"(...) el secesionismo catalán del ‘procés’ comparte, a pesar de la diferencia
enorme que supone la violencia, elementos significativos con el
abertzalismo del ‘conflicto’, como muestra la estrecha colaboración
entre sectores de ambos extremos de los Pirineos.
La asunción del
derecho a decidir –un término engendrado al albur de las expectativas
decrecientes de ETA– como buque insignia de las reivindicaciones y la
movilización de un victimismo producto de la deformación de la historia,
es el principal.
Las diferentes expresiones del victimismo, que alcanzan su
formulación superlativa en la invocación del genocidio en ambos
espacios, se ejemplifican en la tesis de la opresión nacional
diferencial sufrida en el franquismo.
La difusión de ese relato ha sido
posible por un proceso de nacionalización del antifranquismo que se
opera a partir de los años 60, poco después de que la izquierda, que es
quien había puesto los muertos, los presos y los torturados, presentara
desde el PCEla idea de la reconciliación nacional.Y
que se prolonga hoy.
Naturalmente, este relato no hubiera cuajado sin la
contribución de una parte de las izquierdas autóctonas y el
desistimiento de las otras; contribución deudora de una recalcitrante
fascinación por los nacionalismos vasco y catalán.
El franquismo como capital negativo, como deuda histórica impagada e
impagable del ‘Estado’ a estas comunidades prósperas, es el argumento
principal y recurrente en las reivindicaciones soberanistas.
La
nacionalización del antifranquismo es una pieza crucial para entender
algunas de las principales disfunciones de la España democrática, en
especial esa extraña situación en la que los supuestos oprimidos
resultan ser los ricos, los que disfrutan de mayor reconocimiento y
poder institucional, incluida la policía autonómica. (...)
De modo que es acuciante la tarea de subsanar este desajuste cognitivo heredado del franquismo. No es únicamente cuestión de la reparación de estragos del pasado. Porque los beneficiarios no solo se han servido de esta manipulación del antifranquismo para blanquear su pasado, sino que la invocan ahora como argumentario para esos proyectos insolidarios enmascarados en el humo conceptual del derecho a decidir.
Sobre los estragos cognitivos se expresó con meridiana claridad un historiador acreditado afincado durante un cuarto de siglo en Barcelona y uno de los firmantes del Foro Babel, Gabriel Jackson:
“Lo que hace único el caso vasco, y lo que me choca como historiador, es que el terrorismo político vasco de los últimos 20 años desafía cualquier explicación racional, a menos que uno desenrede la historia real de la historia mitificada y de la falsa antropología. […] cualquier imagen de que los vascos han sido oprimidos (más que los demás) por los gobiernos españoles, es, literalmente, mitología pura” (El País, 25/01/2000).
Si nos quedamos en la manipulación de la historia y de la antropología, sus palabras son extensivas a lo que conoce hoy Cataluña. Previó lo que ocurriría al mostrarse escéptico sobre el encaje de los partidos nacionalistas en el sistema constitucional, “porque es imposible satisfacer a estos partidos”(El País, 20/08/1998).
Pero para el núcleo de este escrito importa recordar a los doblemente perjudicados, por la realidad del franquismo y por el relato nacionalizado del antifranquismo, y lo hago con las palabras del historiador José Antonio Pérez, de la Universidad del País Vasco:
“Sin embargo, después de casi cincuenta años, buena parte de aquellos militantes del movimiento obrero que participaron en las protestas que paralizaron las fábricas desde comienzos de la década de los años sesenta y llenaron la calles -y las cárceles- durante las protestas obreras, incluidas las que se organizaron en solidaridad con los procesados en Burgos, viven hoy con una evidente decepción y con un punto de amargura la apropiación de la memoria del antifranquismo a la que ha procedido el nacionalismo, presentándose ante la sociedad vasca como el gran artífice y protagonista de aquellos años en la lucha contra la dictadura”.
También esto es aplicable a Cataluña. Sirvan estas consideraciones de mínima reparación a aquellos militantes frente a ese múltiple y recalcitrante maltrato." (Martín Alonso, Crónica Popular, 28/07/18)
De modo que es acuciante la tarea de subsanar este desajuste cognitivo heredado del franquismo. No es únicamente cuestión de la reparación de estragos del pasado. Porque los beneficiarios no solo se han servido de esta manipulación del antifranquismo para blanquear su pasado, sino que la invocan ahora como argumentario para esos proyectos insolidarios enmascarados en el humo conceptual del derecho a decidir.
Sobre los estragos cognitivos se expresó con meridiana claridad un historiador acreditado afincado durante un cuarto de siglo en Barcelona y uno de los firmantes del Foro Babel, Gabriel Jackson:
“Lo que hace único el caso vasco, y lo que me choca como historiador, es que el terrorismo político vasco de los últimos 20 años desafía cualquier explicación racional, a menos que uno desenrede la historia real de la historia mitificada y de la falsa antropología. […] cualquier imagen de que los vascos han sido oprimidos (más que los demás) por los gobiernos españoles, es, literalmente, mitología pura” (El País, 25/01/2000).
Si nos quedamos en la manipulación de la historia y de la antropología, sus palabras son extensivas a lo que conoce hoy Cataluña. Previó lo que ocurriría al mostrarse escéptico sobre el encaje de los partidos nacionalistas en el sistema constitucional, “porque es imposible satisfacer a estos partidos”(El País, 20/08/1998).
Pero para el núcleo de este escrito importa recordar a los doblemente perjudicados, por la realidad del franquismo y por el relato nacionalizado del antifranquismo, y lo hago con las palabras del historiador José Antonio Pérez, de la Universidad del País Vasco:
“Sin embargo, después de casi cincuenta años, buena parte de aquellos militantes del movimiento obrero que participaron en las protestas que paralizaron las fábricas desde comienzos de la década de los años sesenta y llenaron la calles -y las cárceles- durante las protestas obreras, incluidas las que se organizaron en solidaridad con los procesados en Burgos, viven hoy con una evidente decepción y con un punto de amargura la apropiación de la memoria del antifranquismo a la que ha procedido el nacionalismo, presentándose ante la sociedad vasca como el gran artífice y protagonista de aquellos años en la lucha contra la dictadura”.
También esto es aplicable a Cataluña. Sirvan estas consideraciones de mínima reparación a aquellos militantes frente a ese múltiple y recalcitrante maltrato." (Martín Alonso, Crónica Popular, 28/07/18)
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