"(...) Propuestas como las adoptadas el jueves por el Parlament sobre un
referéndum para septiembre de 2017 o sobre la sustitución de la
legalidad española vigente por otra emanada del Parlament suenan a
simples bravatas o provocaciones si no van acompañadas de una creíble
explicación de cómo se va a superar la ya conocida negativa rotunda del
Gobierno del PP a todo lo que pudiera servir para llevarlos a cabo.
Una
parte del independentismo habla de una desobediencia masiva y pacífica
como instrumento milagroso que, en la práctica, sustituiría la vieja
forma de la huelga general política. Como los mayores recuerdan, este
país ha padecido décadas de una ominosa opresión política en la que
estaba plenamente justificado recurrir a la huelga general, pero no la
hubo.
Esperar que un país entero, o medio país, se lance de cabeza
contra una pared, ahora o dentro de un año, es poco serio. (...)
Pero si las cosas están así, ¿qué queda? ¿El desistimiento? ¿Una
rectificación que permitiera derivar el enfrentamiento hacia una mesa de
negociación? Para negociar ¿qué? ¿Con quién? ¿Esperar a un improbable
cambio de color político en el Gobierno de España? La crisis del PSOE
apunta más bien a lo contrario (...)
Los diputados independentistas que adoptan en el Parlament acuerdos
impracticables como los del jueves pasado lo hacen con un entusiasmo
incomprensible para cualquier conocedor de la relación de fuerzas real
sobre el terreno, la expresada en el 47% de las elecciones al Parlament.
Sumar los votos de los partidos independentistas con los de Catalunya
Sí que es Pot, no cambia la situación. La ruptura de la que algunos
hablan sería un acontecimiento revolucionario. Creer que este país está
para aventuras de este tipo es tener una visión muy idealizada de la
realidad social y política. Es vivir en una nube." (Enric Company, El País, 11/10/16)
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