"(...) La irrupción del secesionismo en
Cataluña, me ha parecido entender al leerte, la consideras una reacción
calculada ante las esperanzas de regeneración que en España abrió el
movimiento 15M. ¿Te leo bien? Si fuera el caso, ¿por qué lo sostienes?
La creación de las Mesas de Convergencia a finales de
2010 fue el pistoletazo de salida de un ciclo de cambios políticos y
sociales profundos que hoy llamamos “Movimiento15-M”, y que condujeron a
una recomposición del mapa electoral del país basado en la idea de
regeneración de sus instituciones políticas y de la crítica de las
políticas de austeridad.
La importancia que tuvo la crítica de la
corrupción en las instituciones catalanas explican la pujanza del
movimiento en Cataluña y no es casualidad que el fiscal catalán
anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, fuera uno de los fundadores de
Podemos.
El nacionalismo se encontraba a la defensiva, pero lo que
resultaba particularmente peligroso para los nacionalistas era la
posibilidad de que la agenda de regeneradora catalana estuviera
acompasada con la del resto de España.
Se encendió una luz roja que
condujo a la conformación de coaliciones amplias para forzar la agenda
independentista aprovechando el desprestigio de las instituciones, y
después de intentar concentrar, con la complicidad de todos los partidos
indepes, todos los males de la corrupción catalana en Jordi Pujol y en
su nefasta familia.
Algunos dirigentes de Esquerra lo dijeron en público
varias veces, otros más bien en privado: existía el peligro de que los
jóvenes nacionalista de las clases medias urbanas se sintieran atraídos
por lo que estaba llegando nada menos que desde la Puerta del Sol de
Madrid, que se integraran en una dinámica política que afectaba a toda
España. Y eso era inaceptable pues podría echar por tierra el objetivo
de la independencia.
Acusas a las izquierdas de
confundirse y de haber visto en los secesionistas unos aliados en la
finalidad de regeneración del país. ¿En qué izquierdas piensas? ¿Cómo
han podido ser tan ingenuas si ha sido el caso?
El partido que canalizó los deseos de regeneración del
país fue Podemos. El guión estratégico de la dirección de Podemos era
que regenerar el país era sinónimo de desplazamiento del Partido Popular
del poder, en definitiva, una cuestión electoral.
Al darle este sesgo,
Podemos no sólo esquivó las consecuencias de un análisis más estructural
del fenómeno de la corrupción en España y de la propia sociedad
española y de la catalana en particular, sino que cayó en la vieja
cultura del turnismo político.
Supongo que fue en ese momento en el que
se fraguó la alianza -más secreta que sometida a la deliberación de sus
militantes y votantes- con los independentistas a pesar de que el
objetivo estratégico de estos últimos era justamente el contrario:
bloquear la agenda regeneradora para sustituirla por la agenda del
procès .
Para explicarles esta rocambolesca estrategia a sus votantes,
los dirigentes de Podemos intentaron argumentar que se trataba de una
alianza táctica para imponerle al Partido Popular una agenda
progresista.
El hecho es que empezaron a coquetear fe forma cada vez más
clara con el independentismo asumiendo, uno tras otro, todos sus
análisis: la particular visión de los indepes del fenómeno democrático y
que configura el núcleo de su estrategia, su concepción de la virtuosa
nación catalana -a pesar de Jordi Pujol- frente a la irremediablemente
corrupta nación española, “estado español” o también “Reino de España”
como dicen ellos para reforzar la idea de un artificio del que no va a
costar demasiado deshacerse.
En definitiva: los independentistas
consiguieron convencer a Podemos de que su proyecto de nation building
era una cosa bastante banal que cualquier demócrata podrá llegar a
comprender fácilmente, y de que los intentos del estado por impedirlo
iban a ser puras sobrerreacciones injustificadas cuyo origen se remonta,
no a la gravedad del proyecto que se traen entre manos, sino a la
naturaleza fascista del Partido Popular y de todo lo que llega de
Madrid.
A medida que la cosa empezó a ponerse seria muchos votantes se
dieron cuenta de que no se trataba de una táctica diseñada por los
audaces jóvenes de Podemos para hacer avanzar una agenda de izquierdas
utilizando a los independentistas, sino que era justamente al revés:
eran los viejos indepes, que venían trabajando desde hace décadas en
este escenario los que estaban secuestrando la agenda política social y
regeneradora. La cosa empezó a oler cada vez más a novatada política.
¿Porque a quién se le puede ocurrir pensar que es posible regenerar algo
aliándose con aquellos que lo pretenden destruir, máxime cuando ese
“algo” es un estado que el neoliberalismo intenta reducir a su mínima
expresión para neutralizar su acción solidaria y redistributiva y que lo
que se pretende no es eliminar trabajadores públicos como pretende
Ciudadanos sino que trabajen al servicio del interés general?
El
resultado era de esperar: un llamada casi transversal a la defensa de la
nación en peligro y un aumento masivo del apoyo a Ciudadanos que,
aunque con un programa económico liberal, ofrece un discurso republicano
políticamente claro basado en la idea de un hombre/mujer un voto.
No sé
si Podemos va a poder remontar el vuelo, pero de lo que estoy seguro es
que es imposible generar mayorías, tanto en España como en cualquier
otro país del mundo, cometiendo errores de este calado.
Te cito: “Una parte sustancial de
las izquierdas ha afinado mal su puntería en una suerte de ciencia
política al estilo de Walt Disney. Al no tener proyecto propio de país
se han arrojado a los brazos de sus enemigos aceptando con sonrisas su
propio secuestro: sufren el síndrome de Estocolmo que lleva al
secuestrado a cortejar al secuestrador”. Déjame preguntarte por este
fragmento. En primer lugar: ¿a qué parte sustancial de las izquierdas te
refieres?
Sí, la verdad es que a mí lo que ha sucedido me
transmite la sensación de unos intrépidos juniors en acción, no sé, algo
me recuerda a esas películas de Walt Disney para quinceañeros en las
que los jóvenes discuten con su padre y buscan nuevas referencias
identitarias fuera de la familia y en plan aventura.
“No queremos saber
nada ni con el Partido Popular ni con el PSOE, pero necesitamos de la
ayuda y de la protección de los nacionalistas, de la “burguesía
progresista de la periferia” para derrotar al primero y adelantar
electoralmente al segundo.
Para que nos ayuden dejamos que secuestren
nuestra agenda política en beneficio de la suya, pero en el fondo somos
nosotros los que les tenemos secuestrados a ellos y, en cualquier caso,
son nuestros amigos pues nos sirven de escudo identitario protector
contra nuestros papis, esos españolistas sin remedio”.
Esto es algo
parecido a un síndrome de Estocolmo en el que el secuestrado siente
agradecimiento con el secuestrador pues no tiene conciencia de quién es
el que manda en el juego.
En este caso hay algo, además, de sensación de
orfandad, de búsqueda de un nuevo papito -la progresista nación
catalana- orfandad que nace de la incapacidad de inventar y construir
algo propio, maduro, independiente, que desbloquee el problema antes que
enquistarlo. De todas formas no quiero llevar el sarcasmo demasiado
lejos pues todo esto no es tan nuevo y tan único en el panorama de la
izquierda española.
Vienen de lejos en tu opinión.
Son estructuras de pensamientos que están muy
extendidas en el mundo progresista español y que afectan tanto a la
gente del PSOE, de Izquierda Unida, de Podemos como también de muchos
ciudadanos con sinceras convicciones de izquierdas.
Anclados en la
evocación más intuitiva e identitaria que precisa de los tiempos de la
guerra civil y de las luchas antifranquistas de los años 1960 y 70,
muchos considera una ley inquebrantable establecer alianzas con los
nacionalismos de uno u otro signo para sacar adelante una agenda
progresista.
A pesar de que está a la vista de todos que los
neoliberales también recurren a los nacionalistas para dar un vuelco
político en Madrid, la izquierda sigue evocando las alianzas
antifascistas de la guerra civl y las luchas antifranquistas para
teorizar su sintonía con ellos.
Los astutos independentistas alimentan
estos prejuicios evocando insistentemente la terminología de la
República, a la que traicionaron en sus meses más difíciles, y de la
guerra civil, reduciendo el Partido Popular poco menos que al Movimiento
Nacional de Francisco Franco y cebando así la visión plana y
electoralista con la que la izquierda se ha venido enfrentando al
problema nacional.
Haciéndolo saben que sus izquierdistas secuestrados
se quedan quietos mientras escuchan la melodía antifascista y antipepera
que sale de los labios de sus queridos secuestradores, los indepes.
Muchos de los bloqueos de toda las izquierdas estatales nacen de la
misma simplificación.
Las reticencias a darle la espalda a la retórica
revolucionaria de ETA a pesar de que era evidente que sus acciones
reforzaban a las fuerzas conservadoras y el carácter no rupturista de la
Transición; la incapacidad de identificar la corrupción estructural que
se ha dado en Cataluña, y que es enteramente comparable a la del
Partido Popular, pero también el olvido de las traiciones que sufrió el
gobierno republicano por parte de los nacionalistas en los momentos más
críticos de la guerra civil, son sólo algunos ejemplos."
(Entrevista a Armando Fernández Steinko, Salvador López Arnal , Rebelión, 16/07/18)
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