"(...) Al nacionalismo siempre le ha gustado lo de Spain is different, perdón, quería decir Catalonia is different, y por eso siempre ha abonado la tesis del “hecho diferencial”.
Ya saben aquello de la Cataluña laboriosa frente a la España subvencionada; la Cataluña progresista y democrática –primer parlamento democrático del mundo por sufragio universal, ¡oiga!– frente a la España retrógrada y dictatorial. Se ha alimentado una dualidad excluyente: Cataluña no es España, y eso da muchos réditos.
La
realidad es que el problema de Cataluña no responde a una dinámica
interna, solo de la parte, sino que tiene que ver con el todo, España. Y
es que Cataluña no puede entenderse sin el chollo de España. (...)
Los nacionalismos viven del odio al otro y del egoísmo humano, poco se puede construir con eso: muros físicos y mentales.
Como
decía: las dinámicas políticas, sociales, culturales y, sobre todo,
económicas, se producen en el marco España; otra cosa es como pretenden
jugarlas unos y otros. Y otra, como se alimenta el horno del “Procés”; y
ahí, las responsabilidades están repartidas de forma poco homogénea.
Recuerdan ese mantra de “el PP es una fábrica de independentistas” –yo
no le tengo ningún cariño al PP, ¡ninguno!–.
Pero, ¿se imaginan que
alguien dijera “el PSOE es una fábrica de peperos” o “Las CUP son una
fábrica de españolistas”, o “CDC/PDECAT es una fábrica de
izquierdistas-españolistas” o que Podemos es una fábrica de fachas o
Ciudadanos una fabrica de podemitas? Que alguien se crea cualquiera
–repito, cualquiera– de esos mantras, que se lo haga mirar.
Digo
yo que el PP fabrica peperos, incluso podemos decir que fabrica
españolistas –y los de C’s también–, y que a los
catalanistas/independentistas los fabrican los partidos, valga la
redundancia, nacionalistas; es decir, CDC/PDCAT, ERC y las CUP.
Vale,
ya sabemos lo que fabrican las derechas. Y ¿qué fabrican las
izquierdas? Supongo que deberían huir del tema identitario ya que se
declaran internacionalistas, pero me temo que en España tienen un buen
cacao mental.
La corrupción, la crisis económica y la crisis del sistema de partidos
La
gasolina que han compartido todos los partidos que han tocado poder en
España se llama corrupción, y ahí no ha habido distinciones
identitarias: todos se tapaban, los unos a los otros.
La crisis económica golpea a las clases trabajadoras y proletariza a
una parte importante de las clases medias. El sueño del estado del
bienestar se disipa, el 15M dispara la queja ciudadana, la partitocracia
entra, aparentemente, en crisis.
Los casos de corrupción empiezan
aflorar. Tirar de la manta del otro se convierte en un deporte entre los
que hasta hace poco se tapaban. El pacto no escrito de reparto de
poderes –merced a un sistema electoral tramposo– entre los dos grandes partidos PP y PSOE, y los nacionalistas PNV y CDC, se rompe.
Hay
quien considera que hay dos tipos de nacionalismos: moderados y
radicales. En realidad, el nacionalismo es uno, ya que su ideología es
un proyecto de “construcción nacional”, y este proyecto tiene fases,
unas más lentas y otras más rápidas.
En Cataluña, con el 15M
aparece una contestación social a los recortes que el neoliberal Artur
Mas está aplicando, y eso se constata el 15 de junio de 2011 cuando se
rodea el Parlament. Fue un punto de inflexión en el ritmo que llevaba el nacionalismo: se acelera.
En
realidad, el proyecto no estaba maduro para acelerarlo, faltaba un
tiempo más largo de maceración de la idea nacionalista en la sociedad
catalana. Pero la contestación de la calle contra los recortes desnudaba
de la piel de cordero con que el nacionalismo tapaba sus vergüenzas
lobunas (neoliberalismo feroz y corrupción), además de un miedo a un
movimiento que en principio no comulgaba con el proyecto
nacional-catalanista –Carod, Homs y otros lo despreciaron por
españolista–.
La solución fue envolverse en la bandera, pero en esta
ocasión se usó la estelada. Huyendo de la crisis y los escándalos del
3%, se inició un proceso en el que no parecen tener los suficientes
mimbres para culminarlo; además, la situación es tal que ellos mismos
son conscientes de que, si en esta tesitura no lo consiguen, el proyecto
nacionalista quedará mortalmente herido.
Los riesgos son tan altos que,
como un toro embolado y ciego por el fuego, embiste buscando forzar la
salida liberadora de la secesión.
CDC inicia el Procés y está
claro que se autoinmola en él, aunque pretende, cual ave fénix,
resucitar transmutado en PDCAT. La crisis de la partitocracia le afecta
tanto como a los dos partidos nacionales (estatales), PP y PSOE.
Es
decir, que sufre los mismos problemas que en el resto de España y la
salida no será, como ya he advertido alguna otra vez, cambiar el sistema
electoral para regenerar la vida política
española (y catalana, claro), sino cambiar los actores; es decir, crear
un nuevo sistema de partidos que, soportados por este sistema
electoral, se convierta en la nueva partitocracia.
Y ahí están
peleándose y en la pelea todo vale… desde el órdago independentista
hasta la aplicación, si llega el caso, del 155. Independientemente de
que al gobierno le asiste, en ese caso, la razón legal y legitima. Otra
cosa son las formas o los réditos que como partido quiera conseguir.
La pasada semana ya me preguntaba por la izquierda
y me centraba en la catalana. Pero es que la izquierda española está en
crisis de identidad permanente, resultado de un complejo de culpa
impropia ante el nacionalismo que deviene de una incapacidad para
superar los traumas del franquismo. Esto la hace huir, como alma que
lleva el diablo, de la idea de España. (...)
El problema de los nacionalismos en España se solventará el día que
exista una izquierda desacomplejada, que tenga un proyecto para España y
se posicione frontalmente a este.
Otra España es posible pero para ello necesitamos que otra izquierda sea posible." (Vicente Serrano , Rebelión, 21/02/17)
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