13/9/18

La represión en el País Vasco no llegó a la décima parte de la de Andalucía. En Bilbao muchos juicios contra nacionalistas ni siquiera se instruyeron. En 1944 no quedaba ningún nacionalista vasco en prisión...

"(...) ¿Fueron los nacionalistas los mártires de la dictadura?

En su prefacio al libro de Gisèle Halimi sobre el proceso de Burgos, calificó Sartre de ‘pueblo mártir’al vasco. Asumía así la tesis del genocidio que había elaborado el nacionalismo ya al final de la guerra pero, sobre todo, en el exilio. 

Algo parecido ocurrió en Cataluña, donde Josep Benet patentó la idea del ‘genocidio cultural’ que Torra extendió hasta 1714 al referirse al Born como la zona cero de los catalanes.

Victimismo militante, irredentismo emocional y falsificación histórica se trenzan. Hubo represión de las formas culturales específicas, desde luego,  pero no de una manera distinta a la que afectó a otras expresiones de pluralismo.

Si arrancamos de la Guerra Civil, debemos recordar donde se reclutaron mayoritariamente carlistas y requetés, la rendición de los batallones vascos en Santoña, el tercio de Montserrat, el papel de los Gomá, Pla y Deniel y Tusquets, o los ‘catalanes de Burgos’.

 Sin entrar en detalles. La Antiespaña no era la España nacionalista sino la España roja. La represión se ensañó con ella. En Bilbao muchos juicios contra nacionalistas ni siquiera se instruyeron, como ha estudiado el historiador Javier Gómez Galvo y la represión en el País Vasco no llegó a la décima parte de la de Andalucía. 

En 1944 no quedaba ningún nacionalista vasco en prisión. Sólo desde finales de los 60, con motivo de las movilizaciones obreras y los atentados de ETA, la situación empezó a cambiar. Pero esa memoria se ha borrado.  (...)

El mismo trato preferencial tuvieron los nacionalistas catalanes según el testimonio del tristemente famoso comisario franquista Antonio Juan Creix, en palabras de Antoni Batista: 

“[A finales de los 50] Creix continuaba implacable con los comunistas, pero comenzó a bajar la guardia con catalanistas, estudiantes e intelectuales” 

(https://www.sapiens.cat/epoca-historica/historia-contemporania/guerra-civil-i-franquisme/antonio-juan-creix-el-gran-torturador-franquista_10386_102.html, 21/06/2018).

Que estos datos hayan quedado opacados es un buen ejemplo del éxito de la nacionalización mental, que queda de relieve en una noticia reciente referida a las estribaciones del franquismo. Un medio vasco titulaba: “Europa pide a España que ‘restañe’ las heridas del 3 de marzo en Vitoria” (El Correo, 12/07/2018). 

El artículo respondía a la presencia de una delegación vasca en la Eurocámara en relación a los cinco trabajadores asesinados en 1976. La reclamación entraba en el corsé victimista de España contra Euskadi y mostraba el empeño de, además de distorsionar, internacionalizar el victimismo.

¿Quiénes presidían la delegación? Gorka Urtaran (alcalde del PNVen Vitoria) y Mirren Larrion (portavoz municipal de EH Bildu). Ninguna presencia de la izquierda. Y repárese en la diferencia entre la onomástica de los demandantes y la de los asesinados a los que reivindicaban: Pedro María Martínez, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Castillo y Bienvenido Pereda. Un buen ejemplo de cómo una reivindicación obrera es instrumentalizada por el nacionalismo y blandida como agravio ante la mirada internacional. (...). 

Esta diálisis de la historia que ha permitido la nacionalización del antifranquismo tiene su punto de inflexión en el Proceso de Burgos, que tuvo una réplica parcial en la Asamblea de Montserrat. Vale la pena transcribir las palabras con que las que lo formula el historiador Javier Corcuera:

 “Burgos es el comienzo de la nacionalización del antifranquismo: ETA demuestra la desmesura de la opresión hecha a los vascos como tales, porque nadie, en caso contrario se jugaría la vida por nada; simétricamente, por parte de los partidos de izquierda no nacionalistas, ETA es ocasión de intentar conquistar carta de ciudadanía vasca que rompiera el histórico foso entre nacionalismo y socialismo, y que posibilitara la ampliación del movimiento contra el régimen. En esa dinámica, la lucha emprendida desde organizaciones obreras (que en lo fundamental habían sido las únicas actuantes hasta entonces) se convierte en lucha de los obreros vascos, o sea, en lucha de los vascos, o sea, en lucha vasca contra el franquismo, o sea, en lucha que demuestra la vitalidad de los vascos contra la opresión nacional, o sea, de una opresión tan grave que ha dado lugar al nacimiento de ETA”.

Hay que completar este lado interno con el exterior. Porque, como sentencia atinadamente el historiador José Antonio Pérez, Burgos, no solo lo cambió todo en el País Vasco sino que contribuyó también a cambiarlo todo dentro de una izquierda antifranquista española que, a partir de ese momento, identificó la lucha de ETA con la lucha (con la causa) del Pueblo Vasco. 

Hasta el punto de que si un antifranquista vasco era detenido perdía automáticamente su condición de izquierdista para convertirse en un ‘vasco represaliado’. (...)"                              (Martín Alonso, Crónica Popular, 28/07/18)

No hay comentarios: