15/3/18

La situación de bloqueo institucional expresa las dificultades del bloque independentista para gestionar el fracaso de la vía unilateral hacia la secesión

"La situación de bloqueo institucional del Parlament de Catalunya, expresa las dificultades del bloque independentista –cada vez más cuarteado– para gestionar el fracaso de la vía unilateral hacia la secesión impulsada en la pasada legislatura.

El inesperado éxito de la lista de Junts per Catalunya, liderada por Carles Puigdemont, en las elecciones convocadas en virtud del artículo 155 de la Constitución, desbarató el escenario político previsto impidiendo que ERC se alzase con la hegemonía del bloque independentista y situando en el centro de la agenda política la pretensión legitimista de restituir el “gobierno legítimo” e implementar la República catalana.

Esta estrategia reventó los planes de ERC de iniciar una legislatura larga, evitando los choques frontales con el Estado y articulando una mayoría de izquierdas en torno a un acuerdo con los Comunes y con la benevolente complicidad del PSC. 

Se trataba, pues, de un repliegue estratégico para ampliar la base social del independentismo a la vista de que con solo el 47% de los votos resulta imposible materializar la secesión. Además, cuando la vía unilateral ha provocado como respuesta el ascenso de Ciudadanos, un partido extramuros del consenso catalanista y actualmente la primera fuerza política del país.  (...)


A esta línea se opone la apuesta legitimista del entorno de Puigdemont, los llamados “belgas”, y la CUP, ambos partidarios de continuar el enfrentamiento con el Estado e implementar la fantasmagórica República. 

Por su parte, el PDeCat, heredero de la antigua Convergència, integrada marginalmente en Junts per Catalunya, se ubica en una posición intermedia: si, por un lado, comparte con ERC la necesidad del repliegue estratégico frente a la estrategia de la tensión de los belgas y CUP, por otro se opone a la orientación izquierdista de ERC y optaría por un gobierno de coalición independentista pero instalado en el realismo.

Así, pues, el bloque independentista ha dejado de operar como tal. En realidad, como apunta Xavier Vidal-Folch, operan diversas formaciones independentistas sin cohesión interna, donde se revelan opciones estratégicas contradictorias y cada cual defiende sus intereses partidistas y el reparto del poder.  (...)

Para explicar el extraño comportamiento de las formaciones independentistas han de tenerse en cuenta dos factores: el mundo ideológico ficticio y la pulsión inquisitorial. En efecto, ciertas ideologías, como nos enseñó Hannah Arendt, construyen un universo ideológico ficticio pero con una enorme coherencia interna que, a menudo, choca con la realidad. 

Así, mientras todas las evidencias demuestran que la República catalana no existe, la coherencia ideológica del mundo ficcional exige comportarse como si existiese, como ocurre, por solo poner un ejemplo, con la pretensión de constituir un Consejo de la República en la mansión de Puigdemont en Waterloo, de resonancias napoleónicas.  (...)

Ciertamente, en última instancia, acaba imponiéndose el principio de realidad, en ocasiones frente a la feroz resistencia de los guardianes de la ortodoxia del mundo ideológico ficcional, que cuando triunfan suelen conducir al movimiento al desastre, como también se comprobó en el desenlace del proceso independentista.

 Así, pues, los partidarios del mundo ideológico ficcional forzaron la proclamación la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que todos los dirigentes secesionistas ante las instancias judiciales han calificado de “simbólica”, salvo la dirigente de la CUP, Mireia Boya, expresión de la máxima coherencia ideológica del mundo ficcional. 

Aquí debemos observar cómo las bases del movimiento independentista suelen ser más receptivos a los cantos de sirena del mundo ideológico ficticio que a las exigencias del realismo político, lo cual complica la salida al actual bloqueo político e institucional.  (...)

A estas contradicciones de fondo deben sumarse las feroces luchas partidistas por el reparto del control del poder de la Generalitat; particularmente descarnada en lo relativo al control de la Corporació Catalana de Mitjans Audivisuals, esencial para mantener la cohesión ideológica de las bases sociales del movimiento independentista y alimentar su mundo ficcional.

Tres escenarios

En esta tesitura se abren tres opciones.

 En la primera las discrepancias entre las tres formaciones independentistas impedirían alcanzar un acuerdo, lo que desembocaría en una repetición de las elecciones. Se trata de un desenlace posible aunque improbable, ya que unos nuevos comicios pondrían en peligro la actual mayoría del bloque independentista y el reparto del poder.  (...)

La segunda alternativa y la más probable implicaría que finalmente el realismo político acabe triunfando sobre los guardianes de la ortodoxia del mundo ficcional y se invista a un presidente de la Generalitat, sin causas pendientes ante la justicia, que gobernase dentro del marco estatutario y constitucional, a la espera de tiempos mejores. No obstante, esta solución exige una serie de transacciones con los guardianes de la ortodoxia del mundo ficcional  (...)

La tercera opción y la más improbable de todas ellas, radicaría en que los guardianes de la ortodoxia del mundo ficcional volvieran a imponer sus tesis de enfrentamiento con el Estado e implementación de la República, lo cual obligaría al gobierno central a volver a implementar el l55, aunque ahora en condiciones mucho más duras que la actual."                 (Antonio Santamaría , El Viejo Topo, 11/03/18)

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