5/9/18

Las ideas supremacistas de muchas familias catalanas como la mía, nacieron de los argumentos raciales del período de entreguerras, se alimentaron en los años 1960 y 70 de la impugnación de los rápidos procesos migratorios en el franquismo, y conectan desde la crisis de 2008, con la visión supremacista que tienen las clases medias de los países europeos más ricos. Las fuerzas económicas alimentan hoy desgraciadamente, una competencia deshumanizadora entre territorios, con una visión supremacista más o menos cultivada que antes no salía de la intimidad de muchas familias, pero que el procés ha diseminado por toda la sociedad

"(...) ¿Tú crees que el nacionalismo catalán, más allá de algunas manifestaciones marginales, es supremacista? Si fuera que sí, ¿en qué serían supremacistas?
El nacionalismo catalán, como también el vasco, tienen muchos matices y no conozco a nadie que los haya analizado con más profundidad para el caso catalán, que Antonio Santamaría. La mitad de mi familia es catalana. Eran modistas y editores, tenía una torre en La Floresta, conducían un Fíat en los años 1930 y vivía en el Paseo de Gracia 121.

 La guerra dividió a la familia y una rama acabó en Madrid. Desde niño he venido siguiendo, paso a paso, la evolución de su discurso en función del los cambios políticos y sociales del país, una evolución que he ido contrastando luego en mis múltiples visitas a Cataluña y que luego he visto minuciosamente reconstruidos por Antonio Santamaría que, obviamente, no conoce a mi familia.

Nunca se sabe. Antonio Santamaría conoce muchas cosas.
Los argumentos supremacistas de muchas familias catalanas como la mía nacieron de los argumentos raciales y antidemocráticos del período de entreguerras, se alimentaron en los años 1960 y 70 de la impugnación de los rápidos y caóticos procesos migratorios en los años del franquismo desencadenados por la frustrada reforma agraria republicana, y conectan como tarde desde la crisis de 2008, con la visión supremacista que tienen las clases medias de los países europeos más ricos del origen de los problemas que sufren los países del sur de Europa: esa es su parte “cosmopolita”.

 La cultura catalana ha sido un factor de civilización y humanismo que muchos tenemos escrito en nuestro ADN cultural del que nos sentimos orgullosos y del que no vamos a renunciar tan fácilmente como piensan los independentistas. 

Pero lo que cuentan no son las ideas sino las fuerzas sociales que hacen prevalecer las unas sobre las otras. 

Y las fuerzas económicas y sociales alimentan hoy desgraciadamente no sólo una competencia deshumanizadora entre personas y territorios, sino también una visión tendencialmente supremacista más o menos cultivada que antes no salía de la intimidad de muchas familias, pero que el procés ha diseminado por toda la sociedad con ayuda de los medios de comunicación de la Generalitat. (...)"

(Entrevista a Armando Fernández Steinko, Salvador López Arnal , Rebelión, 16/07/18)

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