10/9/18

Cuando el símbolo (el lazo amarillo) se utiliza ya no para expresar una opción sino para ‘marcar’ a quienes piensan de forma distinta... se traspasa un límite... el de la imposición autoritaria de un pensamiento

"(...) cuando el símbolo se utiliza ya no para expresar una opción sino para ‘marcar’ a quienes piensan de forma distinta. Si se da esta situación, se traspasa un límite. Hace unos días paseando por el paseo Sant de Joan de Barcelona vi dos lazos amarillos dibujados en la acera delante de la entrada de un edificio. 

En uno de los balcones de ese edificio había colocada una bandera de Catalunya, en otro balcón del mismo edificio una bandera de España. ¿Qué intención tenían quienes marcaron con lazos amarillos la entrada a este edificio? ¿Dar apoyo a la bandera catalana? ¿Enfrentarse al uso de la bandera española? Pude hablar con los vecinos de este edificio que tenían colgada la bandera de España, ellos se sentían marcados.
 
Unos días antes, en el inicio de un concierto de fiesta mayor se produjo la siguiente situación. La orquesta comenzó su actuación con un número de percusión de gran finura en el que defendían la libertad de expresión política de las personas. No había texto. El mensaje se transmitía con la música y con unos cubos blancos utilizados como tambores que llevaban impreso un rostro con una línea roja que tapaba la boca. 

Este símbolo ha sido utilizado para defender la libertad de expresión como elemento esencial de la democracia. ¿Pero la libertad de quién? El coordinador de la orquesta me explicó que defendían la libertad a expresarse en libertad, con independencia de la opción política que se tuviese. 

Al finalizar el concierto, una persona del público le felicitó por haber defendido tan valientemente la causa independentista. ¿Por qué esta persona interpretó que se defendía la causa independentista y no pensó que se defendía la libertad de expresión de todos como elemento esencial de la democracia? Este es un típico error que anula los colores de la democracia: pensar que los derechos y libertades son los míos y de los que piensan como yo y que los otros no han de tener derechos ni libertades, ni espacios, a expresar y defender sus opciones políticas. 

Es el peligro del imponer, del vencer, en contra del convencer, del acordar. La segunda necesidad de la democracia plural: el respeto a la expresión de las otras opciones políticas.

O la democracia es multicolor o estamos ante la tentación de la imposición autoritaria de un pensamiento. En el mejor de los casos el monocolor indicaría la adscripción mayoritaria a una opción. Incluso en estos casos hay que desconfiar de los efectos que produce la pérdida de la pluralidad. 

Una amiga me explicaba cómo otra persona le había pedido que hiciera campaña a favor de la independencia de Cataluña. Al negarse a hacerlo por consideración hacia el colectivo con el que trabaja, y respeto a su pluralidad ideológica, la otra persona le espetó: ya sé con quién estás. 

Nada más lejos de la realidad, me decía esta amiga, se trata de puro respeto hacia las otras personas, hacia su libertad de pensamiento y de acción política. Se trata de una actitud de madurez democrática frente a las tendencias totalitarias que se pueden revestir de diferentes colores. No es el color lo que importa, sino las actitudes que siguen quienes los utilizan.  (...)

El diálogo social es necesario (tan o más necesario que el diálogo de los representantes políticos), a no ser que los ciudadanos quieran que se les administre como a niños maleducados que no son capaces de respetar sus propias normas de conducta democrática. 

De darse este caso, nos encontraríamos en una preocupante situación en la que las personas serían fácilmente manipulables a base del llamamiento a la testosterona (que no entiende de colores y sí de símbolos) y el recurso a los héroes y los mártires. En la historia, las luchas democráticas han tenido héroes y mártires en tanto que símbolos colectivos. Pero no hay que olvidar que los totalitarismos y los fascismos han hecho un uso intensivo de los referentes heroicos y de los mártires.

 Por tanto, de igual forma que el monocolor es un indicio preocupante de totalitarismo, también lo es el auge de los referentes sacrificiales y de la generación de deudas de fidelidad hacia esos referentes sacrificiales. (...)"                 (Antonio Madrid Pérez, Mientras Tanto, 30/08/18)

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