"(...) Si el CEO (Centre d’Estudis d’Opinió), de la Generalitat y sin
control del 155 (hasta ahí no han tenido narices de llegar), dice que el
independentismo ha bajado 8 puntos y se sitúa en el 40% de la
población, puedo asegurarles que la cifra está inflada, es más, nunca
llegó al 48%.
Ya se sabe que quien no cocina una encuesta es que es tonto.
Es más
que sospechoso que las encuestas pretendan coincidir con el porcentaje
de votos sobre voto emitido; parece que exista una voluntad de
consolidar una idea de casi mayoría; algo que nunca ha ocurrido. Otra
cosa es que el sistema electoral les beneficie descaradamente. Pero eso
es otra historia.
Evolución electoral del secesionismo
El punto álgido del nacionalismo fue en las elecciones autonómicas de
2017, y yo diría que tocó techo. Según mis análisis –realizados a
partir de los votos, no encuestas, y de las propuestas de los partidos y
candidaturas–, el apoyo al independentismo fue del 37,44% del censo
electoral.
En el siguiente gráfico se muestra la evolución del voto secesionista
desde las autonómicas de 2006 hasta las autonómicas de 2017. El voto
independentista resulta de la suma de CiU, ERC,
JxSí, JxCat, CUP, SI, etc. –es decir, las siglas que en cada momento
han apostado por la secesión–.
Ciertamente, en 2006 CiU no se declaraba
independentista pero estaba en su proyecto, no así Unió cuando se
presentó tras la ruptura con CDC. Los porcentajes están calculados sobre
el Censo Electoral, no sobre los votos emitidos, y nos dan el soporte
real del independentismo.
Como se puede observar, las elecciones generales no son un buen
momento para el independentismo: es cuando cosecha menos votos, tanto en
valores absolutos como relativos. Es cierto que la evolución del
secesionismo, descontadas las elecciones generales, es de un incremento
sostenido, incluido el 9N, aunque porcentualmente baja, pero eso es
debido a que el censo fue inflado incluyendo a menores de 18 años y
mayores de 16 y a emigrantes con residencia.
El abstencionismo diferencial, que ayudaba a crecer porcentualmente
al secesionismo en las autonómicas, empieza a desaparecer en 2015, y con
la amplia participación en las últimas se puede considerar amortizado.
Aquel votante no nacionalista de antaño ha entendido que en las
autonómicas se juega su futuro, que ya no son asunto solo de “los
catalanes”: por fin, han entendido que ellos son catalanes (ciudadanos) y
de pleno derecho. Las manifestaciones del mes de octubre dieron cuerpo
en la calle a esa realidad, y las elecciones de diciembre fueron su
plasmación en las urnas.
En el siguiente gráfico podemos observar la evolución de los bloques y
la mayor definición del “no secesionismo” en las últimas elecciones. En
la parte superior, en amarillo, tenemos la evolución del
independentismo y, separados por el bloque abstencionista, en la parte
inferior está el bloque “no independentista” dividido en dos: los
“soberanistas no-independentistas”1 (fucsia) y los “no soberanistas”
(verde).
Es interesante ver cómo el “soberanismo no
independentista” ha ido perdiendo presencia a partir de las
autonómicas de 2015, aguantando el tirón en las generales pero
minimizándose en las autonómicas.
Solo en las autonómicas de 2010 y 2012 el “independentismo” supera al
“no independentismo”, gracias a que aún funcionaba el absentismo
diferencial al que antes aludía, que ya empieza a debilitarse en el
2012. En las autonómicas de 2015 y 2017 el absentismo es mínimo y es
cuando el “soberanismo no independentista” flojea más, mientras la
contundencia del “no soberanismo” se consolida.
A tener en cuenta la migración del PSC del “soberanismo no
independentista” al “no soberanismo” a partir de 2012. Esta migración,
bastante incompleta y poco sincera –solo hay que ver las declaraciones
de sus líderes en temas como la inmersión lingüística–, busca cerrar la
herida por la que ha perdido desde 2008 más de un millón de votos (pasó
de 1.689.911 en las generales de 2008 a 606.659 en la pasadas
autonómicas, ligero repunte respecto a poco más del medio millón en los
que se instala en las autonómicas del 2012).
La evolución de ICV y luego las diferentes formas de coalición de
Comunes y Podemos, consigue una gran victoria en Cataluña en las
generales de 2016 (848.526 votos) pero su ambigüedad ante el procés la
resitúa en los resultados previos en las pasadas autonómicas (326.360
votos).
Concluyendo.
Salir del impasse o enquistamiento se hace harto complejo si no
cambian por un lado las reglas de juego y, por otro, la posición de la
izquierda catalana ante el nacionalismo. Para cambiar las reglas de
juego es necesario un cambio en el sistema electoral español que fuerce
un cambio en el reparto, hoy injusto y desproporcionado, de los escaños
en el Parlament de Cataluña. (...)
Y se me antoja incluso más improbable la recolocación de la izquierda
en el tema nacionalista. El franquismo dejó un poso de antiespañolismo
en la izquierda que, retroalimentado por la “leyenda negra”, ha generado
un complejo de culpa impropia que la ha llevado a ser correveidile de
los nacionalismos periféricos.
Hoy no hay una izquierda con proyecto
para España. La España de Dolores Ibárruri, de Machado, García Lorca,
Celaya, etc., parece no existir. Se mezcla federalismo,
plurinacionalidad y autodeterminación sin aclarar muy bien qué es una
cosa y qué es otra.
Malos tiempos para la política… la “Política”, con mayúsculas." (Vicente Serrano, Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista y miembro del Foro de las Izquierdas No Nacionalistas, Crónica Popular, 01/03/18)
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