"(...) Yo vi el 27 de octubre de 2018, poco después de las cinco de la tarde, cómo la presa Forcadell leía la declaración de independencia de Cataluña ante los diputados que la aprobarían minutos después.
Yo vi a policías autonómicos apostados
en los lugares de la votación ilegal del 1 de octubre incumpliendo las
órdenes de la Fiscalía que les obligaban a impedir la ceremonia.
Yo vi a
la multitud, alentada por las máximas autoridades políticas de
Cataluña, impedir con su fuerza que la policía nacional cumpliera las
órdenes judiciales que la policía autonómica no estaba cumpliendo.
¿Qué
quiere decir, por cierto, y respecto de la fuerza ilegítima, que el
preso Sánchez declarara antes de ese día de octubre que si las urnas no
hablan, hablaría la calle?
Es falso sostener que el Estado español abrió una
Causa General contra el independentismo que concluye con este juicio,
como dijo ayer uno de los abogados y es recurrencia habitual en la
estrategia de algunas defensas.
El independentismo operó con total
tranquilidad en Cataluña y en el resto de España mientras sus
movimientos se atuvieron a la legalidad. Pero, al mismo tiempo, es
imposible juzgar los hechos de octubre si no se inscriben en una Causa
General contra el Proceso. El Proceso tuvo por objeto declarar la
independencia de Cataluña, con la ley o contra la ley.
Y en una acción
sostenida de varios años movilizó un número notable de personas y de
recursos, siempre bajo la dirección de la autoridad política catalana,
que nunca obedeció a las masas, sino que las encuadró, en una sucesión
de bellos efectos populistas.
La pregunta profunda de este juicio no es si los
hechos que relata la acusación son ciertos. La pregunta es cómo decidirá
la democracia española castigarlos." (Arcadi Espada, El Mundo, 14/02/19)
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