6/9/18

Los astutos independentistas engañan a la izquierda evocando insistentemente la terminología de la República, a la que traicionaron en sus meses más difíciles, cebando así su visión plana y electoralista del problema nacional. Muchos de los bloqueos de toda las izquierdas estatales nacen de la misma simplificación... Las reticencias a darle la espalda a la retórica revolucionaria de ETA, la incapacidad de identificar la corrupción estructural que se ha dado en Cataluña, el olvido de las traiciones que sufrió el gobierno republicano por parte de los nacionalistas, la reducción del Partido Popular poco menos que al Movimiento Nacional de Franco, son sólo algunos ejemplos

"(...) La irrupción del secesionismo en Cataluña, me ha parecido entender al leerte, la consideras una reacción calculada ante las esperanzas de regeneración que en España abrió el movimiento 15M. ¿Te leo bien? Si fuera el caso, ¿por qué lo sostienes?
La creación de las Mesas de Convergencia a finales de 2010 fue el pistoletazo de salida de un ciclo de cambios políticos y sociales profundos que hoy llamamos “Movimiento15-M”, y que condujeron a una recomposición del mapa electoral del país basado en la idea de regeneración de sus instituciones políticas y de la crítica de las políticas de austeridad.

 La importancia que tuvo la crítica de la corrupción en las instituciones catalanas explican la pujanza del movimiento en Cataluña y no es casualidad que el fiscal catalán anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, fuera uno de los fundadores de Podemos. 

El nacionalismo se encontraba a la defensiva, pero lo que resultaba particularmente peligroso para los nacionalistas era la posibilidad de que la agenda de regeneradora catalana estuviera acompasada con la del resto de España. 

Se encendió una luz roja que condujo a la conformación de coaliciones amplias para forzar la agenda independentista aprovechando el desprestigio de las instituciones, y después de intentar concentrar, con la complicidad de todos los partidos indepes, todos los males de la corrupción catalana en Jordi Pujol y en su nefasta familia. 

Algunos dirigentes de Esquerra lo dijeron en público varias veces, otros más bien en privado: existía el peligro de que los jóvenes nacionalista de las clases medias urbanas se sintieran atraídos por lo que estaba llegando nada menos que desde la Puerta del Sol de Madrid, que se integraran en una dinámica política que afectaba a toda España. Y eso era inaceptable pues podría echar por tierra el objetivo de la independencia.

Acusas a las izquierdas de confundirse y de haber visto en los secesionistas unos aliados en la finalidad de regeneración del país. ¿En qué izquierdas piensas? ¿Cómo han podido ser tan ingenuas si ha sido el caso?
El partido que canalizó los deseos de regeneración del país fue Podemos. El guión estratégico de la dirección de Podemos era que regenerar el país era sinónimo de desplazamiento del Partido Popular del poder, en definitiva, una cuestión electoral. 

Al darle este sesgo, Podemos no sólo esquivó las consecuencias de un análisis más estructural del fenómeno de la corrupción en España y de la propia sociedad española y de la catalana en particular, sino que cayó en la vieja cultura del turnismo político. 

Supongo que fue en ese momento en el que se fraguó la alianza -más secreta que sometida a la deliberación de sus militantes y votantes- con los independentistas a pesar de que el objetivo estratégico de estos últimos era justamente el contrario: bloquear la agenda regeneradora para sustituirla por la agenda del procès . 

Para explicarles esta rocambolesca estrategia a sus votantes, los dirigentes de Podemos intentaron argumentar que se trataba de una alianza táctica para imponerle al Partido Popular una agenda progresista. 

El hecho es que empezaron a coquetear fe forma cada vez más clara con el independentismo asumiendo, uno tras otro, todos sus análisis: la particular visión de los indepes del fenómeno democrático y que configura el núcleo de su estrategia, su concepción de la virtuosa nación catalana -a pesar de Jordi Pujol- frente a la irremediablemente corrupta nación española, “estado español” o también “Reino de España” como dicen ellos para reforzar la idea de un artificio del que no va a costar demasiado deshacerse. 

En definitiva: los independentistas consiguieron convencer a Podemos de que su proyecto de nation building era una cosa bastante banal que cualquier demócrata podrá llegar a comprender fácilmente, y de que los intentos del estado por impedirlo iban a ser puras sobrerreacciones injustificadas cuyo origen se remonta, no a la gravedad del proyecto que se traen entre manos, sino a la naturaleza fascista del Partido Popular y de todo lo que llega de Madrid. 

A medida que la cosa empezó a ponerse seria muchos votantes se dieron cuenta de que no se trataba de una táctica diseñada por los audaces jóvenes de Podemos para hacer avanzar una agenda de izquierdas utilizando a los independentistas, sino que era justamente al revés: eran los viejos indepes, que venían trabajando desde hace décadas en este escenario los que estaban secuestrando la agenda política social y regeneradora. La cosa empezó a oler cada vez más a novatada política.

 ¿Porque a quién se le puede ocurrir pensar que es posible regenerar algo aliándose con aquellos que lo pretenden destruir, máxime cuando ese “algo” es un estado que el neoliberalismo intenta reducir a su mínima expresión para neutralizar su acción solidaria y redistributiva y que lo que se pretende no es eliminar trabajadores públicos como pretende Ciudadanos sino que trabajen al servicio del interés general?

 El resultado era de esperar: un llamada casi transversal a la defensa de la nación en peligro y un aumento masivo del apoyo a Ciudadanos que, aunque con un programa económico liberal, ofrece un discurso republicano políticamente claro basado en la idea de un hombre/mujer un voto. 

No sé si Podemos va a poder remontar el vuelo, pero de lo que estoy seguro es que es imposible generar mayorías, tanto en España como en cualquier otro país del mundo, cometiendo errores de este calado.

Te cito: “Una parte sustancial de las izquierdas ha afinado mal su puntería en una suerte de ciencia política al estilo de Walt Disney. Al no tener proyecto propio de país se han arrojado a los brazos de sus enemigos aceptando con sonrisas su propio secuestro: sufren el síndrome de Estocolmo que lleva al secuestrado a cortejar al secuestrador”. Déjame preguntarte por este fragmento. En primer lugar: ¿a qué parte sustancial de las izquierdas te refieres?
Sí, la verdad es que a mí lo que ha sucedido me transmite la sensación de unos intrépidos juniors en acción, no sé, algo me recuerda a esas películas de Walt Disney para quinceañeros en las que los jóvenes discuten con su padre y buscan nuevas referencias identitarias fuera de la familia y en plan aventura. 

“No queremos saber nada ni con el Partido Popular ni con el PSOE, pero necesitamos de la ayuda y de la protección de los nacionalistas, de la “burguesía progresista de la periferia” para derrotar al primero y adelantar electoralmente al segundo. 

Para que nos ayuden dejamos que secuestren nuestra agenda política en beneficio de la suya, pero en el fondo somos nosotros los que les tenemos secuestrados a ellos y, en cualquier caso, son nuestros amigos pues nos sirven de escudo identitario protector contra nuestros papis, esos españolistas sin remedio”. 

Esto es algo parecido a un síndrome de Estocolmo en el que el secuestrado siente agradecimiento con el secuestrador pues no tiene conciencia de quién es el que manda en el juego. 

En este caso hay algo, además, de sensación de orfandad, de búsqueda de un nuevo papito -la progresista nación catalana- orfandad que nace de la incapacidad de inventar y construir algo propio, maduro, independiente, que desbloquee el problema antes que enquistarlo. De todas formas no quiero llevar el sarcasmo demasiado lejos pues todo esto no es tan nuevo y tan único en el panorama de la izquierda española.

Vienen de lejos en tu opinión.
Son estructuras de pensamientos que están muy extendidas en el mundo progresista español y que afectan tanto a la gente del PSOE, de Izquierda Unida, de Podemos como también de muchos ciudadanos con sinceras convicciones de izquierdas.

 Anclados en la evocación más intuitiva e identitaria que precisa de los tiempos de la guerra civil y de las luchas antifranquistas de los años 1960 y 70, muchos considera una ley inquebrantable establecer alianzas con los nacionalismos de uno u otro signo para sacar adelante una agenda progresista. 

A pesar de que está a la vista de todos que los neoliberales también recurren a los nacionalistas para dar un vuelco político en Madrid, la izquierda sigue evocando las alianzas antifascistas de la guerra civl y las luchas antifranquistas para teorizar su sintonía con ellos. 

Los astutos independentistas alimentan estos prejuicios evocando insistentemente la terminología de la República, a la que traicionaron en sus meses más difíciles, y de la guerra civil, reduciendo el Partido Popular poco menos que al Movimiento Nacional de Francisco Franco y cebando así la visión plana y electoralista con la que la izquierda se ha venido enfrentando al problema nacional.

 Haciéndolo saben que sus izquierdistas secuestrados se quedan quietos mientras escuchan la melodía antifascista y antipepera que sale de los labios de sus queridos secuestradores, los indepes. Muchos de los bloqueos de toda las izquierdas estatales nacen de la misma simplificación. 

Las reticencias a darle la espalda a la retórica revolucionaria de ETA a pesar de que era evidente que sus acciones reforzaban a las fuerzas conservadoras y el carácter no rupturista de la Transición; la incapacidad de identificar la corrupción estructural que se ha dado en Cataluña, y que es enteramente comparable a la del Partido Popular, pero también el olvido de las traiciones que sufrió el gobierno republicano por parte de los nacionalistas en los momentos más críticos de la guerra civil, son sólo algunos ejemplos."

(Entrevista a Armando Fernández Steinko, Salvador López Arnal , Rebelión, 16/07/18)

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