22/11/17

La independencia, una cosa de ricos, vista por un mexicano-barcelonés

"He percibido la querencia que tiene, en general, la izquierda, hacia la independencia catalana, movimiento que es más bien de derecha, nacionalista y hasta xenófobo.

Hace unos días leí un tweet del novelista colombiano Juan Cárdenas: “ya me cansé de repartir collejas entre los izquierdosos latinoamericanos que apoyan la independencia catalana. Que los eduque su madre”.

Yo mismo, en conversaciones con amigos y en algunas participaciones sobre el tema que he hecho en una radio mexicana, he percibido la querencia que tiene, en general, la izquierda, a simpatizar con ese movimiento que es más bien de derecha, pues se trata de un proyecto nacionalista (que excluye a todo el que no se exalta con los usos y costumbres del terruño) de regusto xenófobo, que además es insolidario con los territorios vecinos y desprecia todo lo que sea español, incluida la lengua española.

Cuento esto porque cada vez que trato de explicar el asunto me increpan en masa esos “izquierdosos” que menciona el tweet, argumentan, de oídas, que el pueblo catalán vive oprimido por el imperio español; también sostienen que el catalán es una lengua acorralada y que estamos de regreso en la época de la represión franquista.

Aquí voy a anotar dos precisiones, vivo hace quince años en Barcelona y esto que voy escribiendo sale de mi mitad catalana, que últimamente vive muy abochornada a causa del vodevil que nos ocupa: si usted quiere educar a sus hijos en la escuela pública solo podrá hacerlo en catalán, no en español, aunque esté en España; tiene la opción de pagar un colegio privado, o de mandarlos a una escuela en otras lenguas como francés, inglés o alemán.

Por otra parte el revival discursivo del régimen franquista me parece un delirio; mis abuelos y mi madre, como muchas otras familias, si sufrieron la represión del dictador y fueron expulsados de España en 1939, mi abuelo fue a parar a un campo de concentración francés mientras su padre, mi bisabuelo, fue encarcelado por ser republicano y comunista, y pronto murió, sólo y en su celda, de una tuberculosis desatendida.

Mi madre y mi abuela se convirtieron en apátridas hasta que el gobierno de Lázaro Cárdenas les tendió una mano, al tiempo que ayudaba a mi abuelo a escapar de Francia. Ninguno de los tres pudo regresar a España hasta finales de 1975, cuando murió el infame dictador.

 Esa era la represión franquista, y no tiene nada que ver con los políticos catalanes que hoy están presos en Madrid, dentro de un episodio judicial sin duda excesivo, ni tampoco tiene que ver con el falso exilio de avión, hotel y ruedas de prensa que purga el expresident Puigdemont en Bruselas.

Cuando Puigdemont dice “pueblo catalán” se refiere a sus votantes, una minoría frente a los siete millones y medio de catalanes que viven en Cataluña; desde esa minoría el independentismo impuso su opción política a la mayoría de la población, con unos métodos que no son muy de izquierdas (...)

Y aquí regreso al izquierdoso latinoamericano que, en general, ignora que el pueblo oprimido de Cataluña, igual que el español opresor, es muy rico, tiene, por ejemplo, unos médicos de primer orden que paga, con todo y medicinas, el Estado y un seguro que, en caso de perder el trabajo, el gobierno da al ciudadano, independentista o no, un sueldo de entre 500 y mil euros al mes, entre 11,000 y 22,000 pesos, sí, leyó usted bien: por no trabajar.

 Lo que no advierte la izquierda mexicana es que se trata de un conflicto de ricos contra ricos, solo la izquierda española, que hace décadas que no lidia con la miseria espeluznante que frecuenta todo el tiempo la izquierda latinoamericana, es capaz de percibir el independentismo catalán como un movimiento de izquierdas.

 Lo que puede percibir en Cataluña un observador mexicano es la revuelta de unos ricos que otros ricos intentan sofocar."              (Jordi  Soler, Milenio, 13/11/17)

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