17/11/17

En España continuará la lenta, consciente e imparable subida de las aguas antinacionalistas entre los militantes y votantes de izquierda

"Cuando Josep Borrell se dirigió a la multitud que le escuchaba el 8 de octubre pasado y dijo aquello de que “l as fronteras son las cicatrices que la Historia ha dejado grabadas a sangre y fuego […] no levantemos más ” no hacía más que recuperar un discurso que la izquierda española abandonó en la propia transición y que desde entonces ha permanecido siempre silenciado. 

Menos se recuerda que el ex ministro socialista, ex presidente del Parlamento Europeo y breve líder del socialismo español, dijo también en aquella misma tribuna que “todos tenemos culpa por haber callado demasiado”. Tal cual. Y se le entendió muy bien.

Como se le entendió fenomenal a Francisco Frutos cuando se presentó como un “botifler, un traidor a las mentiras que os inventáis todos los días” “un botifler contra el racismo que estáis creando”. 

Muchos izquierdistas españoles le agradecieron de corazón esas palabras, especialmente Justiniano Martínez Medin, ex secretario general del Partido Comunista, ex parlamentario catalán, ex guerrillero, que agradeció a su camarada Paco que recordase que “las instituciones catalanas democráticas no fueron producto de apaño”

Joan Coscubiela ya había protestado semanas antes en el Parlament, en el día aciago de la aprobación tramposa de las leyes de ruptura, manifestando que para él “Los derechos de los demás son mis derechos”, en una expresión muy propia del liberalismo político del que siempre bebió la izquierda no integrista.  (...)

Volviendo a Borrell y su reconocimiento de culpa, es obvio que la izquierda cayó en los 70s y 80s en la trampa nacionalista de confundir con progresía todo lo que sonase a antifranquismo y bajo los efectos de esa adormidera política ha pasado hasta hoy, en que el independentismo, destapado y desaforado, ha comprobado que entre sus muchas torpezas ha estado la de despertar el sentimiento unitario de la izquierda en España, que creía no anestesiado sino muerto.

Abandonado por la izquierda cabal, que poco a poco se espabila del sopor antiespañol y que empieza ya a decir España, en lugar de “el Estado”, al independentismo se le cuartea el barniz de progresía que injustamente mantuvo durante décadas y solo le queda ya a la vista su supremacismo. Es por eso que, para desesperación del expresident huido, nadie con mando en plaza le escucha y solo encuentra en Europa el apoyo de la extrema derecha racista y xenófoba, justamente los amigos con los que no querría ser visto.  (...)

La jugada del líder catalán es audaz para Cataluña, pero en el resto de España continuará la lenta, consciente e imparable subida de las aguas antinacionalistas entre los militantes y votantes de la izquierda española, entre los que los que pocos habrán dado ya el paso de sacar a su balcón la bandera constitucional que compraron para el mundial, pero que a casi ninguno habrá causado rechazo, si acaso algo de pudor, y eso de momento."               (Carlos Gorostiza  , Vox Populi, 15/11/17)

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