4/3/20

Vicent Baydal: “Los planteamientos del Institut Nova Història son absolutamente delirantes”

"l historiador Vicent Baydal (Valencia, 1979) es, junto a Cristian Palomo, el coordinador del reciente Pseudohistòria contra Catalunya. De l’espanyolisme a la nova història (Editorial Eumo), un volumen en el que ocho historiadores y filólogos refutan las teorías del controvertido Institut Nova Història, así como ciertos planteamientos de la historiografía de corte “españolista”. 

De los primeros, desmontan tesis tan cuestionables como la catalanidad de Cristobal Colón o la supuesta conspiración de Castilla para expoliar la obra de escritores catalanes durante el siglo de Oro. De los segundos, critican lo que consideran una visión excesivamente “castellanocentrista”.

En el libro cuestionan tanto las teorías del Institut Nova Història como algunas tesis basadas en planteamientos “españolistas”. A su juicio, ¿qué tienen en común y qué de diferente ambas visiones?

Se parecen en que ambas recurren a la técnica del cherry picking, es decir, a escoger de toda la documentación existente solo aquellas muestras que refuerzan su teoría preconcebida; como si dijéramos que las cerezas son de color azul porque hemos encontrado dos de dicho color y obviamos los millones de cerezas que son de color rojo. Igualmente, ambas tienen como motor principal y fin último los planteamientos y objetivos respectivos de los nacionalismos catalán y español más extremos: la independencia unos y la negación de la diversidad y la personalidad de los pueblos hispánicos los otros.

Sin embargo, también hay diferencias. Digamos que el cherry picking de Jordi Bilbeny y el INH es más descarado, ya que en muchísimas ocasiones no es que muestren cerezas de color azul, sino que, con la excusa de que hubo una secular censura castellana de todos los documentos existentes, directamente las pintan de azul y se inventan o modifican las muestras a su libre arbitrio, lo que lleva a planteamientos absolutamente delirantes. 

La pseudohistoria españolista, como la de Pío Moa, César Vidal o Elvira Roca Barea, es más sutil y, por lo tanto, es capaz de llegar a más gente y a más espectros sociales del nacionalismo español. En los planteamientos del INH, por el contrario, suelen creer los sectores más radicalizados o acríticos del nacionalismo catalán, aunque también hayan alcanzado una relevancia preocupante.

La obra desmonta uno de los principales mitos forjado por Bilbeny: que tras la figura de Colón se encontrase el catalán Joan Colom i Bertran.

En el libro no entramos en la cuestión del debatido origen de Cristóbal Colón, pero mostramos con todo lujo de detalles que es imposible que pudiera ser Joan Colom i Bertran, como se viene planteando desde hace casi un siglo y Bilbeny retoma con fuerza añadiendo nuevos argumentos. Como demostramos, Joan Colom i Bertran había muerto antes de 1477 y, por lo tanto, es imposible que participara en el viaje de 1492. 

De hecho, reconstruimos todos los planteamientos pseudohistóricos, incluyendo invenciones declaradas, que habían realizado los autores anteriores a Bilbeny y también mostramos sus evidentes contradicciones y manipulaciones. Bilbeny resucita a Joan Colom i Bertran a través de un triple salto mortal sin red, en el que, como detallamos, acaba muy mal parado.

También refutan que Marco Polo fuese en realidad un enviado de Jaume I a Persia.

Este es un buen caso de pintar las cerezas de azul. Bilbeny extrae citas de John Larner, uno de los máximos expertos sobre Marco Polo, diciendo que Larner niega que fuera italiano. Sin embargo, cuando consultas los libros de Larner ves que lo que afirma es que hay quien ha dudado de su personalidad, pero que después de décadas de estudio puede afirmar categóricamente que Marco Polo era el viajero veneciano al que todos identificamos y muestra un arsenal de pruebas irrefutables para demostrarlo. Bilbeny confía en que nadie irá a consultar la obra de Larner para ver qué dice exactamente. Y eso es lo que hemos hecho. Consultar sus fuentes y demostrar cómo las manipula de manera descarada. 

Según el INH, la prueba de que Cervantes sería valenciano reside en las numerosas catalanadas que incluye el Quijote. ¿En qué falla esta teoría?

Guillem Fornés, un filólogo experto en letras hispánicas y latinas, repasa las supuestas catalanadas que los autores del INH atribuyen al Quijote, el Lazarillo y otros clásicos del Siglo de Oro castellano, como “vegadas”, “monesterio”, “tornar”, etc. Y demuestran, prácticamente hasta llegar al ridículo, cómo no son más que lengua castellana antigua, de los siglos XIII a XVII, presentes en los millones de documentos literarios, políticos, administrativos o económicos de la historia de Castilla.

¿Y cómo se explica que tesis tan poco fundadas como las del INH hayan obtenido tanta difusión?

Por la conjunción de varios factores. Por una parte, la radicalización de los nacionalismos español y catalán durante los últimos años ha fomentado chovinismos contrapuestos que se retroalimentan: el pasado de España es glorioso e inmemorial vs. el pasado de Cataluña es glorioso e inmemorial. Por otra parte, por irresponsabilidad social de muchos agentes: de los historiadores por no estar en contacto con la sociedad y mucho más abiertos a la divulgación, de muchos medios de comunicación por no contrastar la información relativa a la historia con la comunidad científica y sucumbir al sensacionalismo de titular rápido, y de ciertos políticos e instituciones por dar cobertura a tales planteamientos para buscar, en teoría, réditos políticos e ideológicos. Pero al fin y al cabo de la pseudohistoria nadie sale ganando; es una vuelta a la irracionalidad y el acientifismo de hace siglos. 

En cuanto a la historia que consideran españolista, ¿cuál es su principal sesgo?

Es sobre todo negacionista respecto a la diversidad y la plena personalidad histórica de los diversos pueblos hispánicos. En el caso de Cataluña esto se traduce en que no habría sido un principado con estructuras equiparables a cualquier reino europeo —sino un simple condado subsumido en el Reino de Aragón—, que no habría existido un autogobierno y una identidad colectiva forjados en la edad media, que la nación española unitaria tendría como mínimo 500 años de antigüedad, cuando no 3.000, etcétera. Ello nutre interpretaciones que ven la historia ibérica como una “unidad de destino en lo universal” respecto a la idea de España y también da alas a interpretaciones completamente pseudohistóricas, como las que usas mapas historicistas dibujados en el siglo XXI para tratar de demostrar que Cataluña era un condado de Aragón, según denunciamos en el libro.

En su día el Gobierno de Aragón tachó de tergiversación que los libros de texto hablasen de “corona catalano-aragonesa”. ¿Le parece correcta tal denominación?

Es una denominación anacrónica, en el sentido de que se formuló por parte del regionalismo catalán a finales del siglo XIX, para destacar el papel medieval de Cataluña. Pero también es un anacronismo respecto a época medieval la denominación Corona de Aragón, que en realidad no se utilizaba entonces de manera habitual, sino que empezó a ser frecuente a partir los siglos XVI y XVII, como ha estudiado Cristian Palomo —anteriormente el nombre solía denotar su propia pluralidad: “reinos y tierras del rey de Aragón”, “reinos y principado del rey de Aragón”, etc.—. También otras denominaciones asumidas por todos, como Reino astur-leonés, Sacro Imperio Romano Germánico o Imperio Bizantino son anacrónicas y no causan problemas.

En cualquier caso, personalmente soy partidario de utilizar de manera general el término Corona de Aragón, que fue el que acabó consolidándose en época moderna, y utilizar únicamente Corona catalano-aragonesa para el período en que realmente tuvo dicha dualidad, es decir, los siglos XII y XIII, ya que después se sumaron las Baleares, Valencia, Sicilia, Cerdeña, Córcega y Nápoles. 

¿Y qué opinión le merece el superventas de Elvira Roca Barea Imperiofobia, según el cual parte de la leyenda negra española partiría de tópicos falsos?

No soy experto en la cuestión, ni he entrado a fondo en todas las perspectivas del debate. No obstante, las refutaciones de autores como José Luis Villacañas o Miguel Martínez creo que evidencian el uso torticero, propio del cherry picking y a mayor gloria de una determinada manera de entender el nacionalismo español de la autora.

A veces, parece que parte del nacionalismo catalán entienda 1714 como una guerra de secesión y no como una de sucesión. ¿Qué se disputó realmente en aquellas fechas?

Diría que desde ninguna corriente histórica o pseudohistórica se defiende que la Guerra de Sucesión fuera también de secesión —esto se dice de la de 1640, que sí que tuvo un componente de separación de la obediencia al monarca hispánico; de hecho, Portugal es hoy en día un Estado independiente porque se separó de dicho rey en aquella época—.

Por lo que respecta a la Guerra de 1705-1714, lo que empezó siendo una cuestión de sucesión dinástica también se acabó convirtiendo a lo largo de la guerra en una cuestión de estructuras de autogobierno político, especialmente tras la abolición de los Fueros del Reino de Valencia y del Reino de Aragón, decretada por Felipe V en 1707. El extremo centralismo y autoritarismo del Estado español durante los siglos XVIII y XIX, y su matriz castellanista que entiende España como una Castilla ampliada tanto en cuestiones políticas como culturales, tienen su fundamento en aquel conflicto bélico y sus consecuencias."                    (Óscar Benítez, El Liberal.cat, 22/02/20)

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