"(...) Las potencias occidentales vieron a Eslovenia con complacencia y
simpatía. Alemania y Austria se apresuraron a reconocer su
independencia, como reconocieron la de Croacia, sin explicar nunca bien
sus motivos.
Eslovenia y Croacia eran las zonas yugoslavas más afines a
los imperios centrales, a los que apoyaron en la Gran Guerra, y entre
Serbia y el bloque germano-austríaco había, en cambio, una histórica
rivalidad para dominar el mundo balcánico.
La diplomacia alemana
coaccionó además a sus socios europeos, amenazando con disminuir los
fondos alemanes a la Unión Europea (CEE entonces) si esta no reconocía
también a Croacia y Eslovenia (cosa que hizo en enero de 1992).
Y Europa
renunció a aplicar el plan Carrington, que incluía una cláusula de
respeto a las minorías culturales dentro de sus fronteras, con lo que
desapareció cualquier incentivo para mantener los vínculos entre las
repúblicas yugoslavas.
Y a partir de ahí fue el caos. Se inició el rosario de guerras, que se prolongaron hasta 2001 (...)" (José Álvarez Junco, El País, 11/12/18)
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