"No comparto el entusiasmo del soberanismo por Puigdemont. Ni tan
siquiera tras el fallo judicial de un tribunal alemán que le libra del
delito de rebelión. Aunque parezca que tenga una flor en el culo. O
puedan volver a decir aquello de “jugada maestra”. ¿Qué deben pensar los
presos? ¿Por qué ellos sí y el expresidente no?
Mi desilusión definitiva empezó aquel 26 de octubre cuando convocó a
los medios de comunicación en Palau para anunciar que avanzaba las
elecciones, retrasó la comparecencia una hora y luego escurrió el bulto.
En esto me recuerda a Torra que, con los Juegos del Mediterráneo,
estuvo una semana mareando la perdiz. ¡Hasta fue a pedir permiso a
Berlín!. El mismo día de la inauguración anunciaron una comparecencia en
Palau para confirmar el no. ¡Y al final fue que sí!
Puigdemont se echó atrás en aquella ocasión porque los Jordis
ya estaban en prisión preventiva y, claro, no podían irse ellos de
rositas tras haber empujado a ambos al abismo. Pero recuérdese que
incluso el lehendakari Urkullo intentó mediar y finalmente dio el caso
por pérdido.
La huida a Brusela en el maletero de un coche -o en el espacio entre
los asientos, el detalle todavía no ha sido aclarado en profunidad-
tampoco ayudó a mejorar la imagen que tengo de él. Companys, después del
6 de Octubre, al menos ser quedó en Palau a aguantar el tipo. Le
cayeron 30 años.
En esto se parece un poco a Francesco Schettino, el capitán del Costa Concordia
que tras el encontronazo con las rocas se largó dejando el pasaje a
merced de las olas y del pánico. De todo el Govern, los únicos que
cumplieron el compromiso de mantenerse al pie del cañón fueron Oriol
Junqueras y Josep Rull.
Sin embargo, la estocada definitva fue el día que besó la bandera española porque se lo pidió un friki
en un aeropuerto. ¡Y no una sino dos veces!. Quiero reafirmar, sin que
se sienta insultado el aludido, que no era un pelotón de fusilamiento ni
un comando de boinas verdes ni tan sólo unos agentes del CNI los
autores de la proeza sino eso: un friki.
Una de las problemas endémicos de Catalunya es que el liderazgo político oscila periódicamente entre el seny y la rauxa. Entre los primeros, Tarradellas, Pujol -hablo del Pujol gobernante, no del padre de familia-, Montilla. Luego están los eixelebrats: Companys, Puigdemont. Mientras que otros como Maragall y Mas son más inclasificables.
Maragall porque llegó con la aureola de los Juegos pero fue el
primero que empezó a liarla al promover una reforma del Estatut que no
pedía nadie. Mas porque prometía mucho -pudo haber sido nuestro
Roosevelt particular- y quedó en nada. Un bluff.
Lo que sí que tengo claro es que el daño hecho por Puigdemont
superará, con creces, el de cualquiera de sus predecesores. Un día
hablaba con un colega de Girona con buen olfato y le dije:
- Tu coneixes el Puigdemont?
- Des de fa més de vint anys
- Està com un llum
- Sí, però no d’ara. Ho ha estat sempre (*)
- Des de fa més de vint anys
- Està com un llum
- Sí, però no d’ara. Ho ha estat sempre (*)
Pues eso.
(*) - ¿Tú conoces a Puigdemont
- Desde hace más de viente años
- Está como un cencerro
- Sí, pero no de ahora. De siempre."
- Desde hace más de viente años
- Está como un cencerro
- Sí, pero no de ahora. De siempre."
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