"(...) Las élites y partidos que dirigen el Procés han sabido borrar
cualquier atisbo de lucha social y de clases que se haya podido dar en
estos años, prácticamente apagando los focos de protesta que aparecieron
con el 15M. Podemos ver similitudes con la jugada maestra neoliberal que Thatcher aplicó tan bien durante los años 80 en Inglaterra, donde ya no había sociedad, sino individuos y familias.
En la actualidad, en Cataluña todo el mundo es clase media, ya no hay pobres, solo oprimidos por el Estado español.
El movimiento independentista ha conseguido vaciar de significado las
palabras como pueblo, democracia, justicia e igualdad para rellenarlas
con el significado que más le convenga, como todo populismo de derechas
ha hecho a lo largo de la historia.
En la lucha por la liberación del
pueblo catalán poco importaban las clases sociales que lo componían,
aunque éstas tuvieran intereses antagónicos. En un futuro –nunca
concreto y realizable– explicaban los partidos de izquierda
independentista ya se enfrentarían a sus adversarios, una vez que fuesen
un país soberano.
Durante este tiempo, partidos tan radicales como la CUP, se opusieron a medias para luchar en contra de las políticas neoliberales, votando a favor de los presupuestos de Junts pel Sí
con recortes dramáticos del estado de bienestar catalán y llamando
traidores a una parte minúscula de la izquierda que comenzó a cuestionar
los términos de esa independencia.
Tirando de hemeroteca podemos
encontrar las recientes declaraciones de Mireia Boya, representante de la CUP, llamando traidora a Ada Colau
por su postura sobre el referéndum de autodeterminación, o en otras
posicionándose en contra de los sindicatos mayoritarios –COOO y UGT–
adoptando actos propios de la patronal.
La clase media catalana que se sumó al movimiento
independentista no lo hizo por querer crear una sociedad más justa, sino
porque quería recuperar el poder adquisitivo que había perdido por
culpa de la dura crisis económica, que erosionó su nivel de vida.
Debemos recordar que la capacidad de compra de los catalanes, la
evolución de los salarios medios descontando la inflación, es un de 5,8%
menos que en 2011.
Poco a poco fueron creando un relato comprado por
la mayoría, obviamente empujado desde las instituciones y los medios de
comunicación catalanes, e invisibilizando a las clases populares
que no tenían voz y en ocasiones tampoco voto; los representantes
políticos pocas veces defendían a los votantes de clase trabajadora.
Para entender la manipulación de los medios catalanes y su militancia
férrea a favor de la independencia –actuando en muchas ocasiones más de
órgano de propaganda que de información–, debemos investigar su fuente
de financiación.
En 2015, la Generalitat concedió subvenciones de
810.719€ a La Vanguardia –diario que reparten gratis en el metro de Barcelona–, 463.987€ a El Periódico de Catalunya, 457.496€ a El Punt Avui, 313.495€ al diario Ara; también siendo la principal fuente de ingresos de los periódicos digitales, como es el caso de Elnacional.cat que recibe 389.712€ anuales o Nació Digital,
del que entre subvenciones y publicidad institucional obtiene un 92% de
su financiación de fondos públicos, unos 778.651€ anuales.
Mediante
esta subvención a los medios se consigue un control absoluto de los
mismos y un domino del gobierno, así como el mantenimiento del statu quo
que otorgaba tener acceso a todos los presupuestos y repartirlos a su
antojo.
Así se acababa creando una red clientelar por la cual
estos medios rendían pleitesía y opiniones favorables al gobierno, y el
gobierno les devolvía esta lealtad en forma de subvenciones. Este
mecanismo hace tiempo que lo viene señalando el economista Vicenç Navarro, usando el término Nacionalpatrimonialismo. (...)" (Patricia Castro, Mientras tanto)
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