"(...) como sentencia atinadamente el historiador José Antonio Pérez,
Burgos, no solo lo cambió todo en el País Vasco sino que contribuyó
también a cambiarlo todo dentro de una izquierda antifranquista española
que, a partir de ese momento, identificó la lucha de ETAcon la
lucha (con la causa) del Pueblo Vasco.
Hasta el punto de que si un
antifranquista vasco era detenido perdía automáticamente su condición de
izquierdista para convertirse en un ‘vasco represaliado’.
Ser vasco a partir de ese momento se convirtió en una identidad de
prestigio dentro del antifranquismo. La llegada de un militante de CCOOo de un socialista a una asamblea de cualquier esquina de España era recibida con expectación. ‘Ha llegado el vasco’.
Y
se le consideraba portador de una herencia casi mítica como
representante cualificado de una comunidad superior. La condición de
prestigio provocó un efecto llamada hacia el abertzalismo radical de
muchos inmigrantes que podían así evitar el estigma de ser considerados
invasores, cacereños, coreanos o maketos.
Así se explica, como señala el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, el “significativo aumento que desde 1970 se registra en la proporción de terroristas sin apellidos autóctonos o con uno solo entre sus dos primeros”. (No hace falta mucha imaginación para pensar en los igualmente invasores murcianosy charnegos).
El análisis de la usurpación operada en el Proceso de Burgos por J.
Corcuera es impecable. Solo que no fue el comienzo. Diez años antes,
Josep Benet había puesto en marcha la Campanya Jordi Pujola partir de Els Fets del Palau,
destinada a subrayar que la principal oposición al franquismo venía de
los nacionalistas católicos.
Así lo refleja esta carta al senador
demócrata norteamericano John Brademas recogida por Jordi Amat en la que
señala que Els Fetseran:
“La manifestación externa de que
la política de oposición, en Cataluña, está llevada y realizada en gran
parte por las nuevas generaciones, las que no intervinieron en la guerra
civil, y que en esta oposición hay grupos de católicos jóvenes que
combaten en vanguardia. Es el país joven que lucha contra el viejo y por
razones biológicas, al menos, son los que triunfarán”.
El “compromiso histórico” entre Montserrat (al que tan vinculado estaba Benet, el teórico del genocidio cultural, el muñidor de la campaña Volem bisbes catalans!e impugnador de Solé Tura) y el PSUC (Enric Juliana dixit) explica que Benet fuera cabeza de lista del PSUCa la Generalitat.
El proceso de nacionalización del PSUC sigue
una pauta que acaba desalojando de la dirección a los
castellanohablantes, como ha explicado con detalle Thomas Miley. Un
proceso paralelo ocurre en el PSC. Y, por arrastre, en las cúpulas sindicales.
Valga sobre lo último un detalle desde CCOO que establece el bucle
lógico entre los dos extremos del arco de este artículo: 1964 (la
nacionalización) y 2014 (el procés y el derecho a decidir). En 2014,
CCOO celebra su cincuentenario; desde enero aparecen noticias en la
página corporativa sobre el asunto; en una de ellas leemos:
“Després
de diversos cops repressius, les comissions obreres es van reorganitzar
i van crear la Comissió Obrera Nacional de Catalunya. Era la primera
vegada que un sindicat a Catalunya incorporava el terme nacional a les
seves sigles”.
No hace falta ser hermeneuta para leer esta apelación a la primacía
en la nacionalización como un timbre de gloria; se habría producido nada
menos que en la primera asamblea, la de Sant Medir, en noviembre de
1964. En abril de 2014, el sindicato recibe de Artur Mas la Creu de Sant
Jordi “pel seu protagonisme en la història recent (…). I també pel
compromís continuat de CCOO en la construcció nacional de Catalunya”.
En
noviembre, inaugura una exposición sobre el cincuentenario en el Museu
d’Història de Catalunya, una institución estrechamente asociada al
proceso de nacionalización; la guía didáctica elaborada al efecto tiene
en su primera página la reivindicación de la primacía en la
incorporación del término nacional y la consiguiente conversión de las CCOO en CONC. La declaración exime de explicaciones ulteriores.
Aquí no cabe más que el apunte; sin esa nacionalización de la esfera
semipública en el sector de la izquierda (sobre la que se construiría la
de la esfera pública desde la Generalitat) no estaríamos donde estamos,
ni el apoyo electoral a los partidos de izquierda sería el que es; por
eso es una estrategia suicida.
Pero conviene mirar al plano general, bien perfilado en estas palabras de José María Ruiz Soroa en Pardines. Cuando ETA empezó a matar:
“Sucede
además que la represión franquista prácticamente consiguió desarraigar
mediante una represión salvaje las memorias socialistas, comunistas o
anarquistas de la sociedad vasca, mientras que la levedad de la
represión con el nacionalismo permitió la conservación familiar y
privada de su memoria particular”.
El aserto es aplicable al nacionalismo catalán. Los nacionalistas no fueron más víctimas del franquismo que lo fueron de ETA. (...)" (Martín Alonso, Crónica Popular, 28/07/18)
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