"(...) Hay un conflicto entre Cataluña y España, y esto se
soluciona votando. Se hace un referéndum, se vota, y lo que salga,
salga. Esto está chupado. Ya hemos arreglado el problema.
Dejando de lado que hemos votado un montón de veces en
los últimos años en elecciones autonómicas catalanas donde siempre sale
el mismo resultado, la realidad es que la solución del referéndum no
tiene nada de fácil. Es más, una votación de secesión es un problema
endiabladamente complicado desde el punto de vista técnico en un día
bueno, y una completa pesadilla social y política a poco que se
compliquen las cosas.
Empecemos por las dificultades técnicas, en una lista que dista mucho de ser exhaustiva:
- Debemos decidir quién vota. Suponiendo que sólo se vota en las cuatro provincias catalanas (algo que ya de por sí es de mucho suponer), ¿Quién vota? ¿Todo el mundo que está empadronado en Cataluña? ¿Todo aquel que ha nacido en Cataluña? ¿Todo aquel que tiene padres catalanes? Por ejemplo, yo he nacido en Venezuela, de padres catalanes, pero llevo 14 años viviendo en Estados Unidos. ¿Tengo derecho a votar? ¿Si mis padres fueran nacidos en Soria pero viven en Barcelona desde hace 15 años podría? ¿Cómo determinamos residencia o derecho a voto?
- ¿Qué resultado necesitamos para considerar válido el referéndum? ¿Debe votar un porcentaje mínimo del censo?
- ¿Qué sucede si en una provincia o comarca se impone el “no” a la secesión? En Suiza, con la separación del Jura en un cantón propio, los distritos que votaron “no”siguieron permaneciendo al cantón de Berna. ¿Por qué en una secesión, un paso mucho más importante, no deberíamos aplicar una regla así?
- ¿Qué mayoría se considera suficiente para aceptar una secesión? ¿La mitad más uno vale? ¿O queremos una mayoría más amplia?
- La secesión implica una salida de la Unión Europea. Ya sé que los secesionistas insisten en que esto no es así, pero la comisión y las instituciones comunitarias han dicho repetidamente que secesión equivale a salida, y como son ellos los que controlan el garito, debemos asumir que ese es el caso. Hemos visto las negociaciones del Brexit y su enorme, gigantesca complejidad técnica. También hemos visto como el gobierno británico está viviendo tremendas crisis internas sobre esa misma negociación. Dependiendo del resultado final, la secesión tiene un aspecto muy distinto – y es posible que los votantes quieran votar otra vez sobre el resultado final, ahora que conocen las consecuencias.
- Si se votar a favor de la secesión, y hay una mayoría suficiente, ¿Cómo se negocia la secesión? Cualquier separación exige resolver una cantidad ingente de detalles técnicos complejos, desde reparto de la deuda a transferencia de edificios públicos, funcionarios y demás. Esto lleva tiempo, y no es una discusión sin ganadores y perdedores. Si el Brexit os ha parecido un festival en cuanto a negociaciones imposibles, una secesión es muchísimo más complicada y muchísimo más traumática. El acuerdo final puede hacer cambiar de opinión a los votantes sobre la secesión en sí.
- ¿Es la secesión irreversible? el nuevo estado tendrá, casi inevitablemente, un porcentaje considerable de votantes que no querían la secesión. ¿Qué sucede si sus representantes ganan las elecciones? Y no, ese no es un escenario descabellado – la mayoría de checos y eslovacos (que, no olvidemos, nunca votaron nada en referéndum) hoy creen que la partición fue mala idea.
Ninguna de estas cuestiones es irresoluble, pero
no son preguntas fáciles. Incluso si fueran decididas por un comité de
expertos bajado de una nube tocando el arpa, cada respuesta sería
enormemente polémica.
Las negociaciones post-votación serían de buen
seguro complicadas, y dada la incertidumbre sobre qué sucedería en
ellas, el resultado final de estas seguramente serían también polémico
(¿queremos secesión si implica no estar en la UE? ¿Qué pasa si el
déficit fiscal que nos dijeron resultó ser menor de lo prometido?).
Todo esto, por supuesto, asume que un presidente del
gobierno español puede conceder un referéndum de secesión así
directamente, porque es “lo fácil”. La cuestión es que no puede hacerlo,
porque la constitución española en su primer artículo lo prohibe
completamente.
Los secesionistas, de nuevo, insisten que uno puede
interpretar la constitución de forma “democrática” y “seguir los
tratados internacionales” (ambos son conceptos legales delirantes, pero
supongamos que fueran ciertos), y Pedro Sánchez podría aprobar una
votación.
Eso asume, obviamente, que el resto de partidos
políticos estatales no le harían filetes de inmediato, que todo el
tinglado no acabara en el constitucional, y que el tribunal,
inevitablemente, bloquearía todo en menos de una semana. Lo “fácil”
sería que todas las instituciones y políticos del estado, muchos de
ellos gente convencida que la secesión es una idea radicalmente
estúpida, se sentaran y aplaudieran, dejando “votar a los catalanes”.
Por descontado, creer que esto sea remotamente “fácil” de llevar a la
práctica es delirante.
La alternativa sería cumplir la ley, reformando la
constitución para permitir referéndums de secesión. Supongamos de nuevo,
que ya es suponer, que mediante ingeniería legal creativa
el PSOE pudiera sacar adelante esa reforma por el procedimiento
ordinario (Art.167) en vez del procedimiento agravado (168).
Eso
requeriría mayorías de tres quintos en cada una de las cámaras, o
absoluta en el senado y dos tercios en el congreso, más un referéndum
para ratificarla si así lo piden una décima parte de diputados o
senadores.
En contra de la opinión de muchos, no creo que conseguir
aprobar una reforma así sea algo completamente descabellado, pero de “fácil” no tiene nada en absoluto.
Todo eso, por supuesto, antes incluso de meternos en
política: un presidente del gobierno español también representa a
millones de votantes, y quiere ser reelegido. Para poder ofrecer la
solución “fácil” del referéndum necesitará poder vender esto no a los
votantes de Cataluña, sino a los de toda España.
Aunque creo que es posible
hacerlo, es algo que exigirá una labor titánica de pedagogía política, y
que los secesionistas demuestren estar dispuestos a respetar tanto el
resultado como los derechos de la minoría no-secesionista en caso de
ganar.
Por añadido, toda esta narrativa presupone un
ejecutivo catalán unitario y representativo. En realidad (insisto) el
conflicto no es entre Cataluña y España, sino que es un conflicto entre catalanes. Somos muchos en la (¡mayoría!) no secesionista que creemos que el referéndum no es en absoluto una solución “fácil”, y que sólo la aceptaríamos como válida si cumpliera con una serie de garantías explícitas (nótese
que este artículo lo escribí hace 12 años).
Cualquier pacto con Madrid
no puede sólo entre los secesionistas y el gobierno central, porque los
scesionistas distan mucho de representar a toda Cataluña. Antes de
llevar la posibilidad de un referéndum a cualquier parte, los
no-separatistas tenemos el derecho de exigir un acuerdo dentro de Cataluña – uno que elime el monopolio de las instituciones catalanas por parte del nacionalismo catalán.(...)
Decir que arreglar el problema catalán es “fácil”, y
que si hacemos lo “fácil” hay un mundo feliz y sin conflictos al final
del túnel no es sólo estúpido, es irresponsable.
Dos notas finales: el referéndum unilateral de
independencia fue lo que se hizo el uno de octubre. Si alguien cree que
era la otra opción “fácil”, la cosa acabó con cero reconocimiento
internacional y un montón de políticos en la cárcel. Hacer otro
referendum unilateral de secesión tendría exactamente el mismo
resultado, porque el estat espanyol es muchas cosas, pero tiene el monopolio de la violencia y lo ejerce (y hace bien).
La solución, donde acabaremos llegando, la sabemos
todos :más autogobierno, una ley electoral en Cataluña que permita que
los no-nacionalistas ganen de vez en cuando, federalismo fiscal en
España. El problema es que llegar a ella no es fácil en absoluto." (
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