19/9/18

Manolo Monereo: que el tema de la corrupción no aparezca como central en el debate político de Cataluña y que sí aparezca en España, pero no en Cataluña, es para mí una señal de subalternidad. No ha habido un esfuerzo para definir un espacio autónomo propio de las izquierdas... la izquierda no vió que hay una ruptura de la comunidad que se convierte en existencial porque una parte de la sociedad catalana de pronto pierde su nacionalidad de origen, que es la española... de pronto un señor de Sabadell y que ha construido Cataluña, que habla castellano, que ha luchado por el derecho de autodeterminación de Cataluña y que ha militado en la izquierda toda su vida, se encuentra con que ya no es español, y tiene además que resolverlo él. Eso es de una de una gravedad inusitada, tan grave que no sé porqué no tiene una mayor trascendencia...

"(...) En cuanto a Esquerra Republicana, ellos se han medido las fuerzas en este proceso y han sacado conclusiones de más peso que las que reconocen ellos mismos. Creo que tenían la esperanza de que Europa sería más activa en reconocer el papel de Cataluña, que el Estado era mucho más débil y estaba más descompuesto de lo que parecía. 

Desde luego, si lo han calculado así han cometido un error garrafal. ¿Pero no se han dado cuenta de que con el tipo de proceso que se ha llevado en Cataluña se ha producido una derechización del mapa político español? Vemos ya la emergencia con cierta fuerza de elementos de fascistización en la sociedad española, y por lo tanto seguir tirando de esa cuerda lo único que puede producir es un enfrentamiento muy serio, tanto en el interior de Cataluña como en todo el Estado.  (...)

—En ese mapa del conflicto que acabamos de hacer falta un tercer elemento: la mitad catalana que no está de acuerdo con el proceso. ¿Qué hacemos con esa mitad, mayoritariamente clase obrera, una mitad a la que las fuerzas de izquierda no han dirigido la palabra en mucho tiempo?

—Yo en esto tengo una posición que seguramente no es muy compartida en Unidos Podemos ni en Podemos, y creo que en la llamada cuestión catalana la izquierda social y política de Cataluña ha sido subalternizada en un larguísimo proceso. Lo voy a decir como lo siento: que el tema de la corrupción no aparezca como central en el debate político de Cataluña y que sí aparezca en España, pero no en Cataluña, es para mí una señal de subalternidad. 

El único partido equiparable al PP en cuanto a corrupción ha sido Convergència i Unió, y que este partido, con un nombre u otro, acabe conduciendo el proceso, no deja de sorprenderme enormemente. Pero sobre todo que entre “nacionalistas” españoles y secesionistas no aparezca una tercera posición que está en principio formulada en lo que hemos llamado el federalismo plurinacional, es aún más sorprendente. 

Es decir, no se ha ido construyendo, no ha habido voluntad, no ha habido un esfuerzo a mi juicio suficiente para definir un espacio autónomo propio de las izquierdas que escape de un debate en el que las izquierdas no tienen nada que hacer, el debate entre nacionalismo español e independentismo.  No veo que se busque una perspectiva diferente, muchas veces siento que se prefiere la equidistancia a tener una posición propia.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que muchas veces se busca una equidistancia, ni lo uno ni lo otro, pero se formula en abstracto, como simple diferenciación. Por ejemplo, esta tercera posición de federalismo plurinacional ¿cuál es la salida que ofrece? Antes lo sabíamos, era la autodeterminación, pero donde hubiese por ejemplo una tercera posición en la papeleta, la del federalismo cómo alternativa. 

O tener claro que no basta con decir sí en el ejercicio del derecho de autodeterminación, eso no sirve sin determinar qué condiciones va a tener ese referéndum, ¿va a ser suficiente solo el 50 más uno? ¿Va a valer eso?

Oh, eso son aspectos que la Generalitat probablemente estaría dispuesta a negociar una vez se aceptara la celebración de un referéndum…

—¿Vale si solo vota el 40% de la población aunque el voto del sí sea el 70% de ese 40%? ¿O habrá que exigir mayorías tanto de votos como de participación? ¿Se puede repetir cada año? Y luego un tema muy importante: ¿qué hacemos con la minoría que se siente española?

—¿Por qué minoría? ¿Quién ha dicho que es minoría?

—Vale, pues qué hacemos con lo que se sienten españoles. Suponte que gana el sí. ¿Qué hacemos con lo que no estén de acuerdo, les quitamos su nacionalidad, su derecho al voto? ¿Les quitamos el uso del español?

—Pero todo esto son aspectos que corresponden a una segunda fase; primero estaría reconocer el derecho de autodeterminacion –que por cierto yo no reconozco en el caso de Cataluña, lo digo para que no haya equívocos en esta conversación–y una vez reconocido ese derecho ver las condiciones en que se puede ejercer, pero sigue apareciendo el mismo problema que te decía al principio: ¿qué hacemos con la mitad de Cataluña que no está por eso, y qué hacemos con la cuestión de la clase?

 —Te voy a responder por elevación. Yo he planteado antes la hipótesis de que se pueda ejercer un derecho de autodeterminacion pero creo que donde nosotros, la izquierda del Estado y la izquierda de Cataluña, hemos sido débiles, timoratos y a veces incluso irresponsables es en no advertir que el paso del nacionalismo catalán al independentismo, del autonomismo al independentismo, crea una crisis existencial en España y una crisis existencial en Cataluña.

 Esto es sobre lo que no se ha reflexionado. No es lo mismo reivindicar los derechos de Cataluña, su autonomía, debatir competencias, incluso rozar la Confederación, que plantearse la construcción de un nuevo estado, porque eso crea, para empezar, la ruptura de la comunidad catalana

 Hay una ruptura de la comunidad que se convierte en existencial porque una parte de la sociedad catalana, que todos sabemos que al menos es la mitad, se ve de pronto siendo parte no ya de otro Estado, sino que pierde su nacionalidad de origen, que es la española. Elegir entre el Estado español y el Estado Catalán no es una elección que se hace tranquilamente en una democracia deliberativa y que si mañana se decide una cosa u otra no pasa nada. 

No, no, de pronto un señor que ha vivido toda su vida en Sabadell y que ha construido Cataluña, que habla castellano, que ha luchado por el derecho de autodeterminación de Cataluña y que ha militado en la izquierda toda su vida, se encuentra con que ya no es español, y tiene además que resolverlo él. 

Eso es de una de una gravedad inusitada, tan grave que no sé porqué no tiene una mayor trascendencia. No es lo mismo el paso a la independencia que el paso a una ampliación de la autonomía. No es lo mismo porque eso significa una gravísima crisis existencial de la sociedad catalana que no se resuelve solo con elementos de democracia, no es una cuestión de democracia deliberativa, no es una cuestión entre otras, es una elección en la cual le va la vida a uno, y el sentido de la vida de una persona, su identidad.

 Pero además, a nivel del Estado las consecuencias son enormes; lo digo en negativo: quien crea que en la España de hoy la secesión de Cataluña es posible no solo es un enorme irresponsable, sino que está levantando fuerzas que no se van a poder controlar, y yo creo que en España esas fuerzas ya se están levantando. Seguir tensionando el diferendo entre Cataluña y el Estado español a lo único que lleva es a una polarización que terminará neutralizando a la izquierda, es decir, a Unidos Podemos, fagocitando cualquier posibilidad de cambio en el Partido Socialista y aupando a las derechas en el Estado español, y no estoy hablando de las derechas actuales, sino de derechas todavía más peligrosas. 

Yo creo que eso es lo que no se ha valorado, no se ha tenido en cuenta, y me temo que entraremos en un proceso muy duro, porque ante la propuesta del Partido Socialista de una reforma del Estatuto los independentistas han dicho que es cosa ya del pasado y una reforma constitucional no parece que tenga hoy mayoría en el Parlamento y desde luego el Partido Socialista no la va a plantear.

Cuando dices que se levantan fuerzas que a lo mejor no se pueden controlar, ¿a qué tipo de fuerzas te estás refiriendo? ¿A qué poderes?

—Yo vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo que España es en muchos sentidos una excepción europea. Si te fijas bien, España tiene dos características que no tiene casi ningún país europeo: hoy por hoy no existe una fuerza de masas organizada de extrema derecha –siempre se puede decir que Ciudadanos y el PP son de extrema derecha, pero yo creo que hay que ser serios y no se pueden decir barbaridades, porque al menos todavía no es así– y la segunda es la de que es el único país en el que crece la izquierda. Incluso se da la paradoja de que hoy tiene un gobierno dirigido por un socialdemócrata, algo que no sucede en toda Europa.

 En el resto de Europa la izquierda está liquidada, específicamente la socialdemocracia ha desaparecido como actor político fundamental. La extrema derecha ha crecido mucho y en muchos países tienes que elegir en entre derecha extrema y extrema derecha. Y en estos países la extrema derecha, más que ser una alternativa a la derecha existente, sirve para derechizar aún más a esta.  

Lo que hace la extrema derecha es lo que decía una vez Pierre Bourdieu de Le Pen, que cambia la agenda política y lleva el país más a la derecha. Si te fijas bien esto es lo que estamos viendo hoy en Europa. Desde esa perspectiva, un debate entre un secesionismo catalán muy duro que busque el enfrentamiento con el Partido Socialista lo único que va a generar es una polarización social que desde luego es un escenario no demasiado bueno para Unidos Podemos y nada fácil para el Partido Socialista, pero escenario ideal para la emergencia de las derechas como fuerza política. 

 Pongo un ejemplo: todo apunta a que Vox empieza ya a tener votos suficientes como para aparecer en el Parlamento europeo, y también en unas elecciones en España. Esa es una de las consecuencias más importantes, y desde luego el nuevo PP Pablo Casado ha cogido la cuestión catalana como elemento de confrontación con el gobierno. 

Y con un secesionismo catalanista endurecido en relación con lo que ya hemos vivido es fácil que una parte sustancial de la parte de la sociedad catalana que se considera española vaya mirando más hacia la derecha, algo que ya ha sucedido con Ciudadanos, y que mire aún más hacia la derecha. 

Por ejemplo Vox puede tener hasta posibilidades de tener representación en el Parlamento catalán. También en la sociedad española el debate secesionista está haciendo muy difícil el surgimiento de una alternativa democrática. Curiosamente, lo diré así, el secesionismo puede terminar fortaleciendo la monarquía española."                  (Entrevista a Manolo Moreneo, Miguel Riera, El Viejo Topo, nº 368, Septiembre, 2018)

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