"He percibido la
querencia que tiene, en general, la izquierda, hacia la independencia
catalana, movimiento que es más bien de derecha, nacionalista y hasta
xenófobo.
Hace unos días leí un tweet del novelista colombiano Juan Cárdenas: “ya me cansé de repartir collejas entre los izquierdosos latinoamericanos que apoyan la independencia catalana. Que los eduque su madre”.
Yo
mismo, en conversaciones con amigos y en algunas participaciones sobre
el tema que he hecho en una radio mexicana, he percibido la querencia
que tiene, en general, la izquierda, a simpatizar con ese movimiento que
es más bien de derecha, pues se trata de un proyecto nacionalista (que
excluye a todo el que no se exalta con los usos y costumbres del
terruño) de regusto xenófobo, que además es insolidario con los
territorios vecinos y desprecia todo lo que sea español, incluida la
lengua española.
Cuento esto porque cada vez que trato de explicar el
asunto me increpan en masa esos “izquierdosos” que menciona el tweet,
argumentan, de oídas, que el pueblo catalán vive oprimido por el
imperio español; también sostienen que el catalán es una lengua
acorralada y que estamos de regreso en la época de la represión
franquista.
Aquí voy a anotar dos precisiones, vivo hace quince años en
Barcelona y esto que voy escribiendo sale de mi mitad catalana, que
últimamente vive muy abochornada a causa del vodevil que nos ocupa: si
usted quiere educar a sus hijos en la escuela pública solo podrá hacerlo
en catalán, no en español, aunque esté en España; tiene la opción de
pagar un colegio privado, o de mandarlos a una escuela en otras lenguas
como francés, inglés o alemán.
Por otra parte el revival discursivo del
régimen franquista me parece un delirio; mis abuelos y mi madre, como
muchas otras familias, si sufrieron la represión del dictador y fueron
expulsados de España en 1939, mi abuelo fue a parar a un campo de
concentración francés mientras su padre, mi bisabuelo, fue encarcelado
por ser republicano y comunista, y pronto murió, sólo y en su celda, de
una tuberculosis desatendida.
Mi madre y mi abuela se convirtieron en
apátridas hasta que el gobierno de Lázaro Cárdenas les tendió una mano,
al tiempo que ayudaba a mi abuelo a escapar de Francia. Ninguno de los
tres pudo regresar a España hasta finales de 1975, cuando murió el
infame dictador.
Esa era la represión franquista, y no tiene nada que
ver con los políticos catalanes que hoy están presos en Madrid, dentro
de un episodio judicial sin duda excesivo, ni tampoco tiene que ver con
el falso exilio de avión, hotel y ruedas de prensa que purga el expresident
Puigdemont en Bruselas.
Cuando Puigdemont dice “pueblo catalán” se
refiere a sus votantes, una minoría frente a los siete millones y medio
de catalanes que viven en Cataluña; desde esa minoría el independentismo
impuso su opción política a la mayoría de la población, con unos
métodos que no son muy de izquierdas (...)
Y aquí regreso al izquierdoso latinoamericano que, en general,
ignora que el pueblo oprimido de Cataluña, igual que el español
opresor, es muy rico, tiene, por ejemplo, unos médicos de primer orden
que paga, con todo y medicinas, el Estado y un seguro que, en caso de
perder el trabajo, el gobierno da al ciudadano, independentista o no, un
sueldo de entre 500 y mil euros al mes, entre 11,000 y 22,000 pesos,
sí, leyó usted bien: por no trabajar.
Lo que no advierte la izquierda
mexicana es que se trata de un conflicto de ricos contra ricos, solo la
izquierda española, que hace décadas que no lidia con la miseria
espeluznante que frecuenta todo el tiempo la izquierda latinoamericana,
es capaz de percibir el independentismo catalán como un movimiento de
izquierdas.
Lo que puede percibir en Cataluña un observador mexicano es
la revuelta de unos ricos que otros ricos intentan sofocar." (Jordi Soler, Milenio, 13/11/17)
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