" El nacionalismo catalán no acepta la realidad de la
Cataluña bilingüe. No acepta que el bilingüismo es un bien que fomentar y
no un problema que resolver. No acepta que en las comunidades bilingües
no cabe discriminar por razón de lengua y que los ciudadanos tienen
derechos lingüísticos que hay que respetar
PARA entender lo que ocurre en Cataluña en materia de lengua,
propongo un pequeño diccionario comentado de la teoría y práctica
lingüísticas del nacionalismo catalán. Las entradas están
alfabéticamente desordenadas –remitiendo cada una a la siguiente– con el
propósito de percibir el alcance, unas veces disimulado y otras veces
evidente, de dicha política.
Normalización lingüística.
Programa de recuperación del catalán en los usos oficiales y sociales,
en el sistema educativo y en los medios de comunicación públicos. La
normalización lingüística establece que el catalán, como lengua propia
de Cataluña, es la lengua de relación preferente del ciudadano con las
administraciones catalanas. El incumplimiento de la ley –el uso de una
lengua impropia como el castellano– puede ser motivo de sanción.
Denuncia lingüística. La ley catalana
establece que «cualquier elemento informativo de carácter fijo deberá
estar redactado al menos en catalán». Si ello no ocurre –o si
determinado producto no está etiquetado en catalán– se puede denunciar
el hecho a la Agencia Catalana de Consumo o a la Oficina de Garantías
Lingüísticas. La reclamación puede tener sus consecuencias.
Impuesto lingüístico. El que pueden pagar los comerciantes y empresarios de Cataluña que no rotulan o etiquetan en catalán.
Inmersión lingüística. En el ámbito
educativo, la normalización lingüística remite a la inmersión
lingüística. Esto es, el modelo del sistema escolar que establece el
catalán como lengua vehicular obligatoria y exclusiva de la enseñanza.
¿Objetivo? Introducir al alumno en una segunda lengua que desconoce, o
no conoce suficientemente, e impartir la docencia en esa lengua. La
sociolingüística señala que hay inmersiones aditivas que buscan el
enriquecimiento lingüístico e inmersiones sustractivas que buscan la
sustitución de una lengua por otra. La inmersión lingüística en Cataluña
–precoz: a los tres años– es de carácter sustractivo o sustitutivo.
Sustitución lingüística. La inmersión
sustractiva impuesta en Cataluña se hace en detrimento de la lengua
materna de muchos catalanes, generalmente el castellano. La sustitución
tiene un carácter sociocultural: se inmerge en la lengua, pero también
en la cultura y la historia.
La primera lenguacultura adquiere prestigio
en detrimento de la segunda. Si tenemos en cuenta que los
castellanohablantes en Cataluña suponen más del 50 por ciento, podríamos
concluir que a la lengua castellana se la trata como si fuera una
lengua extranjera y a los castellanohablantes como si fueran
inmigrantes. (...)
La comunidad nacional catalana. Para el nacionalismo catalán,
cualquier propuesta de comunidad lingüística en lengua
castellana/catalana se considera –además de una agresión contra
Cataluña– sinónimo de recentralización, uniformización y
desnacionalización catalana. ¿El 25 por ciento de materias –solo el 25
por ciento– en lengua vehicular castellana supone un ataque a Cataluña
cuando el castellano es la lengua cooficial y común de los catalanes?
Para el nacionalismo catalán la nación catalana tiene una –solo una–
lengua propia que otorga una identidad nacional propia y distinta de la
española. De ahí que el castellano se considere como una lengua impropia
de Cataluña. De ahí la política de normalización e inmersión
lingüísticas –también cultural, histórica o geográfica– que subordina el
derecho individual a la libre elección de lengua a la catalanización de
los jóvenes:
«Solo a través de la escolarización podremos realmente
catalanizar, hacer miembros de pleno derecho, que tengan sentimiento de
pertenencia a nuestro país los hijos de los que han venido de fuera»
(Irene Rigau, consejera de enseñanza de la Generalitat de Cataluña,
2011).
El futuro del catalán. La normalización e
inmersión lingüísticas como instrumento para evitar la desaparición del
catalán, dicen. La sociolingüística desautoriza al nacionalismo
apocalíptico, valga la redundancia: las interferencias no son
unidireccionales, la transmisión intergeneracional continúa, la base
territorial no se reduce, en las zonas urbanas no se produce la
sustitución lingüística, las funciones de la lengua no se reducen, no se
degrada el estatus de la lengua catalana.
La inmersión es un modelo de éxito académico y cohesión social.
Pónganlo ustedes entre paréntesis.
En primer lugar, PISA no evalúa en
Cataluña el nivel de compresión lectora en castellano.
En segundo lugar,
en la Evaluación General de Diagnóstico –que valora competencia y no
conocimiento– Cataluña está en el número doce del ranking autonómico.
En
tercer lugar, de dichas pruebas se excluye a los alumnos sin dominio
idiomático suficiente.
En cuarto lugar, ¿quién puede pensar que en
Cataluña –sin inmersión lingüística obligatoria en lengua catalana– la
cohesión social peligraría? ¿Acaso en países plurilingües como
Finlandia, Suiza, Canadá, Eslovaquia, Canadá o Andorra peligra la
cohesión social?
En quinto lugar, la cuestión es otra: ¿hay que cumplir
la ley y las sentencias? ¿Los padres tienen derecho a elegir la lengua
en la que quieren educar a sus hijos? ¿Por qué España ha de ser el único
Estado que no puede educar en su lengua común y oficial?
La tentación monolingüe. El nacionalismo
catalán es incapaz de resistir la tentación monolingüe. Una tentación
que –identificando lealtad lingüística catalana con lealtad nacional
catalana– niega la lengua común y la nación españolas para así trazar
fronteras identitarias y nacionales.
Una tentación que –de la lengua a
la economía– limita las oportunidades de trabajo interterritoriales como
si de un nuevo proteccionismo arancelario se tratara. El nacionalismo
catalán no acepta que el individuo sea responsable de sus decisiones y
arguye que la libertad de elección de lengua es un engaño.
Engaño. Sostiene el nacionalismo catalán
que el bilingüismo es un engaño, porque todos los ciudadanos conocen el
castellano y no ocurre los mismo con el catalán. Si tenemos en cuenta
que el 95,2% de los ciudadanos de Cataluña entiende el catalán y el
73,2% lo sabe hablar (fuente: el oficial Instituto de Estadística de
Cataluña), ¿dónde está el engaño? En la voluntad y hábitos de un
ciudadano que tiene el derecho a utilizar, sin complejos ni
imposiciones, la lengua que prefiera. Cosa que, por cierto, ampara la
ley.
El nacionalismo catalán no acepta la realidad de la Cataluña
bilingüe. No acepta que el bilingüismo es un bien que fomentar y no un
problema que resolver. No acepta que el bilingüismo es un patrimonio
común que hay que promover. No acepta que en las comunidades bilingües
no cabe discriminar por razón de lengua y que los ciudadanos tienen
derechos lingüísticos que hay que respetar.
Por eso, el nacionalismo
catalán frecuenta el esencialismo que excluye el castellano, el
monolingüismo que pretende convertir el catalán en la única lengua
oficial de facto y de iure, el dirigismo que plantea reeducar a quienes
han dimitido de la considerada lengua nacional de Cataluña. ¡Qué
paradoja la de quien se ampara en la pluralidad lingüística para imponer
el monolingüismo!" (MIQUEL PORTA PERALES, ABC 16/06/15, en Caffe Reggio, 16/05/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario