"(...) El nacional-independentismo constituye un
ejemplo paradigmático de lo que el pensador británico John Gray
denomina “religiones políticas” contemporáneas, basadas en “mitos
laicos” que “reproducen la forma narrativa del género apocalíptico
cristiano” y que no son más que “modos de aceptar aquello que es
imposible saber”.
Así, el nacionalismo, en la medida en que renuncia a
un conocimiento mínimamente ecuánime de la realidad, sólo puede ser un
acto de fe en una comunidad imaginada como blanco de una conspiración
planetaria -esencialmente española- cuyo objetivo es acabar con dicha
comunidad.
“Lo único que nos podría y nos podrá salvar -del intento de
España de ‘residualizar’ (sic) a los catalanes- sería y será el
pensamiento y la actitud independentistas”, decía en marzo del 2012 uno
de los padres de la criatura, Jordi Pujol.
Y esa es precisamente la base apocalíptica del relato independentista
que su sucesor, Artur Mas, propala a los cuatro vientos, sin ir más
lejos en su último mensaje de fin de año: “El Estado nos quiere
divididos porque sabe que así somos más vulnerables”.
Señala Gray que “los espejismos
colectivos de persecución sirven para fortalecer una frágil sensación de
acción propia”, observación que me parece perfectamente aplicable al
caso que nos ocupa, pues la acción de gobierno de la Generalitat en
estos últimos dos años ha estado definitivamente marcada por el
victimismo y el ensimismamiento.
Pero lo cierto es que esa pretendida
autoafirmación reactiva conlleva necesariamente el alejamiento entre los
catalanes que creen experimentarla y los que no vivimos nuestra
catalanidad conforme a ese relato divisivo que, desgraciadamente,
preside nuestra vida pública como una suerte de fe revelada.
De ahí la importancia de seguir poniendo
en cuestión los dogmas de ese “credo secular” que es el independentismo,
aun a riesgo de pasar a engrosar la ya de por sí abundante demonología
del nacionalismo, lo cual, bien mirado, no dejaría de ser un honor
comoquiera que ésta incluye en una sola lista negra a pensadores
foráneos de la talla de Carr, Elliott, Kamen o, más recientemente, Jürgen Habermas,
que se unen a demonios patrios como Félix de Azúa, Fernando Savater,
Mario Vargas Llosa o cualquiera que cuestione el “relato”.
La pregunta
es clara: ¿hay alguien que se oponga al relato dominante que no sea un
facha según el propio relato? Gray concluye que esos credos seculares
“son más irracionales que ninguna fe tradicional, aunque sólo sea porque
se esfuerzan mucho más por dar muestras de racionalidad”. (...)
España -Cataluña incluida- es como es: esencialmente imperfecta, con sus
grandezas y sus miserias. Por supuesto que es perfectible, pero sólo
desde el realismo reformista y no a partir de relatos basados en sueños
de liberación colectiva que hablan de países nuevos, que por alguna
impenetrable razón nada tendrán que ver con los viejos, sueños que, al
despertar, sólo pueden generar frustración." (Nacho Martín, 21/01/15, artículo publicado en El País el 16 de enero del 2015)
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