"(...) Veamos: Salvadó es el hombre que, viéndose acosado por la policía, le
dijo a su secretaria --elegida, probablemente, por su famoso método
científico de repartir cargos entre las mujeres con las tetas más grandes--
que arrojara por el patio interior de su despacho todos los documentos
que encontrara en su escritorio.
Debió ver en alguna película americana
la típica secuencia en la que la pasma aporrea la puerta del
narcotraficante de turno y éste intenta deshacerse de toda la farlopa
que acumula arrojándola por el retrete, pero se olvidó de que no es lo
mismo echar unos polvos blancos y tirar de la cadena que lanzar
documentos a un sitio que, con un mínimo esfuerzo, la policía puede
recuperar tranquilamente;
Jové no se queda atrás en su torpeza: se deja su famosa agenda Moleskine a la vista de los maderos y el documento Enfocats dentro
de su ordenador. O sea, los planes del alzamiento por escrito. Y no se
le ocurrió --o no tuvo tiempo-- comerse la agenda hoja a hoja y
destrozar el ordenador a martillazos, que es lo que hace todo conspirador
que se precie.
No contento con eso, una vez lo han pillado con el
carrito del helado, entra en el juzgado muy digno, levantando el puño
--¿pero eso no era algo que hacían los comunistas?-- y niega ser el dueño de la Moleskine
y del ordenador. Para demostrar que la razón le asiste y que no tiene
nada que temer, se niega a someterse a una prueba de voz --para ver si
coincide con la de una comprometedora grabación telefónica-- y a una de caligrafía
para ver si su letra coincide con la del escriba de la Moleskine.
Probablemente porque esas pruebas demostrarían que la agenda era de su
puño y letra y que la voz que conspiraba era la suya. El hombre prefiere
agarrarse a la presunta ilegalidad del registro policial de su
despacho, en el que no estuvo presente. Allá él.
Salvadó es mucho más discreto. Aunque se le considere un miembro
honorífico de la Asociación de Héroes de la República, la verdad es que
no levanta cabeza desde el desafortunado comentario sobre las glándulas
mamarias de las conselleres, que en la época del Me Too
no sentó precisamente bien.
Nos hemos de conformar, pues, con su cara
de cazurro en permanente estado de estupor a la espera de que se
descubra alguna nueva trapisonda a su respecto. Pero
puestos a acabar en el trullo, aplaudo desde aquí la actitud proactiva
de su amigo Jové, quien, por lo menos, da un poco de espectáculo:
¡arriba ese puño, camarada, aunque no sepas lo que significa!" (Ramón de España, Crónica Global, 13/06/19)
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