"Sé que te gusta hablar de España, amigo indepe, al contrario de lo que nos ocurre a los españoles.
(...) fueron los que venían del otro lado de los Pirineos, hablantes de lenguas provenzales (en las que el sufijo -ol
es frecuente en los gentilicios), quienes primero nos vieron como un
conjunto, cuando aquí separábamos por moros, judíos y cristianos. De
entonces nos viene el fijarnos más en lo que nos separa que en lo que
nos une y el pensar poco en nuestra identidad.
En mis amigos indepes, entre
los que te cuento, observo en cambio una pasión por hablar de España tan
llamativa como la de los ateos, que se pasan el día discutiendo de
Dios, y los católicos, que solo hablan de sexo.
Curiosamente, sois los indepes —con
ese apelativo juguetón que no oculta la temeridad de vuestros líderes
políticos— los que más nos hacéis mirarnos. Y vemos que disfrutamos de
momentos de orgullo ¿por qué no? Nos ocurrió el 8-M, cuando las mujeres
salimos a la calle en masa y nos convertimos en noticia en todo el
mundo.
Los provenzales hubieran dicho: españolas. Cuando nuestro país
decidió acoger a los 660 inmigrantes del Aquarius
en riesgo de morir, un sentimiento idéntico recorrió el país: Euskadi,
Galicia, Valencia, se ofrecieron a acogerlos… Los hablantes de provenzal
hubieran vuelto a decir: españoles. Orgullo sin alharacas y
satisfacción por exhibir una decente hoja de servicios a la humanidad. (...)
Tú y yo sabemos, porque hemos leído a Hobsbawm, que el
nacionalismo consiste en la “invención de la tradición”. Hasta ahí, tu
recreación de mitos y leyendas era un pelmazo, pero tolerable. Ahora
bien, inventarse el pasado es una cosa e inventarse el presente es otra
muy distinta. España es hoy una democracia plena, de hecho figura como
una de las solo 19 “democracias plenas” del Democracy Index de The Economist.
Para nosotros, Europa siempre eran otros: aquellos
países democráticos y con un sólido Estado del bienestar a los que
imitar. Hoy en día, en cambio, atenazada por la inmigración y el auge
nacional-populista, la propia UE nos necesita y reclama para encabezar
la defensa de los valores democráticos y las sociedades abiertas.
La democracia, la cohesión, el Estado de derecho… hoy somos nosotros,
con nuestros amigos portugueses, y el empuje de Francia y Alemania,
quienes mantenemos la convicción en esta utopía frente a nacionalismos
de mayor o menor enjundia. Europa sigue siendo una potencia democrática
mundial, pero necesita ser defendida.
Ser solidarios es nuestra forma de
ser europeos. Por eso lo somos dentro de nuestro país, redistribuyendo
la riqueza con las regiones menos desarrolladas, y nunca llamamos robo a
la solidaridad. (...)
Somos un país en el que nadie está preso por sus ideas
políticas. Ya sé que te gusta decir lo contrario, pero Human Rights
Watch y Amnistía Internacional niegan tu propaganda. Podríamos hablar
más despacio del abuso de la prisión preventiva en nuestro país, pero
también de la que se impone a los robagallinas.
Me ofende cuando hablas
de presos políticos porque mi abuelo lo fue. Estuvo siete años en la
cárcel sin juicio, sin saber de qué se le acusaba, sin derecho a un
abogado, por cometer el terrible delito de ser maestro de la República.
Una última cosa, amigo indepe.
Te pido que no banalices la historia de terror político de la dictadura
franquista y que no siembres odio ni mentiras sobre España. Nadie te va
a creer por ahí fuera, y solo vas a conseguir que muchos españoles
reparemos en que nos ocurre como a Albert Camus, que escribió: “Amo
demasiado a mi país para ser nacionalista”.
No insistas. No nos vamos a
hacer nacionalistas. Ser españoles es nuestra manera de ser europeos." (Irene Lozano, El País, 24/07/18)
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