"l historiador Vicent Baydal (Valencia, 1979) es, junto a Cristian Palomo, el coordinador del reciente Pseudohistòria contra Catalunya. De l’espanyolisme a la nova història
(Editorial Eumo), un volumen en el que ocho historiadores y filólogos
refutan las teorías del controvertido Institut Nova Història, así como
ciertos planteamientos de la historiografía de corte “españolista”.
De
los primeros, desmontan tesis tan cuestionables como la catalanidad de
Cristobal Colón o la supuesta conspiración de Castilla para expoliar la
obra de escritores catalanes durante el siglo de Oro. De los segundos,
critican lo que consideran una visión excesivamente
“castellanocentrista”.
En el libro
cuestionan tanto las teorías del Institut Nova Història como algunas
tesis basadas en planteamientos “españolistas”. A su juicio, ¿qué tienen
en común y qué de diferente ambas visiones?
Se parecen en que ambas recurren a la técnica del cherry picking,
es decir, a escoger de toda la documentación existente solo aquellas
muestras que refuerzan su teoría preconcebida; como si dijéramos que las
cerezas son de color azul porque hemos encontrado dos de dicho color y
obviamos los millones de cerezas que son de color rojo. Igualmente,
ambas tienen como motor principal y fin último los planteamientos y
objetivos respectivos de los nacionalismos catalán y español más
extremos: la independencia unos y la negación de la diversidad y la
personalidad de los pueblos hispánicos los otros.
Sin embargo, también hay diferencias. Digamos que el cherry picking
de Jordi Bilbeny y el INH es más descarado, ya que en muchísimas
ocasiones no es que muestren cerezas de color azul, sino que, con la
excusa de que hubo una secular censura castellana de todos los
documentos existentes, directamente las pintan de azul y se inventan o
modifican las muestras a su libre arbitrio, lo que lleva a
planteamientos absolutamente delirantes.
La pseudohistoria españolista,
como la de Pío Moa, César Vidal o Elvira Roca Barea, es más sutil y, por
lo tanto, es capaz de llegar a más gente y a más espectros sociales del
nacionalismo español. En los planteamientos del INH, por el contrario,
suelen creer los sectores más radicalizados o acríticos del nacionalismo
catalán, aunque también hayan alcanzado una relevancia preocupante.
La
obra desmonta uno de los principales mitos forjado por Bilbeny: que
tras la figura de Colón se encontrase el catalán Joan Colom i Bertran.
En
el libro no entramos en la cuestión del debatido origen de Cristóbal
Colón, pero mostramos con todo lujo de detalles que es imposible que
pudiera ser Joan Colom i Bertran, como se viene planteando desde hace
casi un siglo y Bilbeny retoma con fuerza añadiendo nuevos argumentos.
Como demostramos, Joan Colom i Bertran había muerto antes de 1477 y, por
lo tanto, es imposible que participara en el viaje de 1492.
De hecho,
reconstruimos todos los planteamientos pseudohistóricos, incluyendo
invenciones declaradas, que habían realizado los autores anteriores a
Bilbeny y también mostramos sus evidentes contradicciones y
manipulaciones. Bilbeny resucita a Joan Colom i Bertran a través de un triple salto mortal sin red, en el que, como detallamos, acaba muy mal parado.
También refutan que Marco Polo fuese en realidad un enviado de Jaume I a Persia.
Este
es un buen caso de pintar las cerezas de azul. Bilbeny extrae citas de
John Larner, uno de los máximos expertos sobre Marco Polo, diciendo que
Larner niega que fuera italiano. Sin embargo, cuando consultas los
libros de Larner ves que lo que afirma es que hay quien ha dudado de su
personalidad, pero que después de décadas de estudio puede afirmar
categóricamente que Marco Polo era el viajero veneciano al que todos
identificamos y muestra un arsenal de pruebas irrefutables para
demostrarlo. Bilbeny confía en que nadie irá a consultar la obra de
Larner para ver qué dice exactamente. Y eso es lo que hemos hecho.
Consultar sus fuentes y demostrar cómo las manipula de manera descarada.
Según el INH, la prueba de que Cervantes sería valenciano reside en las numerosas catalanadas que incluye el Quijote. ¿En qué falla esta teoría?
Guillem Fornés, un filólogo experto en letras hispánicas y latinas, repasa las supuestas catalanadas que los autores del INH atribuyen al Quijote, el Lazarillo
y otros clásicos del Siglo de Oro castellano, como “vegadas”,
“monesterio”, “tornar”, etc. Y demuestran, prácticamente hasta llegar al
ridículo, cómo no son más que lengua castellana antigua, de los siglos
XIII a XVII, presentes en los millones de documentos literarios,
políticos, administrativos o económicos de la historia de Castilla.
¿Y cómo se explica que tesis tan poco fundadas como las del INH hayan obtenido tanta difusión?
Por
la conjunción de varios factores. Por una parte, la radicalización de
los nacionalismos español y catalán durante los últimos años ha
fomentado chovinismos contrapuestos que se retroalimentan: el pasado de
España es glorioso e inmemorial vs. el pasado de Cataluña es glorioso e
inmemorial. Por otra parte, por irresponsabilidad social de muchos
agentes: de los historiadores por no estar en contacto con la sociedad y
mucho más abiertos a la divulgación, de muchos medios de comunicación
por no contrastar la información relativa a la historia con la comunidad
científica y sucumbir al sensacionalismo de titular rápido, y de
ciertos políticos e instituciones por dar cobertura a tales
planteamientos para buscar, en teoría, réditos políticos e ideológicos.
Pero al fin y al cabo de la pseudohistoria nadie sale ganando; es una
vuelta a la irracionalidad y el acientifismo de hace siglos.
En cuanto a la historia que consideran españolista, ¿cuál es su principal sesgo?
Es
sobre todo negacionista respecto a la diversidad y la plena
personalidad histórica de los diversos pueblos hispánicos. En el caso de
Cataluña esto se traduce en que no habría sido un principado con
estructuras equiparables a cualquier reino europeo —sino un simple
condado subsumido en el Reino de Aragón—, que no habría existido un
autogobierno y una identidad colectiva forjados en la edad media, que la
nación española unitaria tendría como mínimo 500 años de antigüedad,
cuando no 3.000, etcétera. Ello nutre interpretaciones que ven la
historia ibérica como una “unidad de destino en lo universal” respecto a
la idea de España y también da alas a interpretaciones completamente
pseudohistóricas, como las que usas mapas historicistas dibujados en el
siglo XXI para tratar de demostrar que Cataluña era un condado de
Aragón, según denunciamos en el libro.
En
su día el Gobierno de Aragón tachó de tergiversación que los libros de
texto hablasen de “corona catalano-aragonesa”. ¿Le parece correcta tal
denominación?
Es una denominación anacrónica,
en el sentido de que se formuló por parte del regionalismo catalán a
finales del siglo XIX, para destacar el papel medieval de Cataluña. Pero
también es un anacronismo respecto a época medieval la denominación
Corona de Aragón, que en realidad no se utilizaba entonces de manera
habitual, sino que empezó a ser frecuente a partir los siglos XVI y
XVII, como ha estudiado Cristian Palomo —anteriormente el nombre solía
denotar su propia pluralidad: “reinos y tierras del rey de Aragón”,
“reinos y principado del rey de Aragón”, etc.—. También otras
denominaciones asumidas por todos, como Reino astur-leonés, Sacro
Imperio Romano Germánico o Imperio Bizantino son anacrónicas y no causan
problemas.
En cualquier caso, personalmente soy
partidario de utilizar de manera general el término Corona de Aragón,
que fue el que acabó consolidándose en época moderna, y utilizar
únicamente Corona catalano-aragonesa para el período en que realmente
tuvo dicha dualidad, es decir, los siglos XII y XIII, ya que después se
sumaron las Baleares, Valencia, Sicilia, Cerdeña, Córcega y Nápoles.
¿Y qué opinión le merece el superventas de Elvira Roca Barea Imperiofobia, según el cual parte de la leyenda negra española partiría de tópicos falsos?
No
soy experto en la cuestión, ni he entrado a fondo en todas las
perspectivas del debate. No obstante, las refutaciones de autores como
José Luis Villacañas o Miguel Martínez creo que evidencian el uso
torticero, propio del cherry picking y a mayor gloria de una determinada manera de entender el nacionalismo español de la autora.
A
veces, parece que parte del nacionalismo catalán entienda 1714 como una
guerra de secesión y no como una de sucesión. ¿Qué se disputó realmente
en aquellas fechas?
Diría que desde ninguna
corriente histórica o pseudohistórica se defiende que la Guerra de
Sucesión fuera también de secesión —esto se dice de la de 1640, que sí
que tuvo un componente de separación de la obediencia al monarca
hispánico; de hecho, Portugal es hoy en día un Estado independiente
porque se separó de dicho rey en aquella época—.
Por
lo que respecta a la Guerra de 1705-1714, lo que empezó siendo una
cuestión de sucesión dinástica también se acabó convirtiendo a lo largo
de la guerra en una cuestión de estructuras de autogobierno político,
especialmente tras la abolición de los Fueros del Reino de Valencia y
del Reino de Aragón, decretada por Felipe V en 1707. El extremo
centralismo y autoritarismo del Estado español durante los siglos XVIII y
XIX, y su matriz castellanista que entiende España como una Castilla
ampliada tanto en cuestiones políticas como culturales, tienen su
fundamento en aquel conflicto bélico y sus consecuencias." (Óscar Benítez, El Liberal.cat, 22/02/20)
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