan Pablo Fusi. (...)
Importa recordar, pues, que el pensamiento de izquierdas tiene una
profunda raíz internacionalista, y que, si bien desde esa misma
tradición se plantearon en ocasiones proyectos federalistas, estos no se
dirimían en las unidades geográficas actuales ni apelaban
necesariamente a identidades culturales o lingüísticas.
En este
contexto, uno puede pensar legítimamente que la agenda soberanista no
tiene mucho que ver con la redistribución global y justa de la riqueza,
sin que ello signifique que desprecia la cultura de los demás, ni menos
aún que padece una cospedalización galopante.
En cambio, pretender que
el que no colabora en la campaña para la independencia de Cataluña es
sospechoso de derechismo —que el que no está con nosotros, cospedaliza—
comporta una simplificación interesada de los ejes de coordenadas entre
los que se han venido dirimiendo las luchas ideológicas en la Europa
contemporánea." (
Álvaro Ceballos Viro
, El País, 1 MAR 2014 )
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