"(...) cuando el símbolo se utiliza ya no para expresar una opción sino para
‘marcar’ a quienes piensan de forma distinta. Si se da esta situación,
se traspasa un límite. Hace unos días paseando por el paseo Sant de Joan
de Barcelona vi dos lazos amarillos dibujados en la acera delante de la
entrada de un edificio.
En uno de los balcones de ese edificio había
colocada una bandera de Catalunya, en otro balcón del mismo edificio una
bandera de España. ¿Qué intención tenían quienes marcaron con lazos
amarillos la entrada a este edificio? ¿Dar apoyo a la bandera catalana?
¿Enfrentarse al uso de la bandera española? Pude hablar con los vecinos
de este edificio que tenían colgada la bandera de España, ellos se
sentían marcados.
Unos días antes, en el inicio de un concierto de fiesta mayor se
produjo la siguiente situación. La orquesta comenzó su actuación con un
número de percusión de gran finura en el que defendían la libertad de
expresión política de las personas. No había texto. El mensaje se
transmitía con la música y con unos cubos blancos utilizados como
tambores que llevaban impreso un rostro con una línea roja que tapaba la
boca.
Este símbolo ha sido utilizado para defender la libertad de
expresión como elemento esencial de la democracia. ¿Pero la libertad de
quién? El coordinador de la orquesta me explicó que defendían la
libertad a expresarse en libertad, con independencia de la opción
política que se tuviese.
Al finalizar el concierto, una persona del
público le felicitó por haber defendido tan valientemente la causa
independentista. ¿Por qué esta persona interpretó que se defendía la
causa independentista y no pensó que se defendía la libertad de
expresión de todos como elemento esencial de la democracia? Este es un
típico error que anula los colores de la democracia: pensar que los
derechos y libertades son los míos y de los que piensan como yo y que
los otros no han de tener derechos ni libertades, ni espacios, a
expresar y defender sus opciones políticas.
Es el peligro del imponer,
del vencer, en contra del convencer, del acordar. La segunda necesidad
de la democracia plural: el respeto a la expresión de las otras opciones
políticas.
O la democracia es multicolor o estamos ante la tentación de la
imposición autoritaria de un pensamiento. En el mejor de los casos el
monocolor indicaría la adscripción mayoritaria a una opción. Incluso en
estos casos hay que desconfiar de los efectos que produce la pérdida de
la pluralidad.
Una amiga me explicaba cómo otra persona le había pedido
que hiciera campaña a favor de la independencia de Cataluña. Al negarse a
hacerlo por consideración hacia el colectivo con el que trabaja, y
respeto a su pluralidad ideológica, la otra persona le espetó: ya sé con
quién estás.
Nada más lejos de la realidad, me decía esta amiga, se
trata de puro respeto hacia las otras personas, hacia su libertad de
pensamiento y de acción política. Se trata de una actitud de madurez
democrática frente a las tendencias totalitarias que se pueden revestir
de diferentes colores. No es el color lo que importa, sino las actitudes
que siguen quienes los utilizan. (...)
El diálogo social es necesario (tan o más necesario que el diálogo de
los representantes políticos), a no ser que los ciudadanos quieran que
se les administre como a niños maleducados que no son capaces de
respetar sus propias normas de conducta democrática.
De darse este caso,
nos encontraríamos en una preocupante situación en la que las personas
serían fácilmente manipulables a base del llamamiento a la testosterona
(que no entiende de colores y sí de símbolos) y el recurso a los héroes y
los mártires. En la historia, las luchas democráticas han tenido héroes
y mártires en tanto que símbolos colectivos. Pero no hay que olvidar
que los totalitarismos y los fascismos han hecho un uso intensivo de los
referentes heroicos y de los mártires.
Por tanto, de igual forma que el
monocolor es un indicio preocupante de totalitarismo, también lo es el
auge de los referentes sacrificiales y de la generación de deudas de
fidelidad hacia esos referentes sacrificiales. (...)" (Antonio Madrid Pérez, Mientras Tanto, 30/08/18)
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