"El 9 de noviembre empieza “oficialmente” la campaña electoral en
Catalunya. De hecho, sabido es, hace meses que estamos inmersos en ella.
Desde finales de agosto cuanto menos.
Si lo pensamos con más calma,
desde las violencias represivas de Felip el Puig, los hachazos sociales
de esos consellers sin alma poliética llamados Mena, Rigau y Boi Ruiz y
desde el programa neoliberal explícito, absolutamente privatizador, del
gran académico -¡qué viva, qué viva, qué diría la Bruja Avería!- Andreu
Mas-Colell.
La orquesta, desde luego, dirigida con mano de hierro y
corazón ennegrecido por el muy honorable Mas, el que se rió en sede
parlamentaria del “castellano ininteligible” de los niños gallegos y
andaluces, y (más en la sombra) por el lobista antiobrero y pronuclear
Duran i Lleida.
En el fondo del escenario, moviendo los muchos hilos que
les son propicios, la figura de don Isidre Fainé y los señores condes
Godó. Félix Millet-Palau no anda muy lejos. (...)
¿Qué hacer desde posiciones de izquierda? Abonar, seguir abonando, las
luchas que en numerosos lugares de la geografía catalana siguen
resistiendo, golpeando y avanzando: los combates en defensa de la
sanidad pública (se quiere privatizar el Clínico, el segundo hospital
público de Catalunya), a favor de la enseñanza democrática y de calidad,
la solidaridad con los trabajadores de Telefónica en huelga de hambre,
con los admirables activistas represaliados de Caféambllet (...)
De acuerdo, de acuerdo, se dirá, pero… ¿y el 25N? ¿Votamos o no
votamos? ¿A quién si lo hacemos? Admitamos que la votación, sin ser
desde luego la única o la más importante acción política, también juega
su papel, en absoluto menospreciable.
¿Qué puede pedir o desear
un votante de izquierda? Sin pretender asaltar los cielos, dos cosas
básicamente. La primera: es probable que ese ciudadano desee, aspire
-con toda la prudencia del mundo, con el mínimo sectarismo del que es
capaz- a apoyar una fuerza que luche de debò, en serio, contra los
recortes, contra los hachazos, contra el diseño planificado, aunque no
explicitado, para acabar con eso que hemos llamado “Estado de
bienestar”. (...)
Esa izquierda nunca estuvo por la independencia de Catalunya (ni
tampoco de Euzkadi o de Galicia). Esa izquierda nunca pensó que no fuera
posible la convivencia en Sefarad, en España, de diferentes pueblos,
lenguas y culturas.
Esa izquierda nunca abonó discursos a la Liga del
Norte sobre la “España” que nos explota o sobre los campesinos andaluces
que se quedan con “nuestro dinero” para pasárselo a lo grande, sin
hacer nada, en bares y tabernas mientras escuchan a Fosforito o a
Morente.
Esa izquierda abonó siempre el discurso de la solidaridad, del
internacionalismo y del no-nacionalismo, sin renunciar a las propias
señas de identidad de cada uno, diversas por supuesto y vividas además
de forma nada clónica.
¿Puede esa izquierda, sin perder sus
finalidades más básicas, abonar un plan que no se sabe muy a qué puede
conducir finalmente pero que, en definitiva, apoya y abona una Catalunya
insolidaria, una Catalunya de ricos o privilegiados, con una
cosmovisión que reduce a España -incluyendo en ella, curiosamente a
Euzkadi y Galicia- a un conjunto de hooligangs fanatizados seguidores de
Queipo del Llano, Franco, Fraga, Blas Piñar, Aznar y doña Esperanza (no
cito a Anglada que es catalán y se llama Josep)?
¿Cómo es posible que
el cabeza de lista de una formación independentista sea alguien que ha
afirmado públicamente, sin posterior rectificación, que Manuel Azaña, un
español como cualquier otro en su lenguaje, aconsejaba bombardear
Barcelona cada 50 años, sin que haya pasado nada, siguiendo ocupando un
espacio -cuidadosamente publicitado- en la arena pública catalana?
La izquierda no ha bebido nunca ni puede beber de esas fuentes, de esa
cosmovisión de neoliberales e insolidarios que siempre ponen el acento
–lo han hecho sistemáticamente durante las tres últimas décadas- en las
diferencias (algunas de ellas inventadas ad hoc) y nunca en los muchos
puntos de unión, confluencia y acuerdo.
Pues bien, si unimos
ambas aspiraciones, nada que pueda ser tachado de izquierdismo o locura
política, ¿qué nos queda? ¿Podemos votar al PSC, a ERC, a la CUPs, a
ICV-EUiA? Parece que no, las cosas por uno u otro motivo, o por ambos a
la vez, no cuadran. ¿Y entonces?
En los compases finales de una
entrevista a Miguel Candel -¡vale su peso en información crítica
enrojecida sobre la historia de Catalunya y los cuentos generados sobre
ella!- [1], se le pregunta al gran filósofo y activista hispánico e
internacionalista si será posible votar en las próximas elecciones
catalanas a una fuerza que combata el neoliberalismo y no apoye el
independentismo.
El traductor de Gramsci y Aristóteles responde: “Si me
dices cuál es, la votaré. Veo que te quedas callado…”.
El
entrevistador reconoce su silencio –“Sí, me he callado y sigo callado”- y
luego apunta cortésmente: “¿Quieres añadir algo más?”.
La respuesta final del autor de Metafísica de cercanías,
trufada de ironía, da de pleno en el corazón de la izquierda:
“Podríamos estar hablando del tema hasta el día en que Cataluña consiga
la independencia…
Pero me parece mucho más urgente dedicar todas las
fuerzas disponibles a intentar independizarnos, no sólo Cataluña, sino
todos los pueblos ibéricos, itálicos y helénicos, como mínimo, de la
infame dictadura del capital financiero internacional.
Un economista
semidocumentado ha publicado recientemente un libro-panfleto titulado
“Hispania delenda est”. Yo propongo que entre todas las víctimas del
totalitarismo neoliberal lancemos el grito de guerra “Troika delenda
est!” Y que surjan pronto muchos Escipiones”.
¡Que así sea! ¿Es
un error pensar que ese, precisamente ese, el señalado por este filósofo
marxista revolucionario, amigo y compañero de Manuel Sacristán y
Francisco Fernández Buey, con décadas de activismo político a sus
espaldas, es el urgente y necesario programa de nuestra hora?" (Salvador López Arnal, El Viejo Topo, noviembre de 2012, pp. 12-17. Rebelión, 09/11/2012)
1 comentario:
Bueno yo voy a votar a ciudadanos, la presencia de gente inequivocamente de izquierdas como el antiguo compañero (no se si actual amigo de Miguel Candel)me garantiza la presencia de una voz de izquierda en una fuerza sin duda muy plural pero inequivocamente no independentista y tambien sin duda de izquierdas.
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