"(...) ¿Por qué piensas, como afirmas,
que el neoliberalismo y las dinámicas competitivas no son capaces de
fraguar colectividades perdurables? Hasta ahora, llevan muchas décadas
en ello, parecen que lo han conseguido.
Lo que fraguó colectividades perdurables después de la
segunda guerra mundial, colectividades nacionales que en aquellos años
eran aún muy recientes, es la decisión de limitar la competencia del
capitalismo liberal del siglo XIX: la aceptación de que también las
clases populares tienen derecho a disfrutar de los beneficios de la
modernización independientemente de su nivel de renta; el reconocimiento
de que todos, tengan el nivel de renta que tengan y sean del sexo que
sean, pueden votar; la creación de un orden económico y financiero
internacional cooperativo que le concede a todos los países el derecho
encontrar un lugar bajo el sol de la economía mundial para desarrollarse
hacia dentro, es decir, recaudar impuestos para abrir escuelas y
hospitales en los territorios más recónditos etc.
Fue entonces, y no
antes, que los estados nacionales tal y como existen hoy se ganaron su
legitimidad entre sectores amplios de la población. En décadas
anteriores la legitimidad de los estados sólo tocaba a las clases medias
y los argumentos utilizados para conseguirlo tenían un contenido
supremacista en muchos casos, aludían a la rivalidad militar con otros
estados y a su propios expansionismo imperialista.
Aunque no todo era
competencia y rivalidad pues no se puede pegar duro hacia fuera sin
compactarse hacia dentro, lo cual explica la importancia de los
programas organicistas e interclasistas tanto en el seno de los países
-fascismos de entreguerras- como en el seno de las empresas que
dominaron el panorama mundial hasta la segunda guerra mundial
-sindicados verticales, corporativismo organicista etc.-
El
neoliberalismo reactiva todos estos mecanismos pues no es sino la
cancelación de los grandes acuerdos solidarios de la postguerra.
Pero no
solo exacerba la competencia sino que reactiva, una vez más, los
mecanismos destinados a compactar los territorios hacia dentro. Pero no
para redistribuir y equilibrar tejido social, sino para poder pegarle
más duro a otros territorios/países/naciones considerados rivales.
Para
ser efectivos necesitan deshacerse de la solidaridad con los más
necesitados dentro de sus propios territorios pues estos no aportan nada
y representa una carga. Este organicismo interclasista se detecta, de
una forma y de otra, en la mayoría de los países occidentales, sobre
todo entre sus clases medias temerosas de un desclasamiento, y también
está empezando a penetrar en los sindicatos que hasta ahora se llamaban
"de clase".
El proyecto genera una ilusión de colectividad basada en
principios solidarios: "todos el pueblo unido sin excepción para pegarle
más duro al enemigo externo". Pero la realidad es que no son "todos" ni
mucho menos, sino un sector de las clases medias radicalizadas.
Afirmas también que el neoliberalismo alimenta los nacionalismos excluyentes. ¿También en el caso del secesionismo catalán?
Eso está fuera de dudas: no hay más que repasar la
historia de la llegada del neoliberalismo a España y del protagonismo
que han tenido las élites catalanas, hoy secesionistas, en dicha
llegada.
No es casualidad que muchas de las regiones parecían haber
salido mejor paradas en la carrera neoliberal tales como Cataluña,
Baviera, el País Vasco, el Piamonte o Flandes, sean las que hoy plantean
las reivindicaciones de "autogobierno" mas insistentes -el caso de
Escocia es algo distinto-.
La particularidad del caso catalán es la
siguiente. Cataluña ha sido el taller industrial de España durante casi
dos siglos, en parte a costa de muchas capacidades industriales locales
incipientes que sucumbieron en beneficio de las catalanas gracias a los
apoyos y privilegios que le dio la monarquía borbónica a sus
exportaciones a las colonias americanas.
Esto ha llevado a la
conformación de una burguesía emprendedora que contrastaba con las
clases rentistas que han dominado en otras partes de España. Pero hay
que abrir los ojos a la realidad tal y como existe hoy y no tal y como
ha sido en el pasado: la burguesía catalana no ha sabido, querido o
podido mantener su condición de burguesía productiva sino que, al
promover las políticas neoliberales, ha propiciado su autoliquidación,
incluidos muchos de sus valores humanistas y cosmopolitas.
Por lo demás,
el cosmopolitismo de hoy ya no es el del cosmopolitismo catalán del
siglo XIX que se posicionaba frente al rentismo base agraria de antaño y
fuertemente local. Todo lo contrario.
Nos explicas este "todo lo contrario".
El cosmopolitismo neoliberal alimenta nuevas formas de
rentismo que ya no se sustentan en la propiedad de la tierra sino en el
acceso a las finanzas internacionales. Además es profundamente
antiestatalista, lo cual facilita la alianzas entre neoliberales e
indepes.
En realidad, el procès es la respuesta de la antigua burguesía
catalana a su autoliquidación, a su transformación en un grupo
dependiente de los impuestos de todos los catalanes, y que además está
dispuesta a dejar fuera de su noción de "interés general" a más de la
mitad de su propia población.
Esto marca el final de en sus convicciones
democráticas de antaño sustituyéndolas por una retórica organicista
cada vez más agresiva alimentada económicamente por la competencia
entres territorios, una retórica que les cae simpática a ciertos
periodistas internacionales porque es la que ellos mismos defienden para
sus propios países.
Es importante que todos los demócratas de este
país, los catalanes y los no catalanes, abran los ojos de una vez por
todas al cambio tectónico que han sufrido todas las clases sociales,
también las élites catalanas, a lo largo de treinta años de
neoliberalismo, que se desprendan de esa idea irreal de una burguesía
catalana "eternamente progresiva" frente a unas élites madrileñas
"eternamente reaccionarias" y que, en gran medida, son el resultado de
una suerte de complejo de inferioridad que recuerda al europeismo
ingenuo del que se contagiaron las élites españolas en los años 1980, y
que elevó innecesariamente el coste que tuvimos que pagar por la
integración en el Mercado Común Europeo.
No hay más que comparar el
rigor del gran historiador catalán Jaume Vicens Vives, con las
aportaciones de muchos historiadores independentistas en la actualidad
para constatar el empobrecimiento intelectual de la antigua burguesía
catalana."
(Entrevista a Armando Fernández Steinko, Salvador López Arnal , Rebelión, 09/07/18)
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