"(...) Usted defiende que el día 8 de octubre, con la celebración de la
manifestación constitucionalista que reunió a un millón de personas, se
produjo un cambio de paradigma. ¿En qué consiste?
El día 8, por primera vez población de clases populares, que jamás
habían expresado ninguna opinión política de forma pública, que jamás se
había manifestado en la calle, decidió salir y expresar su descontento
respecto a lo que estaba pasando. Fui testigo, durante la concentración
de frases desesperadas…
¿De qué tipo?
Del tipo “¿qué será de nosotros?”, “¿qué pasará ahora?”. La gente que
se manifestó tenía miedo, veían que si avanzaba el proceso secesionista
se iban a convertir en una nueva categoría, la de ser inquilinos con un
contrato temporal en Cataluña. Literalmente les iban a quitar su país.
Ciudadanos expulsados de su propio país…
Sí, expulsados de su propio país, y sin saber qué iba a ser de sus
vidas. Por eso cuándo les ofrecieron la posibilidad de expresar su
descontento, salieron. Fue la primera desde que comenzó el ‘procés’ que
alguien les convocó con un mínimo de seriedad.
Y eso que se organizó con poco tiempo…
No fue una de las típicas convocatorias del nacionalismo, hecha con
meses y con todos los medios de propaganda a su favor, con TV3 y
Catalunya Ràdio, por poner solo dos ejemplos, al servicio de la
organización. Y con páginas y páginas de publicidad en los diarios. La
del 8 de octubre fue un éxito de las redes sociales, a mí, por ejemplo,
me llegó la información vía whatsapp.
La espontaneidad triunfó frente a la maquinaria perfectamente engrasada de las entidades secesionistas.
Muchísima gente en la manifestación me dijo que se enteró por
Facebook, por poner un ejemplo. Pero sobre todo fue un éxito por lo que
hemos comentado, sin saberlo en muchos casos quisieron evitar lo que
ha pasado en los Países Bálticos, que de un día para otro a buena parte
de la población los convirtieron en apátridas.
Sin tener la referencia
histórica, se temían que les pudiera pasar algo similar. Y fue algo
espontáneo, no hay una estructura política capilar que una a un
organismo central con los barrios de las clases populares, salieron de
manera espontánea ante una convocatoria seria que les dio la oportunidad
de expresarse.
Me comentaba que lo constató personalmente…
Fui preguntando a un buen número de gente que me encontré en la
manifestación, muchos eran de Santa Coloma, de L’Hospitalet, de los
barrios del cinturón rojo, de esas zonas populares que existen en casi
todas las ciudades de Cataluña. Son barrios marginalizados desde la
ideología del ‘mainstream’ nacionalista.
Durante cuarenta años el nacionalismo ha intentado negar la existencia de estas clases populares no secesionistas.
Evidentemente, hay una utilización constante de la mentira por parte
del nacionalismo. La mentira es el método de trabajo de su aparato de
propaganda. Y esa mentira repetida mil veces acaba transformándose en
una posverdad, en algo que la gente va asumiendo y no se atreve a
contestar. El nacionalismo ha tenido un comportamiento manipulador, duro
y adusto que es el que hace que mucha gente sintiera que estaban solos…
¿En qué sentido?
El nacionalismo ha conseguido que millones de ciudadanos que no
estaban de acuerdo con esta ideología, al no levantar la voz, pensaran
que lo suyo era algo excepcional, que no era compartido por más gente.
Es una característica de la hegemonía ideológica, lo que en inglés se
llama ‘mainstream’.
Cuando alguien se sitúa en medio de la corriente, la
corriente le arrastra. Y es muy difícil enfrentarse a ello, por eso la
gente se aparta e intenta sobrevivir en las orillas. Si fueran capaces
de unirse, si se hubieran dado cuenta del potencial humano que hay en
esta población, que es el 60 % de los catalanes y es lo que pasó el día
8, posiblemente nunca hubiéramos llegado a la situación actual. No es
una ‘mayoría silenciosa’, es una ‘mayoría silenciada’.
Desarrolle, por favor.
Nunca existió esa ‘mayoría silenciosa’, siempre fue una ‘mayoría
silenciada’ porque se le silenció de manera interesada, con mecanismos
de exclusión, y eso ha generado que mucha gente se sintiera sola en sus
hogares, que pensaran en su mente que eran los únicos que pensaban de
forma contraria al nacionalismo.
Y ahora hemos visto que, de repente, el
ocho de octubre, y sin los medios de los que gozan cualquier
manifestación independentista, han salido un millón de personas a la
calle. Y solo porque han visto que si no lo hacían pasaban de ser
ciudadanos a no se sabe qué.
Cuando los intelectuales que fundaron la asociación que más tarde
dio paso al partido Ciudadanos, hablaban del “PUC”, el “Partido Único
Catalán”, para poner en evidencia que el nacionalismo catalán se había
infiltrado en casi todo el arco parlamentario. ¿Fue el 8 de octubre, y
luego la segunda manifestación del 29 de octubre, el fracaso del PUC?
Fue el inicio del fracaso del PUC. El PUC es la demostración de la
hegemonía ideológica del nacionalismo, que además se ha repartido todos
los segmentos ideológicos durante décadas para dar a entender que todas
las partes estaban representadas.
Es la característica principal de un
proyecto totalitario bautizado como de “construcción nacional”. Que un
millón de personas saliera a la calle el día 8, y luego otra vez el día
29, es la demostración de que no van a conseguirlo y que empieza su
deterioro como corriente hegemónica.
¿Qué papel juega Ada Colau y los ‘comunes’ dentro del PUC, cuándo
buena parte de la gente que salió a la calle el día 8 y el 29 de
octubre a la calle son votantes potenciales suyos?
Estoy convencido que muchos de los que se manifestaron han sido en el
pasado votantes del PCE vía PSUC, del PSOE vía PSC, de Podemos o de los
‘comunes’, en las diferentes convocatorias electorales a las que se han
presentado unos y otros.
También estoy convencido que los ‘comunes’ van
a quedar tocados porque han demostrado que solo son una rama más del
PUC, encargados de controlar a parte de lo que los nacionalistas llaman
la ‘charnegada’. Les pasará factura el no haber denunciado todos los
excesos del secesionismo, porque, evidentemente, los que han pagado
estos excesos han sido las clases populares.
¿Por qué se lo hacen pagar?
Porque no encajan con el modelo cultural y lingüístico que los
nacionalistas entienden que es el normal y el correcto en Cataluña. Y
cómo no encaja, porque hay un choque brutal entre lengua y clase, lo
pagan las clases populares. Son los paganos de esta fiesta que se han
estado pegando durante casi cuarenta años, después de los otros cuarenta
años de la dictadura franquista.
Pero la ‘bestia’, como usted la define, cuándo ha llegado su
momento dorado y han proclamado la República, lo que anhelaban desde
hace décadas, han reculado y han aceptado la convocatoria de unas
elecciones autonómicas. ¿Por qué?
Porque han precipitado su movimiento. Ignoro la razón por la que se
han lanzado a este aparente vacío, si no eran conscientes que no tenían
masa crítica, si era por el miedo a que la corrupción les estallase dado
que el nacionalismo ha servido para tapar que el sistema estaba podrído
por el uso de fondos públicos para fines privados. Se han precipitado,
han visto que no tienen el apoyo suficiente.
¿Solo eso?
Luego están las manifestaciones del día 8 y el 29, creo que les
habrá asustado. A pesar de los miles de millones de euros que han
gastado en los últimos años al final han tenido miedo escénico. Pero
además hay otro factor: es que viven muy bien. Tanto los que viven del
salario público como los que viven de lo público. Y aquellos que no
están en estas dos situaciones son, en su mayoría, clases medias.
Considera entonces que el nacionalismo no es un movimiento de base.
El secesionismo catalán es un movimiento de la mesocracia, de clases
medias. Y a estas clases medias la crisis le ha tocado, pero muy poco. A
quien ha tocado de lleno es a los que se manifestaron el día 8 y el día
29.
Estos sí que han sufrido las consecuencias de la crisis. Porque
muchos han perdido el trabajo y porque el dinero público se ha destinado
a cosas relacionadas con la construcción nacional, con dinero que se
retrae de la educación mientras meten a sus hijos en barracones,
mientras se cierran quirófanos, mientras no se acaban con las listas de
espera en la sanidad pública…
Los de siempre pagan las facturas patrióticas.
Las clases medias tienen sus seguros privados, sus hijos van a la
concertada o a la privada. Pero lo que también se ha visto que, aunque
de momento hayan pagado las consecuencias las clases populares, si el
proceso secesionista seguía radicalizándose acabarían pagándolo también
las clases medias, porque ningún país permite que una parte de su
territorio se vaya sin consecuencias económicas.
Pues los nacionalistas han vendido que esto sería Jauja.
Mentira. Todo está imbricado, las pensiones catalanes y del resto de
España se resentirían, habría que ver cómo se reparte el espacio
radioeléctrico, los trenes… Si el Brexit, en una estructura confederal
como la europea, ya está trayendo muchos problemas, romper un Estado
prácticamente federal por lo descentralizado como España también los
tendría.
Y no solo por las amenazas del resto de España en plan “si os
vais…”. Las clases medias están descubriendo que la ruptura que están
provocando no es una romería, no es un juego de la PlayStation.
Y han preferido aplazar el pago de la factura.
Es que la secesión es algo muy serio que les puede costar mucho, que
su bienestar de irse los fines de semana a la piscina o a la casa en
Cadaqués está en peligro, sobre todo cuando escuchan cosas del nivel de
las que defiende Oriol Junqueras, que recordemos era el vicepresidente
de Economía, como que las empresas se van de Cataluña porque los
policías pegan a la gente.
Resumiendo, ha sido una mezcla de las dos
cosas: ni tenían la mayoría social, ni iba a ser tan gratuito cómo les
habían vendido a los que viven del erario público como los que están
cómodos con sus pequeñas empresas y sus comercios. Mientras la cuenta la
han pagado otros, las clases populares, ya les ha ido bien, pero a
partir de ahora no iba a ser tan sencillo.
Usted formó parte del jurado que concedió el premio a la
Tolerancia de este año a Ana Moreno, la madre de Balaguer. ¿Qué
significa Ana Moreno para la sociedad catalana?
He militado toda mi vida en grupos de izquierda, considero capital la
libertad y la igualdad. Y la redistribución como algo de justicia. Ana
Moreno es una persona que ha exigido un derecho que le correspondía y ha
sido sometida a escraches y presiones. De forma organizada y metódica
se ha buscado romper su estilo de vida.
Tanto el suyo, como el de su
marido y el de sus hijos, que son menores de edad. Pero aparte de esta
situación, su caso ha servido para descubrir que en Cataluña no existe
una izquierda. No existe en cuanto que ha sufrido una infiltración de
elementos nacionalistas que ha desnaturalizado ese objetivo de libertad e
igualdad.
Y en la que se autodenomina izquierda, a la que escarbas un
poco descubres que ese teórico discurso social es un envoltorio que
oculta un interior férreo que es lo que le permite estar dentro del
Partido Único Catalán, una construcción totalitaria. Han visto lo que ha
pasado en Balaguer y lo han permitido."
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