"- ¿Cuando empezó el proceso?
Para mí lo hace la primavera de 2012, poco después de la creación de
la ANC. Es cierto que antes y después de la sentencia del Estatuto ya se
iban produciendo y articulando muchas expresiones populares
proindependencia, y buena parte del éxito electoral de la CUP nace aquí,
pero la maquinaria política y mediática del partido hegemónico se pone
en marcha al servicio de la causa independentista a partir de la
primavera de 2012, incluso la apropiación de la palabra “proceso” se
hace entonces, no antes.
Dudo que se encuentre un artículo de 2011 donde
alguien le dé a la palabra “proceso” la connotación que todos le damos
ahora. No sé si porque a raíz del caso La Camarga ven que gobernar con
una socia parlamentaria como Alícia Sánchez Camacho es insoportable o
porque las encuestas les dicen que radicalizando un poco su mensaje le
clavarán un mordisco al electorado de ERC, pero para mí no hay duda de
que empieza entonces y no inmediatamente después de la sentencia del
Estatut.
Recuerdo perfectamente la sorpresa que me causó que a meses
vista del 11 de septiembre de 2012 ya se estuviera hablando a los
medios, públicos y privados, de quien iría a la manifestación y quien
todavía no había confirmado su asistencia. Yo pensaba, ¿y a qué viene
ahora hablar de una manifestación para la que faltan meses y en la que
siempre van cuatro gatos? Insisto, no fueron sólo los medios públicos.
La Vanguardia tuvo un papel movilizador fundamental, repasen su
hemeroteca de los meses de mayo, junio y julio de 2012. De todas formas,
si Mas hubiera obtenido la mayoría absoluta en noviembre de 2012, que
es lo que perseguía con toda aquella comedia de ir a Madrid a pedir el
pacto fiscal y luego abortar la legislatura porque no se lo daban, se
habría acabado el proceso, o tal vez no habría comenzado nunca. Mas, en
2012, no quería la independencia, quería ser Pujol.
- Usted tiene la teoría personal que no comenzó con la sentencia del Estatuto.
Es que es incongruente con lo que sucede cuando se constituye el
primer gobierno Mas, donde la principal aspiración o reto o en todo caso
eslogan era hacer “el gobierno de los mejores””.
Hacía unos meses que
acababan de tumbar el Estatuto, y lo que Mas ofrecía al electorado era
hacer “el gobierno de los mejores”, en contraposición a la imagen de
gobierno-desastre que habían conseguido crear los sucesivos tripartitos,
gracias a su capacidad de dominar el discurso mediático.
Y entonces,
inmediatamente después de ganar las elecciones a finales de 2010, la
estabilidad parlamentaria durante todo el año 2011 se asienta sobre un
pacto CiU-PP que entre otras cosas permite aprobar aquellos engendros
legales llamados “leyes ómnibus” que tienen como único objetivo
desmantelar por la vía rápida lo que había construido el tripartito.
No
tiene ningún sentido que ahora estés maldiciendo el partido político que
recogió firmas contra el Estatuto si después de hacerlo estuviste un
año gobernando con su muleta, y como es incoherente lo que se ha hecho
es borrar el año 2011 del relato.
Fíjate. Cuando se hace una cronología
del 'proceso', con las fechas claves, y se sitúa el inicio en mayo de
2010, ya después se da un salto a 2012. Nunca aparece nada que pasase el
año 2011 porque en la foto de 2011 sale Mas de la mano de Alícia
Sánchez-Camacho.
- Tiene un artículo publicado en 2016 en el que ya lo decía.
Recuerdo la Diada del 2011 porque, en efecto, yo estaba allí y había
cuatro gatos.
Efectivamente, la de 2011 y la de 2010, las dos jornadas posteriores a
la sentencia del Estatut en las que están los mismos 10.000
irreductibles que cada una de las jornadas de las dos décadas
anteriores. ¿Y por qué la gente no se sentía llamada a manifestarse
entonces? ¡La convocatoria existía! Muy sencillo: el partido hegemónico
aún no había pisado el ‘start’ de su maquinaria propagandística.
- ¿Por qué Mas se hizo soberanista?
Por cálculo político, no por ninguna convicción íntima. Supongo que
intuye que, si no se hace, tiene muchos números de perder la hegemonía,
el eje del catalanismo, y se hace pero lo acaba perdiendo igualmente.
En
todo caso, nunca me he creído la canción del “hemos llegado a la
conclusión de que con Madrid no hay nada que hacer”, “no nos dan otra
salida que marcharnos”, etc. No me lo he creído tratándose de políticos
de este nivel. Y no sólo hablo de Mas. Ha habido muchos que se hacen
indepes de la noche a la mañana.
El caso de Ernest Maragall me parece
incomprensible. Una persona que ha ocupado cargos de muchísima
responsabilidad por su militancia en un partido que ni por un momento se
ha acercado a estas posiciones, ¿de repente descubre que en Madrid no
hay mucha sensibilidad hacia el sentimiento nacional catalán?
- ¿Y Convergencia?
En Convergencia ya había muchos cuadros y mucha gente de base que
tenía un corazón independentista y una cabeza autonomista. A toda esta
gente se le dice que la independencia es posible, conveniente y urgente.
No hacen falta demasiados argumentos para convencerlos. Y menos si lo
dicen los de arriba.
- ¿Qué balance hace del proceso?
De momento desastroso. Hace seis años que nos miramos el ombligo, o
sea que tenemos los ojos irritados y las cervicales atrofiadas. Siendo
benevolente, quizás es cierto lo que dicen algunos, que era necesario
algo así para agitar España, aunque ahora mismo la amenaza de la
recentralización es más real que nunca. (...)
- El país parece dividido en dos bandos.
Es una pena. A los independentistas les molesta mucho que se diga que
el proceso ha fracturado la sociedad. Seguramente hablar de fractura es
exagerado, pero que ha abierto heridas en la convivencia es innegable.
Heridas que no estaban. Se ha tensado mucho la cuerda, por mí de forma
irresponsable e innecesaria.
Ya he dicho en algún artículo que me daría
vergüenza tener que explicar el 'drama catalán' a un palestino, un kurdo
o un rohingya, y aquí nos hemos querido equiparar. El peor error del
proceso ha sido creerse su propia propaganda, es decir, creerse de
verdad que el mundo nos miraba. En realidad lo comenzó a hacer el 1 de
octubre, y no terminó de entender gran cosa.
Lo que en todo caso tuvo
claro era que no somos ni palestinos, ni kurdos ni Rohingya, naciones
que aún están en la lista de espera de las urgencias humanitarias
mundiales, junto con muchas otras.
Nosotros pretendemos llegar y
ponernos por delante, pero la cola es larga y los que están tienen
razones mucho más palpables que nosotros. El mundo ya tiene muchos
problemas y no puede comprender que un territorio con un PIB per cápita
que casi triplica la media mundial pretenda erigirse en una urgencia
humanitaria.
- ¿El 155 es una agresión al autogobierno?
Yo no lo calificaría así. Es una anomalía que esperamos termine el 22
de diciembre. Pero me hace gracia cuando la cuentan, como si no hubiera
habido una causa previa, como si surgiera por una especie de capricho.
No se me ocurre qué otra reacción habría podido tener el Estado cuando
se aprueba la moción por la que se hace la DUI (hasta más tarde no hemos
sabido que era una especie de simulacro de DUI), basándose en un
referéndum que muy claramente no ha tenido garantías, aunque sea el
mismo Estado el principal responsable de esta ausencia de garantías. Qué
esperaban que hiciera, decir mucho gracias y adiós muy buenas?
- ¿Cómo juzga la huida del presidente Puigdemont en Bruselas?
Se podrá juzgar completamente según sea su regreso. Es una jugada
improvisada, eso está claro, porque después del 1 de octubre todo lo que
pasa es improvisado, pero tal vez incluso le sale bien y consigue
eludir la prisión. Me gustaría, porque la situación de prisión envenena
aún más el debate, pero lo veo difícil.
En todo caso, creo que
Puigdemont lo había hecho bastante bien, teniendo en cuenta los
objetivos que perseguía su Gobierno y las circunstancias con las que
tuvo que asumir el papel de presidente de la Generalitat en enero de
2016. Pero a partir del 1 de octubre el discurso que adoptan y las
decisiones que toman son un desastre, incluso para sus propios
intereses.
El 1 de octubre fue una victoria aplastante por el
independentismo y una humillación por el Gobierno central. Era el
momento de detenerse y administrar la victoria, no de apretar el
acelerador. Por qué derrocharon aquel éxito empeñándose decir que
aquello había sido un referéndum real, y que por tanto debía aplicar el
resultado? Si ni sus propios observadores internacionales el entendieron
como tal! (...)"
(Entrevista a Víctor Saura, autor de un libro que siempre recomiendo: “La Catalunya més fosca”
(Base) en el que describe varios episodios de la historia reciente que
rompen la imagen idílica que tienen algunos de Catalunya. e-notícies, 06/12/17)
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