5/8/20

Xavier Rius: Ha llegado un momento en que la política catalana ya sólo te la puedes tomar con sentido del humor. Como la entrevista de Puigdemont en TV3... cuando el resultado es devastador. Ya no queda nada. Ni siquiera Convergencia convertida en un sopa de letras. Sálvese quien pueda...



"Ha llegado un momento en que la política catalana ya sólo te la puedes tomar con sentido del humor. Como la entrevista de Puigdemont en TV3.


Por supuesto, eché en falta en el entrevistador, Vicent Sanchis, algunas preguntas punzantes del estilo: ¿Por qué huyó, president? ¿Por qué no se quedó en Palau como Companys tras el 6 de octubre? ¿Por qué dijo que “mañana todos al despacho”? ¿Cómo huyó: escondido en el maletero o en al asiento posterior del vehículo? ¿Informó a Junqueras de que se iba?


Y me temo que el libro no despejará mis dudas metafísicas.


De hecho, el propio Sanchis -como el resto de la cadena- ha asumido el lenguaje del independentismo porque habló de “exilio”. Sin duda un motivo suficiente para convertir TV3 en una Netflix indepe como propuse en vídeo: si quieren que se la paguen ellos. Al fin y al cabo la CCMA tiene casi 2.400 trabajadores: Mediaset hace el doble de canales con 1.500. El 50% de presupuesto se va en sueldos.


Sanchis, haciendo méritos para un futuro incierto si pierden los suyos, empezó fuerte: el libro de Pugidemont era “largamente anunciado" y "muy esperado”. Incluso se le escapó un “arrasa en las librerías”. Ya les gustaría a las librerías, en tiempos de pandemia, que arrasara al menos un libro. Aunque fuera el del actual eurodiputado.


Después la pausa publicitaria volvió a la carga. "El libro es muy, muy interesante”, remarcó.

He de confesar que todavía no lo he leído pero es evidente dos cosas: que está hecho para justificar su huida y que marca el inicio de una campaña electoral en la que ya no puede anunciar que “volveré”. La campaña, previsiblemente, terminará a principios de octubre. A ver si aprovechan el tirón de la Diada y lo que queda del recuedo del 1-O.


Aparte de esto confirma la desconexión de la realidad del procesismo en general y de Puigdemont en particular. Ya lo dijo durante el momento álgido de la pandemia: que él llevaba más de dos años "confinado" en Waterloo. No está mal teniendo en cuenta que la casa tiene 550 metros cuadrados. Nada comparable a un pisito en Bellvitge.


La única duda que tengo es si esta desconexión -la famosa disonancia cognitiva- es jeta directamente o es que se le ha subido a la cabeza como el alcohol. Es decir que se ha acabado creyendo sus propias mentiras.


Ni que decir que a esta nube han contribuido también aquellos medios de comunicación públicos y privados que han seguido la corriente sin pestañear. En el bien entendido, además, de que los medios no se hacen sólos. No, no es como meter una pizza en el horno. Hay personas de carne y hueso detrás. Otrora llamados periodistas.


Porque, de entrada, Puigdemont dijo que aspiraba a una independencia “a la europea”. ¿Me pueden decir qué país ha conseguido la independencia en Europa tras la II Guerra Mundial o la fundación de la UE?


El ejemplo más cercano, más allá de los dos acontecimientos citados, es el de Irlanda pero y ahí pasaron primero por una guerra de independencia (1919-1921) y luego por una guerra civil (1922-1923). En cuanto dejaron de matar ingleses empezaron a matarse entre ellos. Un poco más lejos -en el tiempo y en el espacio- está la independencia noruega (1905) pero eso era una unión dinástica que se disolvió. Y sin embargo fue de un pelo que no acabara tambén en conflicto. Los noruegos, de otro lado, habían formado parte antes de Dinamarca. El expresidente insistió, sin embargo, en lo de “diálogo y negociación”. Es, sin duda, uno de los mantras del proceso: España no dialoga.

Es como cuando dijo “referéndum o referéndum”. Eso no es diálogo, es imposición. Ningún presidente del Gobierno español aceptará nunca un referéndum de autodeterminación de Catalunya. Sea del PSOE, del PP, de Ciudadanos e incluso de Podemos que, como han visto, han enfriado su apoyo a la causa desde que gobierna. Y mucho menos, por supuesto, si es Vox.


Pero no sólo aquí sino en todo el resto de Europa e incluso del mundo excepto en descolonizaciones africanas o del Tercer Mundo. David Cameron aceptó el referéndum escocés porque Escocia e Inglaterra habían fundado conjuntamente el Reino Unido y porque no tienen Constitución: el primer ministro británico sí que tiene potestad para hacerlo. Aunque viendo el resultado del Brexit creo que nadie más en la Unión Europea quiere volver a hablar de referéndum en muchos años.


No obstante, la frase que más me llamó la atención fue cuando afirmó que “el 1 de octubre salió muy bien”. A ver si lo entiendo: el referéndum no fue reconocido ni por la Comisión de Venecia ni siquiera por los observadoes internacionales que estaban invitados a pan y cuchillo por la propia Generalitat.


El censo fue universal y algunos votantes -como la esposa de Manuel Valls- pudieron votar hasta cuatro veces. ¿Y dice que “salió muy bien”. Sin olvidar, por supuesto, las cargas policiales impropias de un estado democrático en pleno siglo XXI. Al final será verdad que querían un muerto. Un muerto les habría permitido decir: véis lo mala que es España. Buscaron el choque de trenes desde el principio. Pero no calibraron que España era un AVE y Catalunya un tranvía. No se puede hacer un pulso al Estado -y ganarlo- con menos de la mitad de apoyo electoral.


Desde luego tampoco han perdona al Rey aquel discurso del 3 de octubre. Ciertamente fue un discurso duro. Yo, de haber sido el monarca, habría hecho uno en plan catalanes no os vayáis. Incluso en catalán subtitulado en castellano porque habla la lengua catalana perfectamente. Pero también entiendo que hiciera lo que hizo. Marcó un antes y un después. Mostraba al gobierno, a la sociedad e incluso a la comunidad internacional de qué lado estaba.


¿Y qué esperaban? ¡Era el jefe del Estado! Y ellos declararon la independencia, proclamaron la república, abolieron la monarquía, incumplieron la Constitución, se pasaron por el forro las notificaciones del TC e incluso derogaron el Estatuto de una tajada.


Las famosas leyes de Transitoriedad y de Referéndum eran esto. Además sin plan B. Era como echarse a una piscina sin agua. Y de cabeza. Sólo añadir un pequeño detalle: el último en derogar el Estatut antes que ellos fue Franco cuando sus tropas estaban a las puertas de Lleida (1938). Hicieron lo mismo que el dictador. Apenas cuarenta años después de recuperado el autogobierno.


Puigdemont entró entonces en la batalla del lenguje porque aseguró que el 155 era un “golpe de Estado”. Ya saben los que tienen la inmensa paciencia de seguirme -aquí o en youtube- que yo no creo que el proceso fuera un golpe de estado. Ni siquiera líqudo o posmoderno. Yo soy de la vieja usanza: de los que vio a Tejero por la tele pegando tiros en el Congreso. En mi opinión, más bien fue una chapuza. Una “ensoñación” en palabras de Supremop lo cual tampoco exime de responsabilidades judiciales, hasta penales.


Aunque manda huevos que diría Federico Trillo que éstos digan, después de todo lo que hicieron, que sufrieron un “golpe de estado” y que “se han roto todas las normas constitucionales”. ¡Pero si fueron ellos! Los mismos que apelan a la Constitución o no paran de presentar recursos ahora la justicia española fueron los que la ignoraron completamente.


La cosa fue a más cuando manifestó que “estoy muy contento de la obra de gobierno que hicimos”. Sanchis ni se atrevió a preguntar cuál. Aunque, sin duda, supera la de Torra que, como es público y notorio, sólo ha promocionado la leche fría y la ratafía.


Puigdemont todavía tuvo un momento de gloria -otro patinazo- al afirmar que el Govern “lo ha hecho muy bien con la pandemia”. El director de TV3 no pudo menos que recordarle -fue el único momento de cierta tensión en la entrevista- las residencias y al expresidente sólo se le ocurrió decir: “todo es mejorable”. ¡Con más de 4.000 muertos! Hasta creo que al propio director de la cadena se le escapó un “hombre, presidente”.


La burbuja en la que vive inmerso Puigdemont -la corte del mejillón- ofreció aún otra escena memorable manifestó, respecto a su nuevo partido, que “serán los militantes y militantes los que decidirán los candidatos”. ¡Él que se ha hecho un partido a su medida! Bueno, dos, porque de la Crida ahora qué hacemos. Y negó que hubiera hecho una opa hostil al PDECAT. A mí, en ese momento, se me cruzaron dos recuerdos: la defenestración de Marta Pascal -a rey muerto, rey puesto- sin que ni siquiera Artur Mas levantara la voz.
 

Y sobre todo aquel sábado 9 de enero del 2016 -cuya imagen ilustra esta columna- que fue acogido entre vítores y aplausos en la antigua sede de CDC en la calle Córcega. Mas acaba de dar un paso al lado y lo había designado a dedo. Estaban todos, incluso algunos que ahora ya no están. Tomen nota: Rull, Turull, Irene Rigau, Jordi Vilajoana, Pere Macias, Santi Vila, Jordi Ciuraneta, Jordi Martí, Àngel Colom, Josep Lluís Cleries. Hasta el ínclito Victor Terradellas. Algunos como Felip Puig o Germà Gordó al final de la sala porque ya se debían ver el percal. Otros, como Damià Calvet, porque todavía no habían adquirido protagonismo.


Debían pensar: estamos salvados. Hemos salvado la legislatura y, de paso, los cargos, las nóminas, los asesores, las canonjías. Cuatro años después el resultado es devastador. Ya no queda nada. Ni siquiera Convergencia convertida en un sopa de letras: PDECAT, la Crida, Junts per Catalunya, Units, Lliures, PNC. Sálvese quien pueda."                 (Xavier Rius, director de e-notícies, 27/07/20)


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