"Tampoco puede sostenerse que los Conciertos fuesen devolución de
alguna soberanía de referencia foral. No hubo tal. Nacieron el 28 de
febrero de 1878, por un decreto del denostado Cánovas, que fue su
principal mentor. El 21 de julio de 1876 habían sido abolidos los fueros
de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. El entonces presidente del Gobierno
quiso satisfacer así a los liberales vascos, que habían combatido a los
carlistas y se habían opuesto a la abolición foral.
Pero los Conciertos
no mantuvieron parte de la foralidad, sino que crearon un nuevo sistema.
Permitieron a las Diputaciones vascas una autonomía económica y
administrativa mucho mayor que los fueros, pero muy distinta, por lo que
no pueden considerarse su supervivencia. Y los reguló un decreto, ni
siquiera una ley, lo mínimo para «devolver» soberanías.
Los Conciertos fueron una institución creada por el régimen liberal,
no una tradición secular. Otra cuestión es que se justificara por la
abolición y que los fueristas los legitimaran después con apelaciones a
la tradición foral no del todo justificadas.
El presidente del EBB presenta los Conciertos como producto de «un
pacto entre iguales»: la idea es totalmente nueva, nunca se había
enunciado. El Concierto no nació de ningún acuerdo, no hubo negociación
alguna.
En su versión histórica se defendió el Concierto como sucedáneo
de un derecho histórico, por su eficacia, y por el apoyo social que
alcanzó. Nunca como un pacto, pues a todas luces no lo era y nunca los
liberales (o los nacionalistas, en su momento) lo pretendieron. Les
hubiera concedido una entidad que no encajaba con las reivindicaciones
fueristas.
Tampoco en la Transición, cuando fueron restaurados los de Vizcaya y
Guipúzcoa, fueron objeto de una negociación cuyo resultado se presentara
como un pacto entre iguales, mucho menos como el punto clave de la
inserción del País Vasco en España.
«La única soldadura entre Euskadi y
el Estado español es el Concierto»: esta idea de Ortuzar es también
nueva. Incluso revolucionaria, en términos históricos, no sólo
políticos. Jamás la había expresado nadie, ni siquiera el PNV, que en su
momento (y después hasta este junio de 2013) presentó la recuperación
del Concierto como la de un derecho histórico: jamás como fruto de un
pacto, mucho menos como ‘la soldadura’ Euskadi-Estado. (...)
Retoma un mecanismo argumental característico del PNV, que suele
presentar sus grandes reivindicaciones no como consecuencia de una
voluntad rupturista sino como respuesta a incumplimientos de la otra
parte. Desde este punto de vista la legitimidad soberanista reside en
que España no cumple sus acuerdos con los vascos, lo que les libera de
sus compromisos. Que tales pactos sean imaginarios no cuenta a este
respecto.
Era el esquema de Sabino Arana. Reivindicaba la independencia
asegurando que España había roto un presunto pacto foral, cuyo origen no
documentado se pierde en la noche de los tiempos míticos, como buen
axioma ideológico. La traición antiforal legitimaría la independencia.
Esta argumentación básica se ha repetido sucesivas veces. Hacia 1997,
ayer, los reclamos soberanistas aseguraban que la otra parte, España,
no cumplía con el «pacto estatutario», por lo que cabía echarse al
monte. ¿Ahora este papel corresponde al Concierto? De nuevo la ruptura
sería una responsabilidad ajena.
El mecanismo legitima con la historia cualquier iniciativa drástica,
pero dificulta el debate político. El Estatuto, el Concierto, lo mismo
que los fueros, quedan definidos doctrinalmente y sacralizados como
pactos imaginarios entre iguales. Así concebido, el ‘pacto’ sirve para
justificar rupturas.
Nunca hay noticias de lo contrario, de que se argumente que se cumplen acuerdos, por lo que se acaban las aventuras." (MANUEL MONTERO, EL CORREO 22/06/13, en Fundación para la Libertad)
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