"(...) todo es incierto. O casi. Aún no está del todo claro, por ejemplo,
que es la ANC. ¿Una asociación? ¿Un movimiento social? ¿Un lobby? Según
Andrew Dowling, profesor de Historia catalana y española en la
Universidad de Cardiff y autor de The Rise of Catalan Independence: Spain’s Territorial Crisis (Routledge,
2017), la ANC es “más que un lobby o un grupo de presión, pero menos
que un movimiento social, ya que no tiene planteado ningún cambio de
estructura de poder, que es el elemento clave para definir un movimiento
social”.
Guillem Martínez define a la ANC como “un movimiento civil
vertical que ofrece una sensación de horizontalidad, pero que en
realidad repite consignas gubernamentales”.
Según Enric Ucelay-Da Cal,
catedrático emérito de Historia Contemporánea en la Universitat Pompeu
Fabra y autor de obras como El imperialismo catalán. Prat de la Riba, Cambó, D’Ors y la conquista moral de España (Edhasa,
2003), es un poco de todo esto, pero “con una capacidad de influencia
muy reforzada por el cambio tecnológico que se junta a la idea de la
independencia como una utopía disponible”.
No es posible entender
qué es la Assemblea Nacional Catalana sin tener en cuenta el rico
tejido asociativo catalán. Según Dowling, “la cultura existente en
Cataluña era la de una sociedad civil participativa. La Assemblea se ha
construido a partir de esa base”.
También Jordi Amat, escritor y
colaborador de La Vanguardia, subraya este aspecto: “la ANC ha
tenido una capacidad de captación enorme del asociacionismo que ya
existía. Sobre todo fuera de Barcelona y del área metropolitana
consiguió sumar a su proyecto un tejido civil que ya estaba construido”.
Sin
embargo, sólo con esto no podemos entender la consolidación de esta
peculiar experiencia. “La ANC”, continúa Dowling, “ha aprendido de la
experiencia de los movimientos independentistas de los años ochenta y
noventa, que eran marginales, y ha buscado la centralidad.”
No es
casualidad, como recuerda Jordi Amat, que exista una continuidad con la
experiencia de la Crida a la Solidaritat, movimiento activo durante
todos los años ochenta, que organizó acciones de protesta innovadoras
centradas sobre todo en la defensa de la lengua catalana. “Que Jordi
Sánchez, que estuvo en la Crida, sea el actual presidente de la ANC es
ejemplo de esta continuidad”, apunta Amat. Lo mismo puede decirse de
otros activistas de la primera hora.
Según Amat, que ha dedicado un importante ensayo a la historia de la cultura y la política catalanas –El llarg procès. Cultura i política a la Catalunya contemporània, 1937-2014
(Tusquets, 2014)–, tampoco se debe olvidar el precedente de la
Assemblea de Catalunya de los años setenta.
“Más de un impulsor de la
ANC había estado en la Assemblea de Catalunya. Para la nueva operación
han intentado buscar el referente histórico de la mítica plataforma del
antifranquismo, a partir del mismo nombre: Assemblea”, aunque,
evidentemente, las diferencias son enormes.
Ucelay-Da Cal apunta
que la ANC sale del colapso de otras experiencias: “Una de las
características del juego nacionalista durante el siglo XX era la
existencia de grandes partidos moderados estables mientras todo lo demás
era muy inestable. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) lo resuelve
en los años treinta, convirtiéndose en un inmenso paraguas para
infinidad de pequeños grupos.
Hay algo de continuidad con este modelo,
en cierta manera.” Lo que hay que remarcar, según Ucelay-Da Cal, es que
la ANC es un “organismo político que no es una fuerza política, una cosa
muy catalana, del mismo modo que la Lliga Regionalista a principios del
siglo pasado. Esto permite una transversalidad que es muy difícil de
encontrar en el contexto español”.
Amat añade que para entender
el éxito de la ANC hay que tener en cuenta el cambio que ha vivido el
catalanismo en la última década: “La Assemblea Nacional Catalana es una
herramienta efectiva para socializar esa mutación ideológica del
catalanismo que asumen los partidos mayoritarios del nacionalismo,
Convergència y Esquerra”.
Convergència i Unió (CiU), el partido de la
centralidad en Cataluña durante toda la etapa autonómica, empezó esta
transformación tras la reforma del Estatuto de Autonomía, aprobado en
referéndum en junio de 2006. Lo asume de manera programática ya en 2007
con el famoso discurso sobre la Casa Gran del Catalanisme de
Artur Mas.
“En ese momento Convergència, que se encontraba en la
oposición, dobla la apuesta porque ve su espacio amenazado y se hace
soberanista”, comenta Amat. “Al mismo tiempo el soberanismo va ganando
espacios en la sociedad con el activismo de la Plataforma pel Dret de
Decidir, fundada en diciembre de 2005”.
Lucha por el poder interno
Mucho
se ha debatido sobre las relaciones entre la ANC y el Gobierno catalán.
Hay quien sostiene que la Assemblea es el perfecto ejemplo de la pureza
de la sociedad civil y quien la considera una correa de transmisión del
Gobierno.
Según Dowling, la ANC tiene su autonomía pero comparte en
gran medida la visión del Gobierno catalán: “En los últimos cinco años,
la Assemblea ha intentado controlar el Gobierno y el Gobierno ha
intentado controlar la Assemblea. Se ha producido un constante tira y
afloja”, explica el profesor de la Universidad de Cardiff.
Guillem
Martínez, que analiza semanalmente el proceso soberanista en las páginas
de CTXT, remarca que, sobre el papel, la autonomía de la ANC es total,
pero, en la realidad, el control del Gobierno sobre la Assemblea es un
hecho. Prueba de ello, entre otras cosas, sería que en las elecciones
autonómicas del 27-S de 2015 Carme Forcadell se presentara como número
dos de la lista de Junts pel Sí (JxSí) y que la ANC hiciera campaña por
esa coalición.
Enric Ucelay-Da Cal explica que la ANC representa
muy bien “la fluida frontera entre el espacio público y el privado que
tiene que ver con la incapacidad de clarificar la diferencia entre lo
propio y lo que es de todos”. “Cuando no se puede actuar en la lógica
partidista”, dice este profesor emérito de la Universitat Pompeu Fabra,
“el dinero viene por lados privados.
Ese fue el secreto del pujolismo.
Era corrupto y altruista a la vez. Algo muy mediterráneo, desde luego.
No queda claro lo que es de todos y lo que es particular y privativo.”
Según
Jordi Amat, la ANC puede ser definida como “una institución no
gubernamental que ejerce cierta presión al Gobierno, pero que comparte
proyecto con él”. Es importante volver al trienio 2010-2012, según el
escritor barcelonés: “Cuando Òmnium Cultural organiza la manifestación
contra la sentencia del Tribunal Constitucional en julio de 2010, era
difícil pensar que existiera una organización estable de movilización.
A
partir de ese momento, el catalanismo se vincula a una movilización
constante que representará la ANC. Por eso, la batalla por controlarla
ha sido bestial”.
Efectivamente, la lucha de poder interna ha
sido brutal. Uno de los momentos clave fue la primavera de 2015, cuando
Jordi Sánchez sustituyó en la presidencia de la ANC a Carme Forcadell,
que se convirtió en presidenta del Parlamento de Cataluña, tras las
elecciones “plebiscitarias” del mes de septiembre.
La elección interna
fue muy discutida ya que la candidata más votada fue la escritora Liz
Castro, pero Sánchez, que había acabado segundo, consiguió hacerse con
la presidencia de la entidad, gracias al voto de los miembros del
secretariado. Forcadell venía de ERC, mientras que Sánchez, tras su
militancia en los ochenta en la Crida, era un hombre cercano a
Convergència.
Algunos sostienen que fue el mismo Artur Mas quien pidió a
Sánchez –que a principios de 2015 era adjunto al Síndic de Greuges
[Defensor del Pueblo en Cataluña]– que diese el paso. En toda la
operación, que se saldó con el control de la ANC por parte de
Convergència, tuvo un papel crucial David Madí, uno de los hombres en la
sombra de todo el proceso soberanista catalán.
Como se recordaba
antes, la ANC se constituyó oficialmente en marzo de 2012 y su primera
puesta en escena fue la Diada de aquel año. Todavía se discute si la
manifestación fue organizada sólo por la sociedad civil o si lo fue por
el poder nacionalista a la sombra.
Posiblemente la verdad está en el
medio: la protesta social espontánea –que mezcló a sectores del
post-15-M, movilizados por los recortes y la gestión de la crisis
económica, con un activo movimiento independentista que había cobrado
fuerza con las consultas sobre la independencia organizadas en los
municipios catalanes entre 2009 y 2011– se combinó con una laboriosa
estrategia del Gobierno catalán para canalizarla. “La Diada de 2012
tenía un apoyo gubernamental”, explica Amat.
Es muy significativo el
discurso institucional que pronuncia Mas la víspera. Ahí, dirigiéndose a
los convocantes de la manifestación del día siguiente, dijo aquel
famoso: ‘vuestro clamor es el mío, vuestra voz es la mía y vuestros
anhelos los míos’. “La institución de autogobierno asume la movilización
como el punto desde el cual se puede desarrollar su proyecto político”,
apunta Amat. “Y quien le hace el trabajo para ese cambio de rumbo es
justamente la ANC”, añade.
Cursi y sentimental
Un
dato reseñable es la capacidad de la ANC –que tiene más de 40.000 socios
de pleno derecho y a otros tantos simpatizantes– para mantener
movilizadas a sus bases. Según Amat, la Assemblea “ha llenado de sentido
la vida de mucha gente”.
Guillem Martínez ahonda en esto: “Ofrece mucho
ocio, tienes el domingo ocupado. Y, además, te da un sentimiento de
vértigo, de pertenecer a una época”. Según el autor de La gran ilusión,
se trata de un “movimiento cursi y sentimental” que permite hacer
vertical la protesta: “Si la ANC se plantase, se produciría un desborde y
se acabaría el Procés. Pero lo ha hecho sólo en dos ocasiones.
No es su función, al menos de momento.”
Según Martínez es sintomático
ver lo que pasó el 10 de octubre cuando Puigdemont, tras la celebración
del referéndum unilateral de autodeterminación, intervino en la Cámara
autonómica delante de la expectativa general. “Se había montado un
independentódromo [en el Paseo de Lluís Companys, cerca del Parlamento]
para celebrar la declaración de independencia, pero Puigdemont se rajó.
Sin embargo, la ANC explicó que era una táctica para conseguir la
independencia y que se debía seguir apoyando al presidente”. Para
Martínez esto es una muestra más de la estrecha cadena de confianza
existente entre Assemblea y Gobierno en la que las redes sociales, sobre
todo whatsapp y twitter, juegan un papel clave.
“Todo es comunicación”,
apunta el periodista barcelonés, que añade que “la unión del Gobierno
con la sociedad se ha conseguido vía sentimientos e información”.
Martínez considera a la ANC una “comunidad de sentido”, algo
completamente distinto a la “comunidad de poder” que representa el PP:
“No hay nada igual en Europa. Antes de que naciese Podemos, Íñigo
Errejón se planteó montar en España unas juventudes peronistas. No lo
consiguió. En Cataluña lo consiguieron. La ANC es una especie de peronismo.cat”.
Una opaca financiación
Una
de las facetas menos conocidas de la ANC es la que atañe a sus cuentas,
que jamás se han hecho públicas. La otra gran asociación del
independentismo, Òmnium Cultural, sí las publica: más de 5 millones de
euros en 2015 y 55 empleados. De la ANC sólo se sabe que en 2016 ha
ingresado 3,3 millones de euros, nada más. “Es una máquina de sacar
dinero”, apunta Martínez.
La venta de merchandising (camisetas,
banderas, kit para la Diada, etc.) es una de las principales fuentes de
ingresos, pero nada se sabe de posibles subvenciones públicas. De
Òmnium, por ejemplo, al menos sabemos que entre 2008 y 2010 recibió 1,5
millones de ayudas por parte de la Generalitat.
De la ANC se sabe sólo
que fue multada –al igual que Òmnium– por la Agencia Española de
Protección de Datos con 90.000 euros en abril de 2017, y que
anteriormente se le embargaron 240.000 euros por la encuesta que
hicieron las entidades soberanistas en 2014, antes del referéndum del
9-N, para preguntar a los ciudadanos como querrían que fuera una
Cataluña independiente.
Según Ucelay-Da Cal, una de las marcas de
la ANC es que “aparece como algo nuevo: no son los viejos partidos,
tampoco es la ideología durísima de las diferentes sensibilidades de la
CUP. La ANC es “gente razonable” que ofrece un discurso aceptable. Una
ideología íntima, que no es formal ni partidista.
Pero esto también está
en el nacionalismo catalán desde finales del siglo XIX hasta que la
Lliga crea una máquina electoral”. Martínez le ve mucho futuro a esta
experiencia: “Por un lado, nadie la cuestiona. Por otro, el Gobierno
catalán no ha hecho nada en cinco años y ellos siguen ahí”. También
Ucelay-Da Cal le ve más futuro a una organización como la ANC que a los
partidos clásicos, que viven una crisis sin precedentes, como en el caso
del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT), la refundación de la
antigua Convergència.
“ A Jordi Sánchez lo puedes meter en la cárcel,
pero tienes otros tres o cuatro que pueden hacer el mismo discurso
ideológico íntimo, no de partido”. Justo en ese punto nos encontramos. A
ver qué nos depara el futuro."
(Este artículo se ha publicado en la revista Atlántica XXII, núm. 53 (noviembre 2017), pp. 14-17. Steven Forti en Rebelión, 16/02/18)
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